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Ballas, ayer, en la cafetería de EL DIARIO |
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Comenzó a atender hace poco más de tres años, cuando el gremio de los trabajadores de la industria láctea le cedió uno de los consultorios de la obra social... Y durante la semana que concluye llenó la ficha número cien con los datos del “asistido” (como él los llama) número cien...
-¿Cómo te sentís con todo esto?
-Bien, aprendiendo cada día de mis asistidos y en función de eso tratando de mejorar el abordaje de la problemática. Hemos formado todo un equipo, porque el tema lo requiere cada vez más.
-¿Quiénes integran ese equipo?
-Están la psicóloga Luciana Beletti, el psiquiatra Gustavo Garello, el toxicólogo Ricardo Racca, la trabajadora social Costanza Bencid y yo, que soy terapeuta de calle por la Universidad del Salvador y después hice otros cursos más en la Universidad Nacional de Córdoba... Creo que vamos a funcionar muy bien y, además, yo estaba desbordado. Empecé a atender lunes y viernes, después agregamos los martes y los jueves porque había días en los que llegaba a asisitir a doce personas...
-¿Creció el problema?
-Yo dije hace casi diez años en una nota con EL DIARIO que se vendía droga en la puerta de los colegios y se armó un lío bárbaro. Ahora lo dicen en EL DIARIO las directoras de los colegios...
-¿Qué creés que se debe hacer?
-Las drogas son la epidemia actual y del futuro. Y la prevención es fundamental. Ojo que no se trata solamente de pegar afiches, es mucho más profundo que eso. Hay que involucrar a toda la comunidad. Hay que formar jóvenes líderes comunitarios que multipliquen el mensaje, hay que hacer talleres para que aprendan también los padres, los docentes...
-¿Qué porcentaje de adictos se recuperan con las terapias?
-Con los datos propios te diría que cuatro de cada diez. Pero seguramente habrá quien diga seis de cada diez y quien diga tres de cada diez. Depende.
-¿Cómo encaran el tema en tu consultorio?
-Mirá, al que llega a buscar ayuda no hay que sacudirle la cabeza, sino que por el contrario, hay que empezar por comprenderlo y por darle afecto, que es lo mismo que tiene que hacer una familia que se encuentra de repente con este flagelo en su interior.
-¿Y después?
-Una vez que tenemos una suerte de diagnóstico hay que proponerle caminos, nunca imponerle. Entonces de común acuerdo se comienza un trabajo también conjunto, una terapia que se realiza dos veces por semana durante seis meses. Se necesitan seis meses sin consumir. A partir de allí son terapias grupales una vez por mes.
-Me decías que la recuperación depende... ¿de qué depende?
-De la voluntad propia, de la contención familiar. No sabés lo importante que es que la familia se haga cargo de la enfermedad que tiene en su seno. Después, bueno, hay cuestiones de tiempo, metas, que si las vas alcanzando, vas avanzando...
-¿Como cuáles?
-Bueno, el organismo se desintoxica en cuatro meses, pero limpiarlo puede llevar dos años o dos años y medio. Recién allí podemos tener una relativa tranquilidad. Aunque cada etapa superada es un aliciente para todos.
-Supongo que tenés momentos de frustración cuando algo no funciona como vos esperás...
-Y sí. Había días en que terminaba fulminado. No me podía despegar de las historias que escuchaba, que atendía. Un día “la Tana” (su señora) me estaba esperando cambiadita para ir a tomar un café y yo no me sentía bien, pero no quería decir nada, porque ella se bancaba los horarios y todo eso... Bueno, del café me tuvo que llevar a una clínica con un fuerte dolor en el pecho. Y me dijeron que era angustia y estrés. Entonces me fui a Bell Ville a ver al doctor Rosas, que es el que me recuperó a mí, para ver cómo hacía para separar las cosas. Y me dijo: “Gustavo, cuando el paciente cierra la puerta el problema se tiene que ir con él, lamentablemente es así. No se puede quedar en vos, en el consultorio. A nosotros en la facultad nos enseñaron a separar las cosas y vos tenés que empezar a hacerlo, porque si no lo hacés vas a terminar hecho pelota”. El me enseñó a tomar las precauciones y a estudiar un poco más a quien viene realmente con ganas de curarse y quien viene para que los padres lo dejen “en paz”.
-¿Son generalmente jóvenes? ¿Pertenecen generalmente a una clase social?
-Hay de muchas edades y me tocó atender a un profesor universitario que venía desde Córdoba capital, a un futbolista internacional, a un peón de albañil, gente de Santa Fe... De todo tipo... Y todos los días tengo además que tratar a un ex campeón mundial de boxeo al que mantengo cortito...
S.V.
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