El tiempo ha pasado, pero él sigue igual. No parece haber acusado los golpes del reloj y del calendario. Aparece en la plaza Centenario con su traje, corbata, anteojos y esa gorra que lo identifica. El es el mismo de siempre, pero no sólo por su figura, sino por su manera de ser y su voz, esa voz que aún resuena en mi cabeza de niño, cuando habitaba la misma ciudad que él.
Su nombre es uno de esos que no deben faltar cuando hablamos de la literatura del interior, su militancia cultural de décadas lo han hecho un personaje público, un hombre de cultura, un referente de nuestro río, allá, aguas arriba.
Invitado en la reciente Feria del Libro local, el Poe-mario llegó a Villa María para presentar su último libro que, curiosamente, se llama “Crónicas de un cronopio”. Trecek, poeta por naturaleza, muestra en sociedad su cuarto libro, los anteriores habían sido de poesía.
Mario Trecek es diplomado en Gestión Cultural y Gestión Pública. Cursó Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba y ejerció periodismo cultural en el semanario Tribuna y por radio en LV26 Radio Río Tercero con su programa “Cronopios”, que ya lleva más de dos décadas en el dial.
Desde EL DIARIO Cultura aprovechamos la oportunidad para hablar de su nuevo libro, pero también de otros temas que nos interesaron.
Por Darío Falconi
eldiariocultura@gmail.com
De la mano de Quo Vadis Ediciones, se presentó en la carpa central de la Feria “Crónica de un cronopio”, una recopilación de notas que Mario Trecek publicó durante dos años en el semanario Tribuna. Como una suerte de aguafuerte del interior cordobés, el autor de “Implosión” escoge temas y noticias del momento y a partir de allí vincula la realidad con la ficción, haciendo convivir en textos breves a personajes de todos los tiempos, a músicos, políticos, películas, lugares y demás expresiones culturales de las más diversas. De esa manera esta recopilación de textos, se erige como otra forma de leer el mundo contemporáneo en el que estamos insertos.
- Mario, toda tu vida te conocimos como poeta, ¿cómo surge este libro de crónicas que viniste a presentar a esta ciudad?
- “Lo de las crónicas fue una invitación del director del diario (Tribuna) que quería una nota pero que no fuera de opinión política. Creo que como escritor, tenía un desafío de tener un espacio y provocar, que hubiera cosas que tuvieran que ver con la noticia del día o de la semana, el emergente que surgiera de lo político o de lo social, pero siempre dándole ese corte especial donde todo estuviera atravesado por la cultura y el espectáculo. La verdad que lo logré bastante y me divertía mucho, porque además yo tengo una forma de hacer asociaciones ilícitas, de jugar con el humor, me salva de la depresión, entonces me divierto un rato. Como lo decía anoche (en la presentación de su libro) el humor permite desdramatizar, lo que no significa que uno no pueda decir las cosas. Le agradezco a Justo Dagorret porque fue él que me invitó, porque me salvó de un momento especial de mi vida, me ayudó a tener un trabajo, porque tampoco estaba escribiendo poesía... Esto me permitió descubrir también que una nota por encargo se puede hacer, pero un poema por encargo, no.”
-¿Durante qué tiempo realizaste este encargo y con qué respuesta?
- “Esta tarea me provocada buscar un tema, desarrollarlo, buscar información en el ‘mundo Google’... Lo digo como una travesura lo de ‘mundo Google’, porque siempre se demoniza todo esto y lo digo a propósito, porque el problema no es Google, sino qué hacemos con ese mundo; porque la cultura es tan virtual como cualquier biblioteca; porque mientras no abras el libro, que está prometedor de tantas cosas, no pasa nada…
Arranqué tomando la noticia de un joven árabe que le tiró el zapatazo a Bush y el corte se da con la muerte de Néstor Kirchner. El dolor me embargó mucho con la muerte del ex presidente, la verdad que fue un fenómeno individual pero colectivo muy fuerte. Lo lloré, quizás más que a mi padre, no me preguntes por qué fenómeno psicológico interno. Quizás la muerte de mi padre era la crónica de un cronopio anunciada, porque tenía cáncer, y lo acompañé en su agonía. Con esa nota concluí y quise despegarme del diario para que no fuera visto que era utilizado para militar; aunque tengo una vida como militante político, militante cultural y como creador, porque esas facetas en mí y en la realidad de Río Tercero no son contradictorias. La población de Río Tercero me ve como a un todo, en cualquier caso podría ser un conflicto, en el caso mío el periodista, el artista, el político, el funcionario público porque lo fui en algún momento (Mario fue secretario de Cultura y Educación en el período 1999-2003)… la gente me ha adoptado como ese gran cronopio, ¿no? He ido haciendo un salvoconducto, me he apropiado de ese personaje de Julio Cortázar, y la verdad que mi temperamento, mi forma de ser, esa cosa tan verborrágica, pero también divertida, ‘opinator’ como soy, la gente me respeta mucho y eso me permite decir cosas, que a veces, desde una posición académica, no se podrían decir.”
