Dentro de pocas semanas tendremos nueva conformación del Congreso de la Nación y también en las Legislaturas provinciales o los Concejos Deliberantes municipales. Habrá nuevos legisladores y jurarán “desempeñar con honor sus funciones, trabajar intensa y patrióticamente por la grandeza del país”.
Con seguridad también empezarán a debatir lo que lleva años de intentos y sólo queda en acciones inconclusas o realizadas a medias cuando de poner en orden el tránsito y sus usuarios se trata.
Ilusos
¡Tantas veces se ha dicho que “esta vez sí que vamos a poner en caja la problemática para terminar con las muertes producidas en accidentes!”
Como uno se ha convertido en un ser escéptico frente a tantas promesas incumplidas se teme estar frente a una nueva frustración. “Total, gente hay mucha y si se matan miles de personas no se va a notar...”, pensará alguno.
Hace un par de años tratábamos este tema valorando que algunas provincias (Córdoba es una de ellas) comenzaron a ordenar la problemática y se anhelaba que pronto estuviera todo el país en la misma sintonía.
¡Qué ilusos! Hoy seguimos igual o peor porque se siguen incrementando por miles las unidades que circulan en rutas obsoletas, autopistas con deficiente estado de conservación y señalización y calles de ciudades que se tornan en una jungla cada vez más abarrotada de vehículos. Si a ello le sumamos la impericia, la imprudencia, la ineptitud y la irresponsabilidad de no pocos conductores, fácil es deducir que el caos reina por doquier.
Cada día crece el caos
La disparidad de criterios en la aplicación de medidas preventivas, correctivas o sanciones ejemplares e inflexibles tornan a ese caos algo ya imposible de seguir.
En una provincia rige un criterio, en otra está vigente otro diferente, entre pueblos y ciudades -a veces vecinos- no hay uniformidad de las reglas y nadie, pero nadie, se preocupa por saldar definitivamente esta deuda social. Si hasta hay municipios que se prestan para otorgar registros a quienes se les niega en su lugar de residencia a pocos kilómetros.
¿Cuántas muertes o discapacidades más habrá que contabilizar? ¿Cuántos patrimonios aniquilados deberán ser cubiertos por los seguros? ¿Cuántas cosas se resuelven por la vía de necesidad y urgencia? ¿Cuántas resoluciones de privilegio se tratan sobre tablas? ¿Cuántas situaciones se declaran en emergencia?
¡Ah, claro! En estos asuntos no hay monopolios o privilegios que se disputen entre los actores naturales y así tampoco habrá seguros que alcancen porque las pérdidas irreparables, como las vidas, no tienen precio.
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