Algunas cosas que me preocupan de este entusiasmo -según encuestas publicadas- por la legalización del aborto en Argentina son:
La posibilidad de abortar los fetos en los que se registren diversas anomalías, de lo que se deduce que bien podrían matarse los seres humanos que no cumplan los estándares de normalidad, ya que no tienen derecho a nacer, ¿por qué tendrían derecho a vivir? ¿no es cierto? Así que, en esta lógica, habrá que ir preparando los mataderos -los nazis ya lo hicieron, hay en donde tomar ejemplos-. Pero bueno, es sólo el 45% de la población la que estaría de acuerdo con que se mataran los fetos que presentan equis cantidad de anomalías. Luego se podría avanzar valorando el color del cabello, los ojos, la estatura y así.
La eutanasia precede o procede al aborto en el campo de la pena de muerte, según se aprende en cualquier libro de historia.
Me queda la sensación de que se atacan -con esto del aborto- los efectos y no las causas, a saber: la miseria, la ignorancia, la inequidad… Quedó preñada la hembra y no tuvo con qué, con quién, etcétera y dale, matemos.
Cuánto saben los abortistas de la secuelas que provoca en una madre (porque supongo que, todavía, cuando una mujer está embarazada es madre) esta decisión de matar, a menos que esta madre (o mujer embarazada) sea científica e investigadora y logre considerar si hay un ser humano en el momento de la concepción o un mes, dos o tres meses después. Es preciso definir qué entendemos por ser humano ya que, si el cerebro termina de cerrar los circuitos del pensamiento abstracto cerca de los 25 años, podemos deducir que el ser humano no lo es, plenamente, hasta esa edad (un cuarto de siglo) o, con menos rigurosidad, hasta que aprende a hablar, controlar esfínteres o procurar su alimento…
Es curioso que los abortistas estén, en general, en contra de la pena de muerte pero a favor también de la eutanasia.
Una de las consecuencias de la eutanasia es la de los derechos sucesorios… desenchufemos al abuelo así agarramos pronto… desenchufemos al indigente que la electricidad está cara… Por supuesto que no se plantea así, por ahora; se abre la puerta mediante un artículo equis de un código ídem, al derecho de matar.
Para oponerse a este derecho que el pueblo argentino desea concederse no hace falta ser católico, ni siquiera cristiano, se precisa nomás cierta empatía con la especie humana (de la cual sólo el 25% reside en Occidente), haber sentido el poder de los vínculos, parentales, amicales o lo que sea.
Otra de las cosas que me preocupa de este entusiasmo por matar es lo definitivo.
¿Quién va a matar? ¿la ley? ¿el deseo? ¿la moda cultural? ¿el Estado? ¿el médico? ¿la carencia? Y si es preciso duelar, ¿qué se va a duelar? ¿el milagro de la concepción? ¿lo que murió sin nacer? ¿lo casi? ¿el accidente?
Por lo general me divierte o distrae la ignorancia ambiente, para no mencionar la inopia de aquellos que opinan en los medios… Sí, me aflige el silencio ante estos proyectos de eugenesia por parte de los supuestos intelectuales, legalistas, almas sensibles de las ONG y gente por el estilo. El silencio o la fervorosa ceguera ante decisiones o proyectos que tocan la esencia y la existencia de aquellos que somos o creemos ser.
Ni las estadísticas ad hoc, las retóricas “progres” (que, irónicamente, ya eran anacrónicas en el Siglo XIX), el embrutecimiento colectivo, la peste emocional y otras circunstancias de la época, ocultarán jamás lo que nos define como especie, vertebrados superiores, mamíferos o el sinónimo que prefieran.
“La vida quiere”, decía Nietzche y así es, la vida quiere… vivir.
Alejandro Schmidt
Villa María, 2 de noviembre de 2011.
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