-¿Qué tan costosa fue la práctica de llevar esta columna?
- “Lo he hecho como un ejercicio literario, lo tomé con la misma responsabilidad como si fuera un trabajador de un medio de prensa. La prosa te permite el oficio, mientras que la poesía cuando estás yermo, bloqueado, cuando no tenés qué decir es mucho más difícil… y más aún mi poesía, que parece un poco pedante decirlo, pero mi poesía tiene cierto carácter filosófico, sociológico; entonces si no lo escribo desde lo más profundo de mis convicciones, de dolor o de alegría, no me sale la poesía.”
-¿Ese es el motivo por el cual has publicado con cierta distancia en el tiempo? Tu libros “Asumir estatura” apareció en 1986, “Implosión” en el 1996 y “De transparencias y rupturas” en 2003…
- “Justamente ‘Implosión’ nació de aquel momento clave en la ciudad de Río Tercero y es como que hice un recorte, porque formaba parte de otro poemario y lo publiqué breve. Estoy muy conforme con ‘De transparencias y rupturas’ fue premiado en el Círculo de Poetas Iberoamericanos de Nueva York, porque esa fue la primera vez que publiqué un libro con alguna unidad temática.”
-¿Qué podés decirnos de Villa María en relación a tu ciudad natal, Río Tercero?
- “Esa pregunta tiene trampa (me mira y sonríe)… Los riotercerenses admiramos mucho a Villa María, porque le ha ido bien, porque ha apostado a lo que debía apostar: a la educación terciaria y universitaria, ha apostado al río; Río Tercero siempre le ha dado la espalda al río. En cambio los villamarienses se recostaron sobre la rivera, lo quisieron, lo abrazaron, se apropiaron, se amigaron con el río; no le quisieron ganar espacio… uno va por la rivera del Río Tercero, que es el mismo Ctalamochita, pero sin embargo no es la misma sensación. Nosotros tenemos un estigma, es como que aquí (Villa María) se atempera el prejuicio, nosotros estamos muy próximos a la concentración fabril, a todo el polo petroquímico y eso genera una presión adicional a la sordera y a la ceguera de nuestros funcionarios.”
-¿Y en cuanto a lo cultural?
- “Villa María tiene escritores magníficos, como Alejandro Schmidt que ya tiene renombre nacional y como otros grandes referentes. Lo tienen a Carlos Gazzera, que si vas a la Feria de Libro a Buenos Aires lo encontrás hablando de Eduvim y convocando a David Viñas, a grandes. Es lo que nos falta a los riotercerenses como comunidad, pero hemos avanzado también; debo decir también que Río Tercero es más joven, estamos próximos a cumplir 100 años. Yo soy un trabajador cultural desde la década del ‘70, tenía 14 años cuando empecé a trabajar en la Biblioteca Justo José de Urquiza y por primera vez en la historia de Río Tercero aparecía la literatura como un ejercicio artístico. Tuvimos a doña Zoila Acuña, Juan Caballero, un español que vino como muchos extranjeros, porque fue un centro de atracción tanto por Atanor, Petroquímica, Fabricaciones Militares, después en la década del ‘70 con él emerge la literatura con un grupo literario. La primera antología edita que hay, la provocamos nosotros y, en mi caso particular, desde entonces no he parado, publicamos ‘El mirador’ y ‘El mirador II’… Las antologías son importantes por lo representativas que son, pero siempre es invaluable la edición individual, eso le da continuidad al autor, lo compromete; pero somos jóvenes en Río Tercero. Hay buenos valores en las distintas disciplinas, escritores, Vilma Novick, Azucena Gribaudo, Lía Villafañe, Pola Furlani y hay nuevos. Lo que pasa es que no hay continuidad, publican sus libros, pero luego salen contadores o lo que sean. En la pintura también y las demás artes; pero creo que el mayor desarrollo ha sido en lo musical, de alguna manera ya teníamos a Luis Amaya, aquel guitarrista de Mercedes Sosa, tenemos a Pablo Jaurena…
Yo le reclamaba a los candidatos que no pusieran el acento en el cordón cuneta, en la repavimentación, sino que buscaran elementos más simbólicos que nos va a permitir la utopía de la próxima centuria de Río Tercero, para parecernos a Villa María. No han aparecido estadistas de los que necesita la ciudad para dar ese salto cualitativo. Río Tercero, tiene mucho potencialmente, pero tenemos la mala suerte de las explosiones en 1995 que provocó un autoexilio, emigró mucha gente y no nos dimos cuenta hasta que se hizo el Censo, en donde nosotros creíamos veleidosamente que éramos 50.000 y somos 46.000 habitantes.
