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El Peregrino Impertinente
Se hizo justicia: desde hace algo más de una semana, las cataratas del Iguazú son oficialmente una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo.
Así lo determinaron votantes de todo el planeta, quienes eligieron masivamente a este milagro ubicado al norte de Misiones. El concurso fue obra del cineasta Bernard Weber, el mismo que ya había organizado la votación de las “Nuevas Siete Maravillas del Mundo”, en 2007. Dichos emprendimientos le sirvieron al suizo para referenciar su amor por los viajes, y lo que es verdaderamente importante, levantarla en pala.
Igual, no faltará la vieja puerta de siempre que venga a intentar manchar el prestigio de las cataratas, o de cualquier cosa que haga a alguien medianamente feliz. “Bah, tanto lío con esto de las cosas del Iguazú, que las maravillas y que se yo, si al final es agua y piedras nomás”, se ha escuchado decir a más de una en las carnicerías, verdulerías, almacenes y otros ágoras barriales la semana pasada.
El dueño del negocio (astuto comerciante él) le da la razón. Idéntica estrategia utiliza, tres minutos después, con otra vieja que llega y dice exactamente lo contrario a la anterior. La magia se termina cuando la señora le hace pesar la pulpa 17 veces, antes de decirle “no, no, mejor llevo costeletas”.
Pero más allá de excepciones como la expuesta, la inmensa mayoría está de acuerdo en subrayar las virtudes de las cataratas y del pedestal alcanzado tras la votación. Semejante creación de la naturaleza se merecía tal reconocimiento.
Un verdadero orgullo. Y son nuestras. Bueno, nuestras y de los brasileños. Esta vuelta salimos empatados. No como el 90% de las veces, en las que nos ganan 3 a 0 con dos de Romario y uno de Bebeto.
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