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Horacio Cabezas, el primer intentendente tras el retorno de la democracia en 1983 |
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Esta democracia sublime, subcutánea, subterránea, subconsciente, subastada (tantas veces). Subestimada (tantas veces). Esta democracia suya, mía, nuestra. Amada, asediada, arrojada, admirada. Esta democracia recuperada hace 25 años es, sin duda, el espejo de nuestras decisiones. De nuestros aciertos. De los tropiezos, de los errores. De las promesas, de las palabras dulces y de los amargos hechos.
“Quisiera irme de la misma manera”, dijo Miguel Angel Veglia el 12 de diciembre de 1987 después de recibir el mando entregado por Horacio Cabezas, el intendente del fervor popular de 1983.
“Quisiera irme de la misma manera”. El deseo de un jefe comunal que veía aún rondar por los pasillos de las instituciones del pueblo los fantasmas de la dictadura.
En ese momento, la democracia estaba en construcción. Estaba latente la vigilia de Semana Santa con "caras pintadas”.
"Todos los sistemas son corruptos de alguna manera, pero es necesario repetir, recordar, subrayar que la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en el sistema de la libertad cívica la corrupción se puede denunciar, investigar o castigar...”
El concepto fue parte del discurso de asunción de Veglia en ese difícil diciembre de 1987. "Roguemos a Dios que nos libre de toda soberbia e individualismo y nos permita gozar de años venideros en paz, armonía y justicia. Unica forma de lograr la felicidad de los pueblos."
Así concluyó su discurso.
Con un ruego.
De los 25 años de democracia en Villa María, el radicalismo gobernó 16.
Fueron pocos los años de paz, armonía y justicia.
Cabezas ganó las elecciones con el 55% de los votos, sobre un total de 40 mil electores.
Veglia triunfó con el 52% sobre un total de 43.500 electores y 6 mil que no fueron a sufragar. El desinterés ciudadano comenzaba a trazar una curva ascendente, mientras los gobiernos hacían malabares para combatir la hiperinflación, dar respuesta a los reclamos sociales y manejarse en un sistema que, como el mismo intendente había asegurado, convivía con la corrupción.
La compra del Palacio Municipal fue una de las acciones que selló su administración, además de profundos programas en Acción Social y Salud, como los centros de apoyo y los dispensarios.
Estuvo sentado 12 años en el Sillón de Viñas y sufrió los avatares de paros de los trabajadores, del desfalco, el escándalo de los vales y hasta un pedido de juicio político fogoneado por el peronismo y su principal adversario en ese momento: Eduardo Luis Accastello.
En 1991, Veglia logró el 51% de los votos y ocho mil no fueron a votar.
En 1995, ganó con el 45% sobre un Accastello que masticó la derrota por mil quinientos sufragios.
En el último mandato, la oposición lo castigó con dureza. El tránsito y el mal estado de las calles en los barrios eran parte del caballito de batalla de sus detractores.
Ya cerca del proceso electoral, la denuncia era una constante.
Esta democracia nuestra, de penas, de olvidos, de palabras viejas repetidas hasta convertirlas en nuevas. Esta democracia de enemigos que fueron amigos y viceversa.
De dirigentes que prometen, de ciudadanos que esperan.
De los que creen, de los que no creen. De diferentes, de indiferentes.
En diciembre de 1999, Miguel Angel Veglia cumple su deseo de entregar el mando a otro elegido por el voto popular.
Eduardo Accastello ganó las elecciones con el 53% de los votos, sobre un total de 52 mil electores.
A esta altura, 12.439 personas decidieron no votar. El peronismo hizo alianzas con sectores para nada compatibles con su doctrina. Se juntó con la UCD, y con el partido de Domingo Cavallo.
Justo en un momento, en que el pensamiento neoliberal había dejado profundas huellas en los sectores más postergados del país. "Esto nos abre un compromiso, el compromiso del consenso y del pluralismo. Villa María nos necesita a todos". El subnivel fue la obra que signó la administración. Tuvo denuncias y fuertes críticas. La historia se repitió al revés.
Si bien, la democracia no sufrió interrupciones, Accastello cortó la racha de los traspasos, al irse antes del Gobierno. Fue Martín Gill (el quinto jefe comunal) el que entregó el Sillón a Nora Bedano. "Somos amor, somos unión, somos fuerza y no nos rompemos... Seremos un gobierno de puertas abiertas", dijo Bedano elogiando a de la Sota por su ayuda. Bedano ganó las elecciones con el 40% de los votos sobre un padrón de 55.000. Más de 15 mil personas no votaron. La medioteca fue la obra estrella.
Hoy, con un triunfo ajustado y más indiferencia está otra vez Accastello. El tránsito, las calles, la pobreza siguen.
Y la democracia sigue su marcha, imperfecta como nosotros, pero sublime.
@ Recuerdos: Aquellos años...
Del álbum de los recuerdos de los concejales de 1983, Luis Caronni, Cecilia Fernández, José Redondo, Carlos Caballero y Jorge Martín Iglesias.
- "En 1984 decidimos volver a manos del municipio la organización del Festival de Peñas, que tenía el Banquito Ferroviario.
Armamos una comisión con Roberto Barrera y un espectáculo con todo folclore. Nos reclavamos..."
- "En 1985, organizamos el primer Festival de Cine y el último. Lo convencimos a Horacio Cabezas, nos dijo mientras no nos cueste plata adelante. Fue todo un éxito. Lo organizamos con el ‘Perro’ Ingaramo y vinieron grandes figuras: Mirtha Legrand, Daniel Tinayre, Olga Zubarri, Carlos Carella, Luis Brandoni, Darío Grandinetti. Ganó la película ‘Darse cuenta’ y cuando terminó el filme los actores llegaron justo para subir al escenario. Fue un gran acontecimiento..."
- "Durante los cuatros años el Concejo no dejó de funcionar nunca. No hacíamos receso. No cobrábamos viáticos ni teníamos asesores. Las sesiones las hacíamos a la tardecita para que viniera la gente."
- "Cuando le pusimos Juan Domingo Perón al bulevar Cárcano se armó una batahola bárbara con los vecinos que no querían y (Horacio) Cabezas vetó la ordenanza.
Después el nombre de Perón fue para la avenida Constitución en el ingreso de la ciudad."
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