Pocos cineastas del mundo (y casi ninguno en la Argentina) le han dedicado tantos filmes a los escritores como Gustavo Fontán. Basta recordar títulos como “Marechal o la batalla de los ángeles”, “Ritos de paso” (dedicado a Macedonio Fernández), “Cantos del cisne” (filmado en el Hospital Borda a la memoria de Jacobo Fijman) o “La orilla que se abisma”, largometraje consagrado al poeta entrerriano Juan L.Ortiz.
Quizás se deba al ascendente literario de Fontán, que además de escritor es licenciado en letras; o quizás (y sobre todo) que ese ascendente le haya dado una mirada poética y única. Lo cierto es que, al margen del homenaje a sus autores favoritos, si algo tienen en común estos filmes es el personalísimo y casi hipnótico trabajo de la atmósfera y la imagen. O para decirlo de otro modo, “la originalidad de la mirada” del realizador; algo que no tiene que ver sólo con detalles tecnológicos sino con una propia concepción del mundo.
¿Por qué “la mirada”, Gustavo?
-Porque para mí se trata de un tema central. La idea de la charla es pensar cómo desarrollar una mirada sobre el mundo que sea única y personal, una mirada que no esté atravesada por la reproducción de un modelo o pensada como una cosa industrial en serie, sino como la construcción de una forma particular de ver.
¿Pensás que se debe insistir en este punto desde la universidad?
-Creo que hay que incentivar al alumno sobre todo en este momento, donde hay una búsqueda permanente de una construcción de imagen que nos represente.
¿Dónde radica la originalidad de una mirada?
-Puede estar en cualquier parte. Lo que pasa es que a veces nos confundimos y nos centramos en el tema. Y yo creo que el cine construye lo personal en el lenguaje, no en la historia que cuenta. Muchos piensan que la originalidad pasa por contar la misma historia de Hollywood pero con el vecino de acá a la vuelta. Y eso no es otra cosa que una mera reproducción del modelo cambiando los personajes. Hay que establecer una búsqueda más seria.
¿Y cuál sería para vos el comienzo de esa búsqueda?
-Insistir en el lenguaje. Vos fijate que en el ámbito educativo, Paulo Freire decía que lo central del pensamiento “del otro” se manifestaba en la sintaxis, no en lo que decía. Y yo creo que en cine pasa lo mismo. Hay que discutir y pensar de qué manera hablan las cosas. Muchas veces los que hacemos cine, creemos que se trata de un problema técnico, de experimentalismo o de rupturas.
¿Y ése no es ese el problema?
-No necesariamente. Lo que importa es dónde pongo el foco de atención, porque argumentos nuevos ya no hay. Y en esto radica la decadencia de Hollywood…
¿Hollywood sigue apostando a la historia?
-Al relato como mera repetición de un modelo de manera feroz. Cambian algunas piecitas y lo demás es fuego de artificio.
¿Y cuál es tu propuesta?
-Que la gente que pensamos cine como posibilidad de expresión, discutamos seriamente las cuestiones de lenguaje, no solamente las cuestiones de argumentos. O sea, que hablemos de la sintaxis del cine.

Momento excepcional

¿Cómo ves el panorama del cine argentino actual?
-Desde hace unos años, Argentina atraviesa por un estado excepcional. Y yo creo que el cine que se hace acá es muy plural y muy diverso. También hay un cine más industrializado y cercano al modelo hegemónico, pero luego hay una variedad muy interesante. El cine que hace Adrián Caetano no es el mismo de Lucrecia Martel o de Lisandro Alonso. Y eso es de una riqueza enorme.
Si bien no son masivos, esos directores son aceptados por el público…
-Eso está bueno y es algo que hay que defender. El cine de Lucrecia Martel se impone porque hay una mirada personal, no por otra cosa. Y el cine de Alonso y el de Caetano también. Después te pueden gustar más o menos, pero eso es otro problema.
¿Por qué pensás que estos directores no tienen la pegada de otros más taquilleros?
-Por una cuestión de circulación, que en el caso de estos autores es minoritaria. Es verdad que nos gusta aquello que nos acostumbramos a mirar. Creo que tenemos que hacer un fuerte trabajo entre todos para aceptar lo distinto. El arte siempre tiene que ser diverso, no podemos pensar que todos deberían filmar igual.
¿Y qué me podés decir de las películas de Gustavo Fontán?
-Que a mí siempre me interesó un cine que no esté sostenido en el argumento sino en la atmósfera. Si pensáramos en un referente, te diría la literatura de Juan José Saer, donde la historia puede estar o no, pero lo importante es el entramado, la forma de mirar la naturaleza, el mundo y la luz. Y cómo, a partir de eso, se empieza a profundizar en lo que le pasa a los personajes. Quizás por eso los críticos dicen que yo hago “cine poético”.
¿Y no lo hacés?
-Yo prefiero decir “cine de entramados”; porque me interesa el movimiento de la mirada que va calando sobre las cosas y va diciendo profundamente. Esa luz sobre todas las cosas.

Iván Wielikosielek
-Especial UNVM-