Escribe:
Jesús Chirino
En diciembre de 1934, en la segunda Intendencia de Parajón Ortiz, se inauguró un nuevo tramo de la avenida costanera junto al monumento en memoria de Thomas Edison construido frente al puente Vélez Sarsfield en las inmediaciones de lo que luego sería la plaza de las Américas.
Un ideal de
progreso
El diario local “Heraldo”, en su edición del 28 de diciembre de 1934, anunciaba: “El próximo domingo se inaugura el monolito a Edison y el nuevo tramo de la avenida costanera”. El acto se preveía para las 11 horas del penúltimo día del año y el lugar de la cita era “…al final de la calle Corrientes frente al puente Vélez Sarsfield y el nuevo tramo de la avenida costanera que se habilitará en ese mismo día”.
El oficialismo municipal del momento había accedido al poder, en febrero de 1932, renegando del antifascismo sostenido por la Unión Cívica Radical, partido al que había pertenecido Eugenio Parajón Ortiz. El intendente no siguió la política de esa parcialidad que sostuvo la abstención ante las elecciones fraudulentas, que habilitaba el Gobierno surgido del golpe de Estado del 6 de setiembre de 1930.
En este segundo mandato de Parajón Ortiz se puso en evidencia su adhesión a una idea de progreso relacionada con la material, sin prestarle toda la atención necesaria a las problemáticas sociales que sufría la comunidad local. En ese marco un homenaje a Thomas Alva Edison (1847-1931) quien, entre otras muchas hazañas, perfeccionara la lámpara incandescente e inventara el fonógrafo, resultaba coherente con esa idea de progreso que sostenía que las invenciones científicas y tecnológicas llevarían a un desarrollo material que redundaría en la solución de lo social.
La prensa local, en un artículo publicado el 20 de diciembre, señalaba “indudablemente que este acto marca nomás una etapa de progreso edilicio que las actuales autoridades se impusieron como un derrotero firme y que a pesar de la diatriba y las campañas llevadas con fines de hacerlas fracasar nada consiguieron”. El artículo dejaba ver las críticas que existían al Gobierno, no tanto por la obra pública que realizaba, sino más bien por el descuido de lo social, la falta de controles en la cosa pública y la poca consideración con la situación de los trabajadores. Algunas de estas cuestiones, al final del mandato, llevarían hasta los calabozos a miembros del Gobierno local, incluido el intendente.
No puede decirse que la Intendencia de aquel momento no realizó nada en relación a problemáticas tan graves como el desempleo, al contrario organizó una comisión para ocuparse del tema. Pero al analizar los discursos y las acciones de gobierno en su conjunto, queda claro que poco le importaba oponerse a las expresiones fascistas, la represión policial, manifestaba aversión al control de los actos de gobierno y realizó “inversiones” en obras que por años les trajeron dolor de cabeza a la ciudad.
Asado en
la costanera
El acto de inauguración debía ser popular, no tenía mucho sentido hacer un acto sin gente. Por ello se armó una comisión de vecinos que se hizo cargo de organizar los festejos, asado incluido. La prensa del momento describió el acto diciendo “se inauguró el Monolito a Edison y el nuevo tramo de la avenida costanera... Como estaba anunciado se llevó a cabo ayer la inauguración del Monolito a Edison y el nuevo tramo de la avenida costanera que ha quedado habilitado al público… A las 11 y 30 horas el palco habilitado en la calle Corrientes (actual Dante Alighieri) frente al monolito a inaugurar, lo ocuparon las autoridades comunales, periodistas, autoridades policiales y demás personas deseosas de escuchar de cerca a los oradores, en el palco con muy buen criterio se había puesto un trasmisor que llevaba las palabras hacia la avenida costanera en donde un amplificador las reprodujo ampliadas… El primero en hacer uso de la palabra y ante una lógica y general expectativa fue el señor intendente, quien en discurso conceptuoso se refirió a la labor edilicia desarrollada por las actuales autoridades, enumerando una a una las obras hechas, como así mismo -las que iban- a realizar, teniendo palabras de agradecimiento para el vecindario que siempre fue un decidido sostenedor de sus iniciativas. También tuvo palabras de enérgica condenación para sus detractores de los mismos, dijo ‘que al pasar por la función pública no hicieron nada absolutamente nada’, para terminar manifestando ‘que las épocas de 1928 no volverán, pues los pueblos han aprendido y que hoy exigirán una lógica selección de hombres’”.
Si critican son detractores
Momentos después hizo uso de la palabra el concejal oficialista Héctor Fraire “…cuyo discurso fue enérgico en extremo, manifestando que las actuales autoridades llevarán a Villa María al lugar que por su importancia le corresponde pese a los gratuitos detractores que ya han demostrado al pueblo su inutilidad a su paso por la función pública…”. Es claro que el acto de inauguración era escenario de la lucha política y en las palabras de los oradores se advertía no sólo una falta de humildad para rescatar algo los anteriores gobernantes.
Luego de las mencionadas autoridades hablaron el Dr. Sebastián Figueroa “…quien con palabras elocuentes hizo la semblanza del hombre a quien merecidamente se le rendía homenaje…” y el asesor de la comuna Dr. José María Ponssa, quien resaltó “…la labor edilicia de las autoridades comunales de Villa María”. Luego se hizo honor a la comida prevista.
Contraste
A pocos metros del lugar del acto, como mudo testigo se encontraba el puente Vélez Sarsfield, caído desde tiempo atrás. Con mucha publicidad se había organizado una comisión para reparar el mismo y solucionar el problema diario que enfrentaban los vecinos que tenían que cruzar el río. Pero nada se había hecho. Ese no era el único contraste con el acto inaugural, meses antes el mismo “Heraldo” había publicado un artículo señalando “el mal gasto de los dineros públicos”. Se decía que en octubre se había ampliado, de manera exagerada, la partida de recursos para publicidad oficial. El presupuesto de 1934 había previsto 4.000 pesos para ese tipo de gastos, luego se había ido ampliando hasta llegar a 10 mil pesos. El columnista del diario planteaba que quizás ese tipo de gasto se relacionaba con la imposibilidad de mantener actualizado el pago de los sueldos a los empleados municipales. Pero quizás el contraste más profundo con el denominado “progreso edilicio” estuvo dado por las condiciones de explotación que sufrieron los trabajadores que realizaron las obras que serían señales de ese “progreso”
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