¿Tienen que ser pintores los profesores de pintura, músicos los que enseñan música y escritores los que dan Literatura? Parece una pregunta vacía pero no lo es en absoluto; acaso porque la respuesta ha ido cambiando con el paso del tiempo. Años atrás, la contestación era un categórico “no”; luego empezó a ser un “no necesariamente” y en la actualidad pareciera ser un “sería lo ideal”. Estos entrecomillados no son invenciones de quien suscribe, sino la conclusión de las entrevistas pedagógicas que le ha tocado hacer en los últimos tiempos. Como la realizada a la profesora de pintura del Bellas Artes de la ciudad, Fabiana Romano, quien habló del profesor de plástica como “un artista que enseña”. O como la realizada a Fabricio Valvasori, profesor de la cátedra “violín” del Conservatorio local, quien señalara que “es mejor que te enseñe un violinista que ha tocado de manera profesional porque cada consejo es una iluminación”. Entonces, a la luz de estas declaraciones, la segunda pregunta de esta nota es: ¿necesita herramientas de escritor quien dicta a sus alumnos una consigna de “redacción”? Para Beatriz Vottero y María Fernanda Cano, la respuesta es un categórico “sí”.

s Aprendiendo a escribir

“La idea del seminario fue analizar la historia que ha tenido la institución del taller en nuestro país y de qué grupos literarios se han tomado consignas para trabajar”, comenta la docente y novelista bonaerense. “Pero el punto central fue que los profesores hicieran prácticas en taller como un alumno más. Hubo mucha tarea de producción de textos y de reflexión, no sólo pensando en ellos sino también en la experiencia que pudieran trasladar al aula. Sobre todo cuando hagan escribir a los chicos o les dan a leer literatura”, señala.
Unos 30 docentes de la ciudad concurrieron a este seminario, y al decir de su coordinadora “casi ninguno había tenido experiencia de taller ni había analizado su escritura. Como contrapartida, pusieron muchísima predisposición y se engancharon mucho con las consignas de invención y juego del lenguaje”.
Quizás porque no le bastaba con su carrera de grado para reflexionar sobre su escritura así como tampoco para adquirir herramientas creativas, María Fernanda asistió en los años ‘70 a los míticos talleres “Grafein” formándose nada menos que con Maite Alvarado. Dichos talleres diseñaban consignas lúdicas que apuntaban a experimentar con el lenguaje trabajando con disparadores de los movimientos surrealistas y oulipianos, para luego leer y analizar los procedimientos de construcción de los textos producidos.
¿Influye la experiencia tallerista de un docente en la dinámica de las clases?
-Totalmente. Cualquier docente que haya pasado por experiencias de creación y tenga reflexión sobre su propia escritura, tiene otra mirada cuando entra al aula.
¿Por qué en Argentina no hay título de grado en escritura creativa?
-Porque hay bastantes prejuicios. Muchos creen que un taller es un juego. Pareciera que todo el trabajo de reflexión sobre lenguaje que supone un taller, que toda la teoría, que todo el conocimiento sistematizado, no fuera serio. La única oportunidad que tiene un taller en la Universidad, es para que los chicos aprendan a escribir una monografía, pero no como un incentivo creativo. Y son dos cosas totalmente distintas.

s La “vergüenza” de ser escritor

Quienes asisten a un taller ¿lo hacen porque quieren ser escritores?
-Es muy difícil que una persona diga que quiere “ser escritor”. Son pocos quienes toman esa decisión, aún cuando lleven años de práctica. A veces alguien tiene libros publicados y no dice soy escritor, dice “publiqué un libro”. Pareciera que no se puede decir eso sin sonar arrogante. Es como si lo tuviera que decir otro. Pero, quieras ser escritor o no, el taller te brinda la práctica permanente y sostenida de producir un texto todas las semanas, darlo a leer y escuchar otras opiniones, otras miradas.
¿Se puede enseñar a escribir?
-Se puede y cualquiera puede hacerlo. Es una elección personal que va a implicar un trabajo de lectura, de escritura y de muchas otras cosas como cualquier profesión. Lamentablemente hay una idea instalada en la sociedad donde parece que si no nacés con talento no podés aprender nada. Y es un argumento falso. Muchos grandes escritores han pasado por talleres.
¿Qué se necesita para coordinar un taller?
-Trabajar con mucha delicadeza con la escritura de los otros y no destruir a nadie. Y sobre todo respetar los estilos aunque no sean los que a uno le gusten.
Con varios libros publicados en tu haber, ¿vos decís “soy escritora”?
-Trato de decirlo aunque muchas veces tenga miedo de que piensen “ésta se la creyó”. Pero si esa es mi herramienta de trabajo, si es la cosa que hago hace más de 20 años, si es la actividad que me ocupa el pensamiento todo el tiempo y lo que me hace feliz, pienso que no tengo que avergonzarme.

Iván Wielikosielek
-Especial UNVM-