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9 de Octubre de 2011
Hugo Mujica
"Aspiro a ese momento desnudo en donde todavía somos iguales"
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Es uno de los poetas argentinos más profundos y originales. Pasó su juventud en el Greenwich Village de Nueva York, donde fue artista plástico en la movida del ácido lisérgico, dejó la pintura para seguir a un maestro espiritual de la India y luego entró en el monasterio de la Orden Trapense, donde se ordenó sacerdote católico. Empezó a escribir poesía a los 40 años mientras cumplía un prolongado voto de silencio. En contraposición a su vida retirada y cuasi monástica, hoy es uno de los escritores nacionales que más vende en España.
Casi como una continuidad natural de su poesía, la morada de Hugo Mujica es despojada y fascinante, amplia y luminosa, solemne y mesurada. Una puerta de madera se abre a un pasillo oscuro y entonces la cabeza rapada del poeta saluda con una breve inclinación de monje budista. "Pasá, por favor, y ponete cómodo". Y entonces entramos a un living como una inmensa pecera de luz y de silencio; un ambiente casi inconcebible en un primer piso de La Recoleta. Los grandes ventanales parecen arcos apuntados de una catedral gótica; los techos de yeso blanco, el plafón de alguna iglesia bizantina; la desnudez del ambiente remite inequívoca a la espacialidad de las mezquitas. Y es que de todo este sincretismo están hechos también sus versos, claros y depurados. Como el agua del pozo donde abrevaron filosofías y religiones previas a toda culturalización humana. Y tal vez sea por eso que Mujica pueda decir (y con justa razón) que su poesía "busca la desnudez primordial del hombre, ese tiempo donde aún era la danza de la vida y aún no la marcha de la historia".
Poeta naciendo

¿Cómo es que un artista plástico en la Nueva York del ácido y el hippismo de pronto deja los pinceles, busca un maestro espiritual de la India y, como si esto no le bastara, abraza la fe católica y empieza a escribir? Las respuestas no flotan en el viento sino que manan del aliento del poeta y se hacen verbo.
"Es que yo hago el camino inverso de los ´50 –dice con voz pausada-; yo entro por Oriente y termino en Occidente. En esa época, todos los beatniks americanos se iban a la India. Y para decirlo de una manera irónica, le abren el mercado a muchos gurúes. Pero a mí me pasa al revés".
-¿Y cómo cambiás la India por Jesús?
-Porque un día acompaño al gurú swami que seguía a dar una conferencia a un monasterio trapense y ahí conozco el mundo cristiano, que me atrapa para siempre. Del mismo modo que pocos años antes supe que se había terminado la plástica para mí, apenas entré a ese monasterio supe que se terminaba mi vida con el gurú y que nacía a una vida nueva con Cristo.
-…También naciste a otra vida artística como poeta…
-Sí, porque aunque hasta ese entonces yo era un lector fanático, nunca había escrito nada.
-¿Y cómo fue que se terminó tu vida como artista plástico?
-Me acuerdo que había hecho un dibujo inmenso y se lo llevé a Timothy Lee, con quien trabajábamos el tema del ácido lisérgico. Y me dijo "esto es una mandala". Yo no sabía qué era un "mandala", hasta que descubrí que era el símbolo de cuando alguien encuentra su "yo mismo". Y me dije: la pintura me trajo hasta acá y acá se terminó. A partir de entonces, ya no pude dibujar más.
-¿Y cómo siguió tu vida?
-Estuve mucho tiempo deprimido porque se me había terminado un proyecto de vida. Yo creí que iba a pintar siempre, pero no fue así.
-¿Pasó mucho tiempo desde tu último dibujo hasta tu primer poema?
-Unos cinco años. Yo estaba en el monasterio haciendo el té al atardecer. Y por esas cosas que hace el cuerpo entero y no solamente la cabeza, agarré una lapicera y escribí: "se pone el sol tras la ventana de la cocina/ el té está casi listo". Y ahí sentí que nacía a la poesía, a partir de ese acto.
-¿Y se volvió a repetir eso de escribir con el cuerpo entero?
-Raras veces uno se vuelve entero (risas). No es cosa de todos los días pero uno sigue. El cuerpo es el que recibe el impacto de la realidad y en la cabeza se transfigura. El cuerpo tiene relación con lo real, pero a lo real hay que simbolizarlo. Y hay momentos fabulosos en que "uno" es uno, íntegramente.
-A partir de entonces, ¿buscás a los poemas?
-No. Yo a los poemas los espero. Y eso es para mí estar sentado en este escritorio. Escucho música, leo, hablo con la gente, pero este es mi lugar donde esperar a la poesía, para que cuando venga me encuentre atento.

