El filósofo Ricardo Forster presentó su libro “El litigio de la democracia” en el marco de la Feria del Libro llevada a cabo en la capital provincial.
Con alusión al cariño que tiene por Córdoba y de compartir un excelente momento comenzó Forster con su discurso (“un momento extraordinario en la vida política argentina, donde podemos discutir tantas cosas que antes no podíamos imaginarnos estar en condiciones”). Comenzó hablando del recuerdo y de lo bueno que es para pensar este momento. “El recuerdo tiene patas tan largas que nos extravía por laberintos insondables o tan cortas que nos impide ver qué nos pasaba antes de ayer. Y para pensar la Argentina de hoy, para indagar este litigio de la democracia es bueno ver qué camino recorrimos, qué dejamos atrás, qué fantasmas nos susurran a la noche, qué resolvimos en la realidad, qué verdades pudimos defender y poner en el debate público”, sostuvo.
“Todo esto porque siempre hablamos desde un lugar, desde una época, desde un presente que nos hace ver de otra forma el pasado. El pasado no permanece repetido a sí mismo, lo vamos actualizando, resignificando a partir de los cambios de nuestro presente”, afirmó y comparó con los ‘90 afirmando que “mirar el pasado argentino ahora no es lo mismo que haberlo visto a mitad de los ‘90”. “En los ‘90 se cambió un mapa social, no sólo económico. Para el despliegue del neoliberalismo hubo que perturbar el lenguaje, expulsar sentidos, relatos, historias, identidades”.
“Reparar el pasado es uno de los misterios más fuertes por los que pasa una persona y una sociedad porque el pasado tiene mucho adentro. Tiene sueños soñados por otros que ahora podemos soñar y sabiendo que no son los mismos, que son nuestros sueños. Para volver a soñar sueños ya soñados tenemos que saber que algo fundamental cambió del pasado”. Ese lenguaje también se recupera con gestos como el de Néstor Kirchner al dar la orden de bajar los cuadros de los dictadores y entre aplausos entendió que el ex presidente en sus discursos permitió “oxigenar una atmósfera pervertida” y decirnos cosas que “no estábamos preparados para comenzar a pensar”.
Continuando con este litigio de la palabra, la igualdad tuvo su protagonismo, ya que el mismo está dado en este contexto y en los ‘90, hubiese sido imposible pensarlo como lo hacemos hoy. “El proyecto del neoliberalismo era romper los restos reales que quedaban en nuestra conciencia de otros tiempos donde la distribución de bienes sociales y materiales era más equitativa. La Argentina de los ‘90 es una que tiene que tachar gran parte del pasado de equidad, quebrar núcleos de solidaridad (con el sistema de jubilación privado)” explicó para demostrar luego quiénes eran los culpables de eso: “Ayudado obviamente por los medios ya que en épocas donde se desglosan los partidos políticos y se vacían, la derecha real de nuestro tiempo, la neoliberal, la que construye opinión pública, son los grandes medios que no sólo son empresas de comunicación sino que están entramadas con el poder”.
“Las verdades históricas son construcciones políticas, en el litigio con el pasado por la memoria se juegan cosas, el pasado no está guardado en una vitrina. Siempre lo hacemos, lo reinterpretamos, lo interpelamos y nos transforma. Cuando recuperamos el pasado hablamos de otra forma, por ejemplo al decir igualdad la decimos con otra finalidad diferente de los ‘90”.
La democracia es un lugar litigioso. Desde los orígenes cuando los ciudadanos tomaban decisiones. “La igualdad de la palabra y de los miembros en la asamblea. Donde los muchos participaban pero dijeron somos iguales pero también queremos que se reparta en igual condición el pan y ahí nació la política”. Esto se mantiene hasta hoy más allá de sus giros, hay momentos en la historia que suceden cosas extrañas, no es cierto que en la historia está todo garantizado, a veces está lo imprevisto. Estoy convencido que la historia en estos años en la Argentina no es una historia que necesariamente tenía que ser escrita de este modo, algo sucedió se abrió una fisura y alguien que no tenía que meterse se metió.
Al final dejó en claro varios conceptos: “Vivimos una historia que no estaba previamente escrita, para muchos era una historia que no podíamos vivir. Que no podíamos escribir. La responsabilidad de nosotros es aprovechar la casualidad de un momento histórico para ir en contra de la barbarie.
Es cosa nuestra recuperar palabras y ponerlas en el presente, por ejemplo los jóvenes no tienen que repetir lo que decían en los ‘60 y ‘70, sino que tienen la posibilidad de ir y volver a generaciones pasadas pero con el desafío de vivir su época su manera de generar lenguaje.
Como lo que hace América latina con las luchas en Chile, un presidente de cultura milenaria en Bolivia, Paraguay, cosas antes impensadas, como una Córdoba que perdió tradiciones a mano de la derecha católica pero que desde Tosco y Atilio López me hace pensar desde una posición kirchnerista.
Al despedirse sostuvo: “Para que el litigio de la democracia se haga, para que uno lea quien quiera, para discutir con cada autor democrático y dialogar con éstos sintiendo que hoy no queremos la banalidad del consenso que viene disfrazado de despolitización del olvido del litigio fundamental que es de la igualdad. Cuando exista la desigualdad la democracia se reinventa pensada como litigio, en una esperanza no alejada sino en estas generaciones que tiene que ser portadoras de la dignidad y de las que vienen y que merecen justicia, emancipación, libertad igualdad. Algo de eso intente escribir en este libro".

Juan José Coronell