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Piedra, Vergnano, Chirino y García por Raúl Olcelli |
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Escribe: Jesús Chirino
La historia de un lugar no se construye solamente a partir de documentos escritos, así como el pasado real de una comunidad tampoco reside, de manera necesaria, en las letras de molde. Por ello es importante recabar testimonios orales de quiénes vivieron los hechos que se intentan relevar, a esto se debe que presentamos la visión de vecinos del barrio San Martín acerca de la historia de esta populosa parte de Villa María.
Alambrados
El nombre de Jorge F. Acosta Olmos, propietario que realizó el primer loteo de tierras en el sector, es una figura de cierto peso en el recuerdo de los habitantes con más años de residencia en el barrio San Martín. Por ello entrevistamos a antiguos vecinos del barrio. Uno de ellos, Pedro Piedra, nos cuenta que cuando él llegó al barrio el que vendía los terrenos “era un militar, un teniente o un capitán del Ejército que era don Jorge F. Acosta Olmos. Cuando yo vine a vivir a este barrio en el año cincuenta y seis, cincuenta y siete”. A Pedro le llegan los olores de hace más de cincuenta años y recuerda cuando siendo niño junto a Federico se ganaba unos pesos. En los ojos le vuelve el reflejo de niño travieso y sus palabras cuentan aquel tiempo “el viejo éste nos daba para que regáramos esos eucaliptos que eran así de chiquitos” y hace un gesto marcando una distancia de un metro entre su mano y el piso. Aún quedan algunos pocos de esos árboles, la mayoría han sido devorados por el avance de las construcciones.
Pedro recuerda bien esa época remota, dice que es uno de los “primeros habitantes de este sector del Barrio San Martín”. Antes, nos aclara, “desde la ruta pesada para acá era todo campo. Mi papá tenía una casa del otro lado -de la calle tropera actual Porfirio Seppey- y la vendió, con eso compró acá. Hasta que se hicieron la casa mi papá compró una casilla donde vivimos unos cuantos años. Cuando hizo la casa terminó vendiéndola, después compró este otro terreno”. La casilla que describe era “de madera con ruedas de fierro (sic), de una sola habitación”.
En relación al barrio no dice “antes, el verdadero nombre que le puso el viejo era Villa Venecia. En la calle Tucumán, más o menos a tres cuadras de la ruta pesada ahí tenía el cartel. A su vez el viejo había puesto un alambrado por todos los terrenos éstos, es decir que los tenía como animales, los tenía como encerrados. Ahí había un portón al que le echaba llave cuando se iba a Córdoba, hasta que un día, cuando se juntaron más vecinos…” y comienzan a sumarse nombres de quienes llegaron al barrio “los García, Luciano Peralta, mi papá…” y tantos otros. Según cuenta Pedro los pocos vecinos de entonces un día no quisieron vivir más detrás del alambre y decidieron voltearlo. El recuerdo le provoca risa y con el habla entrecortada dice “el día que vino el viejo y encontró todo el alambre en el suelo, huy quería matarlos. No podía ser que, porque él estaba en Córdoba, hacían lo que querían. Bueno así hicimos hasta que el viejo dispuso de no alambrar más. Esa fue la historia del barrio, después una comisión del Centro Vecinal, creo que ellos fueron, estaba mi papá, don Oviedo, Guzmán, le cambiaron el nombre. Hicieron la placita y le pusieron barrio San Martín y ahí pusieron el busto de San Martín en la esquina de 17 de Agosto y Tucumán”. Acerca de la colocación del busto del prócer hablaremos en una próxima nota pues es una historia que tiene sus ribetes interesantes.
Pedro también habla de los primeros vecinos que recuerda en el momento de la entrevista, así nombra a “Nieva, los Chirino, los García que cuando vinieron pusieron campamentos de ladrillos, tanto el Elso como el Muñeco, don Pedro Racaro”. Luego se hace un silencio, parece que intuye que algunos nombres le han quedado en los pliegue de la memoria.
El cartel
María Chirino es un hombre alto, con el color de la tierra fértil, tiene ochenta y seis años de edad y llegó al barrio en 1952, “cuando estaba loteándose el barrio. Acosta Olmos loteó. Puso eucaliptos, algunos han quedado de los que plantaron mi hermano Federico (el mismo que referenció Pedro) y Evaristo. Fue por el año cincuenta y dos, o cincuenta y tres…” y vuelven a surgir nombres de los primeros vecinos del barrio. Esta vez se suma el apellido Chiaramelo.
(Continuará el
próximo domingo)
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