“Dice la historia que pocos artistas en el mundo pueden abarcar en la totalidad de su obra, todas las ramas del arte. Pero existió en estas márgenes del río Ctalamochita, un artista singular que abrazó con su vida a todos los ámbitos de la cultura. Se llamaba Armando Fabre, escultor reconocido, que con sus obras magníficamente logradas, enclavadas en ambas márgenes del río, supo engalanar el paisaje de ambas villas.”
Palabras de Susana Pivetta, ex alumna del taller literario del Ateneo La Posta y profesora en lengua castellana.
El Ateneo realizará el sábado próximo, a las 19, un acto de recordación del artista plástico villanovense, en su sede de Deán Funes 1191, en el marco de las celebraciones por el 185º aniversario de la ciudad.
Pivetta especificó que las obras del artista llegan a entre veinte y cuarenta piezas, que lograron traspasar las fronteras del país. Citó entre las más reconocidas por los vecinos de la zona a “Capitán de los Andes”, en la plaza homónima y “El Indio Pampa”, ubicada en el ingreso a Chazón. En el Parque Municipal, en tanto, están los monumentos a la Madre y al ex presidente Hipólito Yrigoyen.
“Cultivó la pintura, gustaba de la literatura y la música y en especial de la historia. Escribió relatos a modo de anécdotas, contando la Villa Nueva de antaño”, apuntó la docente.
Pivetta lo conoció en 1995, cuando él se había inclinado a “estudiar exhaustivamente cada detalle de los procesos constituyentes de su historia local”. Fabre era presidente del Ateneo y concurrió a las escuelas primarias a dar charlas sobre la historia local. “En una de ellas escuché y comprendí, por primera vez, la participación importante que tuvo mi ciudad en la historia de la región y el país”, resaltó la profesora.
“Desde ese día, empecé a mirar diferente al suelo que pisaba, a la arena del río donde nadaba. Sólo un hombre de gran sabiduría podía transmitir tanto conocimiento en tan simples palabras”, aseguró. Ella también participaba de los talleres literarios para niños que dictaba Carlota Moreno y así “comencé a descubrir el gran patrimonio cultural que guardaba mi ciudad y esperaba ser develado”.
“Fabre recibía en su casa a todos los niños del taller, con el corazón y los brazos abiertos, brindándoles sus tesoros y haciéndoles partícipe de ellos. Mientras escribíamos, él tocaba el piano. En otros encuentros, nos instruía en historia local, haciendo uso de fotografías, libros y pinturas. Junto con su esposa nos esperaba cada tarde, con los oídos atentos a nuestro afán de conocimiento, el cual a los 11 años era grande”, reveló Pivetta a EL DIARIO.
“Su voz fraterna nos transportaba a otros tiempos; sus relatos que se basaban en no más recursos que su cultivada memoria, como el gran Homero, nos recitaba con sumos detalles todas las vicisitudes que sobrevivió nuestro pueblo, describiendo con su voz la forma de vida de esa Villa Nueva de tranvías y hermosas casonas, de caudillos y matreros”, indicó.

“Nos enseñó a sentirnos orgullosos”

Susana dice que el artista “nos enseñó a valorar cada pieza que conformaba nuestra historia, a reconocer cada piedra y el porqué de su existencia, pero sobre todo, a sentirnos orgullosos del suelo que pisamos, amar el aire que respiramos”.
“Como los grandes Aedos, dibujó con su voz guerras, tragedias, romances de un pueblo que a veces parece inmóvil al paso del tiempo, como una bella postal. Con sus manos nos regaló bienes estéticos que lo sobrevivieron; con sus enseñanzas iluminó con su mirada gris todas las inquietudes que sólo un gran orador puede responder”, recalcó.
Y aseveró: “Sólo los grandes maestros abarcan todas las ramas del arte y del saber. Fabre las abrazó y las llevó a todos los ámbitos de la sociedad. Se ocupó de dejar un legado en el tiempo; sembró en la mente de niños como yo, la semilla del conocimiento y el amor por la cultura.”
“Sólo pocos sabios conocen la fugacidad del tiempo y la corrosión de los ideales poco fundamentados. Es por eso que en 1993 dio el nombre Memoria sin tiempo al reloj situado en la otra orilla del río, haciendo mención al genocidio ocurrido en la última dictadura militar. Consciente de la capacidad de la memoria de un pueblo para transformar su presente y su futuro, nos enseñó que una ciudad únicamente puede mantenerse soberana si camina hacia el futuro reconociendo su origen, su legado”, concluyó Susana y añadió: “El 27 de octubre de 1999, el Homero de este río se fue a recitar historias a la inmortalidad, sabiendo que su mensaje continúa no sólo en sus obras sino en todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo. Como algún día sentenció: La materia se pierde, el espíritu perdura.”