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Fontán dirigiendo una escena de “Elegía de abril” |
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Hoy a las 17 el realizador Gustavo Fontán sostendrá un intercambio con los alumnos de la carrera universitaria local de Diseño y Producción de Imagen y a las 21.30 se proyectará en la sala de la medioteca su película "Elegía de abril" con alumnos del Inescer, y espectadores en general.
Gustavo Fontán nació el 24 de diciembre de 1960 en Banfield. Se graduó en Licenciatura en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y realizó estudios de Dirección de Cine en el Centro Experimental de Realización Cinematográfica (ENERC).
Sus películas indagan en los cruces cine-literatura y ficción-realidad, han participado en numerosos festivales en el mundo y han sido objeto de estudio en distintas Universidades. Entre ellas podemos mencionar El paisaje invisible (2003) El árbol (2006), La orilla que se abisma (2008), La madre (2009) y Elegía de abril (2010).
Como docente, se desempeña en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ y en la Facultad de Bellas Artes de la UNLP. Fuera del país ha dictado conferencias, talleres y seminarios en Universidades de España, Italia y Estados Unidos.
Ha publicado los libros de cuentos Los días vacíos (1990), La voz del sospechoso (1993) y Pasto del Fuego (2008).
Intermediático
Según comentó el crítico Eduardo Russo, "a través de diversas formas artísticas Gustavo Fontán trabaja en la poética y la ontología del cine. Su obra como cineasta, poeta y dramaturgo circula en un ámbito intermediático. En El árbol se extiende entre la ficción y el documental; en El canto del cisne ensaya sobre poesía y locura, armado de dos condiciones fundantes: espera y paciencia. La soledad, el paso o el peso del tiempo se alivian en la serena contemplación, como también ocurre en El paisaje invisible.
Alguna vez Fontán señaló el impacto que sobre él tuvo cierto propósito de R. W. Fassbinder: no hay que hacer cine sobre las cosas, sino con las cosas. Aunque de un film a otro sus senderos parecen bifurcarse, de pronto convergen de modo tan inesperado como necesario. Si La orilla que se abisma parte del documental hacia esa poiesis de la mirada y la escucha que implica filmar (o presenciar) una película, La Madre postula su bella y delicada vocación ficcional. A su vez, la más reciente Elegía de abril —como El árbol y en camino a la trilogía que completará La casa— ópera con los mismos fundamentos espectrales de la imagen y los bordes de la ficción en el cine. En tiempos afectos a estrépitos diversos es ésta una obra excepcional, inclinada al susurro y de rara consistencia, que requiere el más atento cultivo y cuidado por parte de sus espectadores”.
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