Casi cinco décadas de vida profesional y 16 elepés producidos, convierten a Santana en una de las bandas dinosaurio del rock internacional. Superviviente de las renovadoras oleadas musicales nacidas en los setenta y los ochenta, tan sólo la figura de su líder, Carlos Santana, proporciona un denominador común a una historia perpetuamente agitada. Nacido en julio del ‘47 en Autlan (México), su padre era hijo de un mariachi.
Carlos pronto comprendió que sus virtudes para la actividad musical podían resultarle de mucha utilidad para una vida sin sobresaltos económicos. Al principio, flirteó con el clarinete y el violín antes de decidirse por la guitarra, cuando corría 1961. Degustó el aire singular de los clubes nocturnos de Tijuana y en 1966 puso los pies en San Francisco (Estados Unidos). Eran épocas en que la psicodelia daba sus primeros borbotones de existencia. Por cierto, en tierras de la América del norte, este mexicano todo coraje y decisión, músico definido por espíritu y condiciones innatas, tuvo que arremeterle a la vida desafiando un sinfín de labores para poder subsistir. Pero Santana tenía la convicción de que los días por venir lo iban a encontrar sobre un escenario o en un estudio de grabación, haciendo lo que verdaderamente le era grato.
Apoyado desde siempre por el aventurero productor Bill Graham, el eximio guitarrista consigue consolidar su banda de acompañamiento durante 1969 y como resultado de esa cohesión de grandes músicos, vieron la luz los larga duración "Santana" (1969) y "Abraxas" (1970), dos placas que los colocaron como pioneros de una caprichosa etiqueta, "latin-rock". Escudados en lo frondoso de un ritmo frenético, apuntalados por teclados y virtuosas guitarras, alcanzaban niveles musicales de verdadera efervescencia sobre un espectacular almohadillado de percusiones. De este modo, el artista latino cautivó a la nutrida comunidad de inmigrantes hispanos e imprimió a su categoría musical, una marcada y efectiva tendencia comercial que rindió sus frutos y que le otorgaba una firme supremacía sobre un heterogéneo conglomerado racial. "Samba pa tí", ejemplo de delectación melódica, fue su tema legendario.
Pero también otros éxitos lo proyectaron a la categoría de "Star-pop", por citar algunos, "Mujer de magia negra" y "Oye cómo va", alcanzando niveles de venta muy productivos. No pocas vicisitudes tiñeron la vida particular del erudito guitarrista, capítulos de su existencia que fueron deteriorando su actividad profesional y, en consecuencia, debilitando la formación de su agrupación. Se sucedieron un sinfín de formaciones, ya sea para giras en vivo o para ingresar a un estudio de grabación, siempre con "Charlie" como figura principal. En realidad, fueron pocos los músicos que pudo retener a partir de 1972, a pesar de su grandiosa producción de Long Play. Podría decirse que el mexicano arrancó su historia musical de manera grandilocuente para posteriormente irse desdibujando. Esto de algún modo deja en claro que con Santana, desde 1975, cualquier tiempo pasado fue mejor.

“Progresivo” por la vieja LV28

Para esta entrega se me ocurrió compartir con los lectores un recuerdo por demás grato para este columnista, ligado a los primeros pasos de la radiofonía local.
Ya desde adolescente, me disponía en casa a ensayar lo que suponía mi futura actividad. Leía en voz alta avisos comerciales y encaraba además la lectura de una o más síntesis de noticias hasta que una noche, mi único hermano (Rodolfo Ghezzi), ya por aquellos años un consumado hombre de los medios locales, me invitaba a presenciar su programa nocturno en LV28 denominado "Progresivo".
Se trataba de un espacio musical que marcó un estilo y que concitó un marcado interés por parte de oyentes locales y de la región. Lo dicho, Rodolfo en la conducción y la "Chiva" Córdoba como operador y musicalizador, fueron pioneros a la hora de hacer radio por la noche. Y yo fui testigo privilegiado de esa experiencia inolvidable y gratificante.
Hasta la próxima...

Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO