Al igual que en el terreno de la literatura, la música y otras formas artísticas, la mayoría de los movimientos arquitectónicos contemporáneos en nuestro continente se desarrollaron a partir de la influencia cultural ejercida por el Viejo Mundo. Europa era la que marcaba las coordenadas, distribuyendo los formatos a seguir, y que aquí se repetían sin chistar. Ese copiar y pegar, no obstante, siempre aterrizaba con retraso. Hacían falta décadas y hasta siglos para que las corrientes en boga en el Hemisferio Norte, emergieran en esta parte del globo. Las grandes ciudades argentinas cuentan con multiplicidad de ejemplos en tal sentido.
También Villa María, que en el medio del estirón de finales de Siglo XIX y principios del XX, iba diseminando exquisitas construcciones a lo largo y ancho de su extensión. Muchas de ellas inspiradas en aquellos modelos europeos: el colonial, el clásico, el mediterráneo, el modernista. Allá iban subiendo y bajando del pedestal de la moda. Acá se imitaban con dilación. Prestando testimonio al respecto, una interesante serie de edificaciones locales aparecen en el tapete. El Chalé Familia Emerson es una de ellas.
Construido en 1915, es considerado un chalé de estilo normando. Movimiento nacido entre los Siglos XI y XII, materializado en fastuosos castillos, monasterios, catedrales y otras maravillas de la época, tuvo su origen en Inglaterra. Hoy, el país británico ostenta la mayor cantidad de obras de este tipo, aunque el ascendiente se aprecia en otras vastas regiones de Europa y el mundo. En la modernidad, su época de auge se estima entre fines del Siglo XVII y principios del XVIII. Al corazón de Argentina recién llegaría con el despertar del XX.
@ La casa del silencio
El inmueble, ubicado en calle Santa Fe, muy cerca de ese otro tesoro que es la Iglesia Catedral, sirve desde 1965 como sede de la Escuela Bíblica Evangélica. Allí se desarrollan tareas relacionadas con la entidad, aunque la mayor parte del tiempo la casa presenta muy pocos signos de movimiento. Si no fuera por el pasto siempre cortado al ras, se diría que se encuentra en estado de abandono.
Esa quietud potencia la mística del edificio, su semblante serio y circunspecto. Las facciones se aprecian en los dos pisos, los muros añejos y en tonalidades grises, con detalles en terracota, verde oliva en las persianas de metal y la madera de la puerta principal. Destaca a su vez las rejas de género “Art Noveau”, que asumen una doble responsabilidad: embellecer la postal, y mantener a raya las visitas indeseadas. Ayer, el portón servía como entrada y salida de carruajes.
Acumula suspiros el Chalé. No hay retraso que valga a la hora de apreciar su encanto.
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