Hace apenas tanto

Tras leer su "Poesía completa 1983-2004", le digo que he notado un gran cambio entre sus textos iniciales y los últimos; ya que antes sus versos partían de un pensamiento mientras que ahora surgen de un hecho concreto: un perro muerto, la tumba del padre... Y entonces, casi como una elegía, Hugo recita el comienzo de aquel fabuloso poema cuyos versos yo completo por escrito: "Hace apenas días murió mi padre,/hace apenas tanto.//Cayó sin peso,/ como los párpados al llegar/la noche o una hoja/ cuando el viento no arranca, acuna.// Hoy no es como otras lluvias/ hoy llueve por vez primera/ sobre el mármol de su tumba.// Bajo cada lluvia/ podría ser yo quien yace, ahora lo sé,/ ahora que he muerto en otro".
-¿Es así? ¿Cambió tu forma de escribir?
-Sí. Al principio era más confesional a la hora de escribir, y estaba presente el "yo" como subjetividad. Pero con el paso del tiempo me fui corriendo de los poemas y entonces apareció la realidad.
-¿Ese corrimiento del "yo" fue una acción deliberada?
-No. Cuando yo escribo poesía no hay nada liberado, salvo el trabajo estético. Luego me voy enterando de lo que pasó de la misma forma que lo notaste vos, es decir, leyendo los poemas. No como una "anterioridad" sino como un "después".
-Es decir que tu poesía no es el fruto de una poética previa…
-Para mí no hay poéticas previas sino que todas nacen del acto creador. Yo diría que a medida que se impone el acto creador, va desalojando al llamado "autor", que quiere tener "autoridad" sobre la obra (risas).
-Muchos dicen que tu poesía es "zen"…
-Sé que de afuera se ve eso pero desde una preconcepción de lo "zen". Y yo no quiero usar esa palabra. Yo digo que el hombre común que vive en el campo, por ejemplo, lo único que tiene es su nombre, su desnudez, el cielo arriba y la tierra abajo. Y después viene ser "zen" o ser cualquier otra categoría. Y yo aspiro es a ese momento desnudo anterior a la culturalización en donde todavía somos iguales. Lo que pasa es que a esa experiencia de la desnudez, por concepción cultural, algunos la llaman zen.
-¿Y no tenés nada que ver con lo "zen"?
-Yo sé que mis libros se leen en los centros zen, Incluso vino un Maestro de los Estados Unidos y me quiso conocer. Pero para mí fue muy curioso porque eso apareció después.

Argentino, no tan argentino

-Tu poesía suena muy atípica en la literatura nacional…
-Yo siento eso, que no pertenezco a ninguna corriente. A veces me comparan con Juarroz y yo digo que sí, pero de cumplido. En contenido, de quien más cerca me siento es de Olga Orozco, pero su forma es en absoluto diferente a la mía. El año pasado salió una antología de poesía argentina en Editorial Visor, de España. Y el prólogo señalaba los grupos a los que pertenecía cada poeta. Y al final decía "y Hugo Mujica, aparte de todo". Y yo me siento así. En España me ponen en la línea poética del silencio.
-¿Y de qué habla tu poesía además del silencio?
-De las 4 o 5 cosas que a todos nos pasan. Yo toco las figuras de la vida y no los datos. Toco lo naciente, allí donde todos tenemos que ver con eso y que generalmente no se toca. Hay mucha poesía de accidentalidades y la literatura está muy huérfana de las grandes figuras del destino. Yo busco el relámpago y no el trueno.
-Aunque es difícil compararte con poetas argentinos y a pesar de lo que decís de lo zen, tus poemas tienen puntos en común con Leonard Cohen, quien vivió en un monasterio budista…
-Me alegra mucho que lo veas. Leonard Cohen es un tipo bárbaro. Me lo presentaron hace poco y charlamos un rato. Le pregunté si era cierto que todavía se pasaba varios días en el monasterio, y me dijo, levantando su vaso de whisky, "es lo que le digo a mi mujer cuando desaparezco varios días de casa" (risas).
-En España tenés mucho éxito, ¿a qué se debe?
-Quisiera creer a que soy buen poeta (risas)... Pero la verdad es que no lo sé… De momento acaban de publicar mi último poemario en Editorial Visor, "Y siempre después el viento", lo que hace que mi anterior libro ya sea mi "poesía incompleta" (risas). Estoy viajando para presentarlo.
-En un momento creíste que siempre ibas a pintar ¿Ahora pensás que siempre vas a escribir?
-Bueno, quizás… De todas formas ya no me queda tanto de ese "siempre" (risas)… Tengo casi 70 años…
-Parecés mucho más joven…
-Todos me lo dicen, pero la muerte lleva otras cuentas, no la de la apariencia.

Iván Wielikosielek

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