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Controles, medicación, dieta, ejercicio, fantasmas. El diabético debe sortear tantas vallas con éxito, que hacen que su desafío necesite de la ayuda colectiva |
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El diagnóstico de diabetes cambia por completo la vida de una persona. Pocas enfermedades crónicas requieren un compromiso tan fuerte y delicado por parte de quien la padece.
La dieta, la actividad física, los controles de glucemia, la insulina, la medicación, forman un entretejido artesanal, de imprescindible prolijidad, y monitoreo constantes si se quiere mantener un adecuado equilibrio metabólico y evitar las tan temidas complicaciones crónicas.
El fantasma de la ceguera, la diálisis y las amputaciones se cierne sobre el paciente y su familia como una amenaza lejana, pero siempre presente.
Todo ello inmerso en una cultura en la que el comer “mucho” y “de todo” es visto como ingrediente obligado de la calidad de vida, las reuniones laborales o sociales, las fiestas, viajes, fines de semana, etcétera. Los variados productos de panadería, las gaseosas, snacks, hace tiempo se instalaron en las compras familiares a pesar de no ser necesarios y de poseer conocidos componentes nocivos para la salud, como un exceso de sal y grasas, azúcares refinados y numerosos aditivos. No obstante, una invasión de programas culinarios en los medios de comunicación presentan a toda hora manjares suculentos que no resistirían el menor análisis nutricional.
El infinito universo de las golosinas y productos gastronómicos “quiosqueros”, de llamativos envases y promocionados por personajes bellos y famosos del cine, la televisión y el deporte convierten a la dieta del diabético en una utopía.
Los beneficios del ejercicio físico, tan indiscutibles y también de creciente popularidad, son percibidos a veces como una carga para quien debe practicarlos como parte de su tratamiento y no como una opción recreativa saludable.
Los múltiples pinchazos en dedos, brazos, abdomen y piernas, varias veces al día y “para siempre” exigen un esfuerzo especial de adaptación por parte del paciente y su familia, ya que el dolor, aunque leve, es real y repetido.
Los síntomas de hipoglucemia o de hiperglucemia, su contraria, a veces se suceden confusamente o se mimetizan, desafiando a todos a sacar cuentas sobre “¿qué comí?”, “¿a qué hora me controlé?”, “¿cuánto corrí o bailé o trabajé desde mi última comida?”, etcétera.
Visto este panorama, impresiona la diabetes como una condena irremediable, limitante de las expectativas de una vida “normal”, y su control como un sueño imposible de alcanzar.
Pero no es así.
- El primer aliciente que encontramos es que la diabetes moviliza al paciente y a su familia a investigar, informarse y conocer, no sólo de su enfermedad, sino también muchos mecanismos biológicos, calidad y variedad de alimentos, posibilidades de recreación, funcionamiento de aparatos electrónicos personalizados, etcétera. Esto incide positivamente sobre su capacidad intelectual, su cultura general, su madurez y sus procesos de razonamiento y organización mental.
- El complejo esquema de su tratamiento promueve un estilo de vida saludable aplicable a todo el grupo familiar y al entorno del paciente, induciendo a opciones claramente superiores en los hábitos higiénico-dietéticos.
- La disciplina necesaria para lograr un adecuado control metabólico se extiende naturalmente a otros aspectos como el trabajo, el estudio, el deporte, el arte, promoviendo la responsabilidad, el autodominio, la transferencia parcial del placer hacia los planos superiores del intelecto y del espíritu, logros claramente deseables para toda persona.
- Hay suficiente evidencia científica que demuestra que el tratamiento correcto es efectivo en el retraso indefinido de las complicaciones crónicas y brinda al paciente una calidad de vida confortable y plena, permitiéndole concretar sus proyectos personales y desempeñar cualquier actividad.
¿Dónde está el secreto?
En no intentarlo solos.
La diabetes es para enfrentarla en equipo.
- Un equipo familiar que colabore directamente con el paciente, tanto en los aspectos prácticos como confeccionar el menú, hacer las compras, sacar turnos, ayudar con el monitoreo, supervisar la colocación de insulina, como acompañar con alegría una caminata, bailar, consolar, comprender.
- Un equipo profesional capacitado, disponible, coordinado, sólido y coherente, que brinde asesoramiento de calidad, actualización permanente de las posibilidades terapéuticas, contención, recursos técnicos y esperanza cierta al paciente y su familia.
- Un equipo sociopolítico que permita el acceso a los servicios de salud, oportunidades laborales, educacionales y de desarrollo integral de todos los aspectos de la persona diabética. Asimismo, una población informada y solidaria brindará espontáneamente contención al diabético en todos los ambientes.
Finalmente, el apoyo a la investigación permitirá, en un futuro cercano, avances en el abordaje de esta entidad, verdadera “pandemia” de este nuevo siglo.
La diabetes desafía un estilo de vida consumista y sedentario, y nos invita a repensar nuestros hábitos, modas y costumbres, y hasta la administración de nuestro presupuesto.
Fuente: equipo del Procordia, Hospital Regional Pasteur. Tel. 4619138
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