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3 de Noviembre de 2011
María “Stella” Riccio, monja misionera que trabajó en Villa María en una dura época
El homenaje a una luchadora
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María abraza a una niña al término de la misa en Benavídez

El pasado sábado, en un templo del Gran Buenos Aires, la monja misionera María Riccio fue homenajeada por sus 50 años de labor.
En la capilla San Antonio, de la localidad de Benavídez, fue celebrada una misa de acción de gracias por el medio siglo de consagración a la vida religiosa de la mencionada monja, que vivió en Villa María durante la década del ‘70.
María “Stella", tal como la bautizó el cardenal Ruffini, creador de la Congregación Asistentes Sociales Misioneras (ASM), hoy tiene 77 años de edad, y reside en Benavídez, su último destino luego de recorrer nuestra ciudad, San Fernando, Rafaela y otras poblaciones.
En su estancia en Villa María, la ASM participó de la creación de la Escuela de Servicio Social del Instituto del Rosario.
Riccio nació en Palermo, Sicilia, y en su infancia alcanzó a vivenciar los horrores de la Segunda Guerra Mundial: su propia casa fue destruida por un bombardeo.
"Ese tiempo terrible, en que vi y viví tanto dolor me abrió una visión del sufrimiento humano", comentó a EL DIARIO la veterana religiosa, quien es reconocida por sus pares como una persona de profundas convicciones sociales y enérgicas acciones en defensa de los más desprotegidos, en particular de las mujeres golpeadas.
Se graduó de maestra, y luego en Servicio Social, aunque su vocación era ser actriz teatral. En el instituto donde estudió, creado por Ernesto Ruffini, éste la convenció de dejar las tablas, porque "en la vida consagrada serás una gran estrella (stella)".
La ASM llegó a Villa María en 1967, luego que el obispo local, Alberto Deane, conociera de su existencia por boca del mismo arzobispo Ruffini, a quien entrevistó en el Concilio Vaticano II. El italiano sostenía en aquella época que las misioneras debían poblar nuestro continente, porque "un día será América Latina la que evangelizará a Europa".
La obra en Villa María de María “Stella” -quien arribó años después- y su grupo fue vasta: además de dar clases en la Escuela de Servicio Social formaron grupos juveniles, trabajaron en el Hospital Pasteur, con familias que vivían en los vagones ferroviarios, con hogares sustitutos y con boy scouts, entre otras actividades.
Pero sería esta labor amplia la que a la postre determinaría su alejamiento de Villa María. María “Stella” recordó que "a nuestras reuniones juveniles no sólo concurrían católicos, sino de otras confesiones, e incluso ateos, de todas las orientaciones ideológicas. Esto, luego del golpe de Estado de 1976, fue advertido por los servicios de Inteligencia, y una madrugada nos golpearon la puerta con la culata de un fusil. Cuando abrí, me encontré con dos carros de asalto y con soldados tirados en la vereda apuntándome. Nos allanaron la casa, que quedaba en Estados Unidos 9, y nos trataron bastante mal. Fueron dos horas que nos parecieron eternas".
"Al día siguiente, vino el obispo Alberto Deane y nos pidió que nos fuéramos de la ciudad", evocó.
Las ASM, cabe mencionar, pertenecían en esa época, a un grupo de renovación dentro de la Iglesia Católica, que se denominada "El Tambo", acorde con las ideas del encuentro de Medellín, y que componían además sacerdotes claretianos de Córdoba, monjas franciscanas de nuestra ciudad y varios laicos. Dicho grupo fue también objeto de persecuciones.
El éxodo de religiosas ASM incluyó además de Riccio, a María Jesús Domínguez, María Isabel Trébol y Amancia Pérez, quienes recalaron en San Fernando, Buenos Aires, en la obra de Don Orione.
Riccio se dedicó especialmente a formar centros de refugio para las mujeres golpeadas: "No soy una revolucionaria ni siquiera una feminista, pero siempre he sentido la necesidad de ayudar a la mujer. Ella tiene algo muy fuerte en su espíritu que es necesario recuperar, cuando se dan situaciones de violencia. Pienso que la mujer debe complementarse con el varón, nunca entrar en contradicción".
"La más pobre, la más destruida de las mujeres, si recibe una mano de la sociedad, puede brindar mucho de sí", afirmó la monja.
El sábado por la tarde, en la misa de acción de gracias que celebró el sacerdote Hernán Bonsembiante, diversas personas hablaron en nombre de las comunidades argentinas en donde Riccio actuó: por nuestra ciudad habló la asistente social Betti Ghiano, ex alumna de Riccio.

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