Escribe:
Rocío Cuevas (*)
Durante los últimos días presenciamos diversas opiniones y estupor, en torno a la violencia de género, a raíz del asesinato de Claudia Analía Rodríguez (foto).
La pregunta por la causa del violento hecho es respondida con el rótulo de “pasional”, un “crimen pasional”.
La cuestión de la violencia es un tema que presenta gran interés y conmoción en la sociedad toda por el carácter dramático concentrado en el accionar maligno o destructivo que presenta, como así sus consecuencias en el espacio de la vida cotidiana.
Para llegar al concepto y al reconocimiento social de la violencia contra la mujer tuvieron que suceder algunos hitos internacionales; haciendo historicidad, antiguamente el termino “uxoricidio” era el que refería a la muertes de mujeres en manos de sus esposos en las que, en la mayoría de los casos, el determinante eran los celos; luego se sustituyó con el nombre de “conyugicidio”, en referencia al crimen cometido por una pareja hombre o mujer para luego constituirse finalmente como “homicidio”.
Reflexionamos como a través del tiempo en las estadísticas internacionales se fue in visibilizando el asesinato a mujeres quedando subsumidos tras las cifras de asesinatos generales. Ante este panorama se crea una categoría específica para este hecho de lesa humanidad denominándolo “femicidio”, como la forma más extrema de violencia de género ejercida por los hombres para obtener poder, control o dominación.
La violencia de género fue instalada en Argentina como cuestión política y pública por activistas y profesionales feministas a partir de 1983, con la restauración de la democracia; así el feminismo contribuyó a instalar el fenómeno como un problema social y que exige políticas públicas. Años después, en el Congreso Mundial por los Derechos Humanos celebrado en Viena se reconoció la violencia contra las mujeres en la esfera privada como una violación de los derechos humanos, una violación al derecho a la vida, la libertad, a la seguridad personal y se declaró que los derechos de las mujeres son “parte inseparable, integral e inalienable de los derechos humanos universales”.
En nuestro país y en la actualidad las leyes penales que regulan las agresiones personales y de diversas índoles, pareciera que han permanecido a contramano de las transformaciones sociales del siglo donde se asume la creciente autonomía de la mujer.
Se visualiza una incapacidad institucional que no acompaña a muchas transformaciones sociales en un país donde datos oficiales de la filial local de Amnistía Internacional arrojan que una mujer es asesinada cada tres días por su pareja actual o ex.
En estos días, pareciera que las manifestaciones violentas son el mecanismo de excelencia para la resolución de conflictos, lo vemos, lo leemos y lo escuchamos a diario, los problemas económicos y las carencias de todo tipo son una invitación para el accionar violento interpersonal.
Es necesario romper con los estigmas de tipo cultural y social, impidiendo la normalización del maltrato, asumamos que la violencia de género es un problema latente y diario, reflexionemos sobre la erradicación de contenidos sexistas en los medios de comunicación logrando instalar el tema, develando aquello que no se habla en forma colectiva y retomando la discusión sobre el rol social de la mujer, heredado de una estructura patriarcal en nuestra híbrida sociedad, identificado como un problema de salud pública que no tiene fronteras religiosas, de edades o condición social.
Entendamos que no es la coacción física ni psíquica el modo de conquista de espacios, no hay vidas que valgan más que otras, repudiemos todo tipo de violencia, exijamos como sociedad la necesidad de que el Estado argentino cumpla con la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer y con la consecuente justicia.
(*) Lic. en Sociología
Otras notas de la seccion Opiniones
Escriben los lectores
Escriben los lectores
Una historia, entre tantas
Los lectores también escriben
Lamentable
|