Ni bien Elismar López alcanzó la mayoría de edad, una actividad asomó en su vida enamorándolo para siempre: el trabajo con joyas.
La tarea que Elismar asumió como su forma de ganarse el sustento, años después lo llevó a desembarcar en Villa María. Desde aquel día, hace 44 años, López trabaja en el diseño de alhajas, medallas y todo lo que pueda moldear con las herramientas de su pequeño taller en el centro de la ciudad.
Precisamente, y teniendo en cuenta que durante la jornada de hoy los joyeros celebran su día, EL DIARIO pudo dialogar con el experimentado trabajador.
Vale destacar, en este sentido que los que realizan este tipo de actividad (joyería y relojería) en la ciudad, se reunirán esta noche, a partir de las 21.30 en las instalaciones del Club Almagro para compartir una cena de camaradería.

@ Pasión joyera

"Cuando llegué a Villa María, conocí a dos personas que me gustaría destacar: Omar Stocchero y un señor de apellido Rubio. Ellos hacían lo mismo que yo, pero nunca sentí que fueran competencia sino compañeros de esta actividad", expresó el joyero rosarino luego de relatar sus comienzos como cadete y aprendiz en la fábrica de alhajas "Mario Basso y Cía." y las instancias que lo movilizaron para tomar la determinación de elegir las tierras villamarienses para prosperar.
"Me dijeron que acá había mucho trabajo y así fue. Hasta el día de hoy no me han faltado cosas para hacer", destacó el entrevistado que en la ciudad formó familia con Gloria Marchetti y tuvo tres hijos: Daniel, Myriam y Magalí.
"Va quedando poca gente que se dedique a esto, debo ser uno de los últimos que van quedando en la ciudad y es una lástima ya que al igual que en otras grandes ciudades se podría poner en las escuelas técnicas el oficio para enseñar", remarcó López.
Mirando las manos de Elismar uno puede realmente vislumbrar que su pasión por las joyas no tiene límites, al respecto de su inclinación por la tarea el orfebre dice: "Yo sé que no es fácil, mirá cómo me quedaron las manos (pobladas de callos y cortes) pero esto es lo que me gusta hacer y no lo cambio por ninguna otra labor".
Inclinado doce horas diarias sobre las alhajas, joyas o lo que le hayan encargado, nuestro entrevistado reconoció lo estresante que, en los últimos años, se ha transformado la actividad que desempeña.
“Mucha gente no entiende que hay que ser preciso con los detalles y que para cumplir con esto se precisa tiempo. Este factor y el compromiso que uno asume y trata de cumplir hace mucha presión”, dijo el joyero.
“La experiencia quiere decir mucho en este oficio. Todos los días se aprende algo nuevo”, subraya López que además recordó como uno de sus trabajos más difíciles un anillo de sello de 70 gramos, hecho íntegramente a mano.
“Es lindo y reconfortante cuando la gente te dice qué lindo que quedó el encargue o te corrige porque así aprendés algo”, dice el hombre que se conforma con un tributo que reconoce la tarea de personas con mucha vocación y buen gusto.