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La artista de Arequito se presentó junto a su banda y su hermana Natalia Pastorutti |
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Si alguien todavía cree que Soledad Pastorutti es una jovencita que sólo revolea ponchos con frenesí y enfrenta los escenarios con típicas bombachas gauchas, está un poco desactualizado o se ha quedado encantado con aquel estereotipo de los albores de su carrera.
Ahora, “La Sole”, como se autodenomina en una suerte de identificación en tercera persona, se erige como una verdadera y absoluta dueña del “timing” (o sincronía) con el público, producto de su probada vocación como conductora televisiva e incluso de eventos masivos (recuérdese que años atrás fue una de las animadoras del Festival de Peñas, junto a Rony Vargas).
La artista de Arequito impuso su gracia, unas cuantas dosis de generosidad y su característica cuota de carisma en el espectáculo “Canciones a la carta”, el cual ha recalado el domingo por la noche al Teatro Verdi.
Junto a su ampliada y solvente banda de acompañamiento y a su hermana Nati Pastorutti, “La Sole” ofreció un concierto dividido en dos partes que pretendió, por un lado, presentar los temas de su disco “Vivo en Arequito” y, por el otro, montar un set de canciones a través de un singular sistema interactivo de elección.
El formato teatral fue inteligentemente aprovechado por la cantante. Primero, al decidir ceder un menú de 29 obras al público, en el cual se debía seleccionar al ingreso de la sala (las opciones se establecían como “Entrada”, “Plato principal” y “Postre”). Y segundo, porque sorteó las propuestas de los espectadores para que aquellos “afortunados” pudieran escuchar sus preferencias sentados a su lado, en una suerte de living, ambientado con mullidos sillones y hasta un equipo de mate.
En ese juego azaroso y fático (de contacto) se logró apreciar “Cautivo de Til Til”, la clásica “Pilchas gauchas” (ambas para dos fanáticas que la siguen a todas partes), “Luna cautiva”, “Zamba para olvidar” (con el agregado de una coreografía improvisada a cargo de la espectadora sorteada y su bailarín), “Desde algún lugar” (tema de su autoría, dedicado a la partida de su abuelo) y “Mi verdad” (también esgrimido por su pluma). Por supuesto que no faltaron sus piezas más alentadoras como “Tren del cielo” y “A Don Ata” (allí sí, con arenga al revoleo).
El dato negativo resultó la poca venta de entradas (cercana a las 150 localidades), por lo cual el resto de la platea que se encontraba semiocupada fue integrada por tickets regalados a último momento.
Juan Ramón Seia
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