Resumiendo, tenemos una mirada de admiración hacia Villa María, pero sobre todo queremos emular a esta ciudad.”
-¿Qué significan estas más de dos décadas de radio?
- “La radio es una militancia cultural, creo que hice un aporte a la ciudad en ese aspecto de meterle información de la pintura, del cine… hay gente que es la única información a la que se puede acceder, porque el diario se transforma en la cosa puntal, informativa, despojada… pocas veces hacen una entrevista donde el autor puede desarrollar una estética, plantear su modo de ver el mundo, no se da mucho. En el programa de radio se puede generar una corriente de pensamiento, estos 23 años es un aporte en ese sentido. Ni hablar en el ‘95 ser cofundador de ‘Cauce común’ que era el grupo de artistas que nos unimos ipso facto con ese poema ‘Implosión’ que se canta todos los 3 de noviembre de Río Tercero, para luchar por la justicia y la verdad por las explosiones, porque el arte jugó un papel fundamental. Usamos la metáfora de manera horrible, pero hubo una explosión artística con respecto a las explosiones. Llegamos con una embajada cultural, no queremos solamente la reparación económica, queremos mucho más.”
-¿Qué es la poesía y para quién escribís?
- “Es pulsión, pasión. La poesía es ritmo, música, lo efímero, a veces una sola pincelada en un verso te salva un poema. La poesía necesita tiempo reposo, maceración, tanto para el que la escribe como para el que la lee. No me escribo para mí, pero tampoco escribo para gustar, pero me gusta lo que escribo, porque no podría escribir otra cosa. No lo vivo como un conflicto, no podría decir lo que digo, de otra manera. La poesía tiene muchas lecturas, tiene varias capas y mi poesía me define.”
-¿Considerás que la poesía está desvalorizada?
- “Hay que tener una destreza para la lectura de la poesía, la gente suele decir ‘al Mario lo quiero pero su poesía no la entiendo’, pero cuando se las recito se quedan fascinados. Oralmente funciona, cuando lo leen no. Es más complicado, soy más ‘famoso’ como poeta que como leído. Soy popular por lo que soy, pero no soy popular por lo que escribo; pero nunca lo sufrí. Con la columna de ‘Cronopios’ en el diario, fue la primera vez que la gente me reconoció como escritor, esperaban la columna, aunque hay muchos que no la entienden…”
-¿Cómo es el vínculo que te trajo hasta aquí?
- “Yo llegué a la feria, llamando por teléfono. Esto me lleva a pensar que, en general, no hablo de Villa María
en en particular, nadie hace un trabajo de rastreo. Deberíamos tener mayor fluidez e intercambio entre ciudades como Río Tercero, Río Cuarto, San Francisco y Villa María, por ejemplo. Debería ser un cuadrilátero virtuoso de intercambio cultural y no existe. Los de Río Cuarto no saben nada de lo que pasa en Río Tercero y viceversa… este es un trabajo que debería ser de los funcionarios no de los artistas. Agradezco muchísimo que me abrieron las puertas en Villa María, pero debiera surgir al revés. Todo se maneja de manera individual, debería ser un poco más en grupo. Lo que muchos no entienden es que el arte no es solo tener aptitudes, es un laburo y hay que trabajar.”
Un laburo que Mario Trecek inició en su adolescencia y continúa realizando en su Río Tercero natal, que lo vio nacer y desarrollarse. Ese mismo cauce hoy lo trae hasta estas márgenes para seguir conociendo a un “cronopio” más, de ésos que durante tantos años difundió en su programa.
Otras notas de la seccion El Diario Cultura
La literatura cordobesa está de luto
Viaje al país de la percepción
Casa de tolerancia, "pupilas" y etiquetamiento
Un siglo de cultura en la misma esquina
Surgimiento del municipio local
|