Alberto Juan "El Mono" Vizueta tiene 67 años y hace 51 que vende discos de vinilo, casetes, magazines, cd's, dvd's y otra vez vinilos, según pasan los años, las modas, la tecnología. Y desde 1971, desde hace exactamente cuatro décadas, está enfrente de la plaza Centenario, en la primera cuadra de la calle General Paz. Son 51 años en una actividad, 51 años de buenas y malas, de bohemia, de noche, de inventar un negocio que apenas si se animaba en la Villa; 51 años de encantos y desencantos, de tango, jazz, folclore y los clásicos internacionales. Toda una vida.
Mientras nos traen, a él un cortado, al fotógrafo, otro y a mí un café, la pregunta explota sobre la mesa a quemarropa y sin anestesia: ¿Cómo sobrevive alguien que vende música en estos días de piratería a pleno, de bajadas de Internet, de copias de cipias?
La respuesta no se hace esperar, casi que choca con la pregunta, con la misma contundencia: "Vendiendo artículos originales, de buena calidad. El que busca a Los Beatles, busca a Los Beatles, y paga lo que tiene que pagar. Y con eso se sobrevive. No te vayas a creer que es para llenarse de plata, pero... el márgen siempre fue el mismo, el 28%, a veces rinde más que otras”.
Llegan los cafés.
“El Mono" cuenta que empezó a vender música a los 17 años, en Burmeister & Lamberghini, de ahí, se fue a Córdoba, a Vértice Musical, como subjefe. "Le armaba el programa a Enrique Del Campo, quien salía por Radio Universidad: Resonancias Musicales. Yo le daba los discos que tenía que poner y en qué orden, para promocionarlos. Me acuerdo del primer simple de Salvatore Adamo. Le dije a mi jefe: ‘El lado A’. Los dos lados eran buenísimos. Le hice escuchar el lado B y le pregunté: ‘¿Y?, ¿cuál?’ ‘El que vos dijiste’, me respondió. Y fue número 1".
“El Mono" la tenía clara.
De Vértice Musical, Córdoba, pasó a Burmeister, también de "La Docta", ya como jefe y de ahí, a Feria Musical, en la misma capital provincial, ya como jefe.
"Vivía en una casa de estudiantes y tenía tantos discos que hacíamos las fiestas con esos vinilos. Y perdí cualquier cantidad...", rememora.
"Un día me llama el dueño y me dice: 'Vas a salir con unas 20 estudiantes, jovencitas, a promocionar discos, casa por casa. Elegilas vos'. Y yo le retruqué que no, que quería venirme a Villa María a poner una casa de venta de discos, pero no tenía plata. 'Para qué están los amigos', me dijo y me ayudó a armar el negocio, con bateas y armarios que él tenía en desuso y discos en una especie de consignación. Y así llegué acá, al frente de la plaza. Puse el bafle afuera. Fui el primero en sacar los bafles a la calle, para atraer a la gente. me acuerdo que paraba el ómnibus de Villa Nueva en la plaza y la gente se cruzaba y me decía 'dame eso, ese y ese'. Y las chicas que venían a casa Etam...”
Despertaba la década del '70. “El Mono" tenía 21 años.
"Vendía muy bien. Los años '70 fueron muy buenos para mí. Me compré la casa y el auto", dice.
Pero así como le llovían flores, en aquel "flower power" tardío de Los Beatles, Los Gatos, Pink Floyd y Sui Generis (amen del gotán, las zambitas andariegas, el cuarteto y Frank Sinatra), alguna de esas flores eran "claveles".

Borrón y cuenta nueva

"Me acuerdo que tenía un bibliorato lleno de facturas, de gente que me debía, amigos y otros no tanto, en fin... un día me levanté con la "viaraza" (que en el lenguaje de Chespitito sería la "chiripiorca"), agarré el bibliorato, saqué el encendedor del bolsillo y lo quemé. Al diablo las deudas, todos en cero. Borrón y cuenta nueva".
Un bohemio, “El Mono".
"Yo fui el primer disc-jockey, bah, en esa época no se llamaban disc-jockey, era pasa discos o pone discos. Y yo ponía discos con dos Winco en la confitería El Grillo, en la Galería Goldberg. Bajaba el volumen de uno y subía el volumen del otro disco que entraba. Y también en la confitería Libou. En esa época no pagaba en ninguna confitería. Me veían y me decían 'Eh, Mono,vení´. Es que le proveía música a todos".
-Si mirás para atrás ¿te imaginás haciendo otra cosa que no sea vendiendo música?
"No. Siempre me gustó la música, mucho. Cuando era chico, en mi casa no había radio, no teníamos radio. Pero mi tía, que vivía al lado, sí tenía. Entonces yo esperaba que ella no la usara más, a la noche y se la pedía prestada para escuchar música. Yo tenía ocho años en esa época. Después, falleció mi papá. Y aunque mi mamá cobró una buena plata, pasó como un año y medio antes que la cobrara; así que el carnicero, el verdulero y el almacenero le fiaron todo ese tiempo. Me acuerdo que tenía tres libretas, anotando durante un año y medio. Y el día que cobró, fue y le pagó a los tres, y con la plata que le sobraba compró una radio y una bicicleta, para mí y para mi hermano. Yo estaba enloquecido con la radio, así que te podés imaginar lo que significa la música para mí".
Un apasionado, “El Mono".
Sergio Stocchero