“La tierra está y la gente no está ¿por qué?” Con estas palabras de un entrevistado de la comunidad mapuche comienza el documental. Y no es un simple juego de palabras en español, sino que es casi una pregunta retórico-ontológica en lengua mapuche, ya que precisamente la palabra “mapuche” significa “gente de la tierra”. Y para este pueblo, una cosa es inconcebible sin la otra.
Pero, ¿cómo nace este documental cordobés con la comunidad mapuche de El Pulmarí? ¿De qué modo empiezan a gestarse las entrevistas y el guión de esta película tan sensible como de denuncia? El micrófono queda abierto para que Soledad Segura cuente la historia.
“En 1997 yo terminaba de cursar la carrera de Comunicación y fui invitada al Sur por un Campamento de Trabajo. La idea de estos campamentos viene de los curas tercermundistas, que la implementaron en los años ‘60 para llevar estudiantes universitarios a comunidades obreras, campesinas o indígenas a realizar trabajos conjuntos y pasar un tiempo de convivencia. Era una experiencia vital y política muy ligada a la idea de la Teología de la Liberación”, comenta la realizadora.
Pero en ese marco de convivencia, se reeditó un viejo conflicto. Y es que los mapuches, que usaban los campos del Pulmarí para la veraneada de los animales fueron expulsados de allí por la Policía. “Les confiscaron sus animales y los amenazaron, ya que decían que el Pulmarí era propiedad privada. Entonces las comunidades juntos con la confederación mapuche neuquina, decidieron tomar esos campos para exigir que se restituyan los animales y esos territorios, que vienen reclamando desde hace muchísimos años, pero de manera oficial desde abril del ‘95” -recuerda Soledad.
¿Y qué hicieron los jóvenes del campamento al verse involucrados en esa situación?
-Pasó que la gente de las comunidades nos pidieron que los acompañáramos, ya que corrían riesgo de represión. Ellos decían que si había gente de la ciudad con cámaras, serviría de resguardo contra posibles atropellos de la Policía. Así que decidimos acompañarlos y se consiguió la devolución de los animales. Una de esas noches surgió, de parte de ellos, el pedido de que difundiéramos lo que estaba sucediendo en el Pulmarí.
Y entonces nace la idea del documental…
-La idea nació ya en Córdoba junto a un compañero cineasta (Dimas Games) y otra compañera periodista (Sonia Peluc). Así fue que volvimos al año siguiente con la idea de hacer esta película.
¿Y cómo fueron recibidos?
-Muy bien. A tal punto que ese año nos invitaron a participar de un Nguillatún, que es la rogativa anual, el evento más importante que hacen las comunidades durante el otoño. En estas ceremonias, ellos no acostumbran a invitar a “wincas” (blancos); así que esto fue como un certificado de confianza que nos dieron, a nosotros, el sello de una alianza, como este filme lo fue de parte nuestra para con ellos.
¿Qué podés decir de la experiencia del rodaje?
-Que fue muy rara porque ningún mapuche había visto nunca una cámara, que no sólo eran mucho más grandes que las de ahora sino que además las cargábamos con tremendos equipos por los cerros, con zeppelines para cubrir el viento. Pero a pesar de todo, ellos se prestaron gustosos a las entrevistas. Hablamos con varios “loncos” (caciques) y con ancianos y ancianas de las comunidades. Y ellos pedían no sólo por el Pulmarí, que les corresponde desde siempre, sino por una convivencia pacífica con la gente blanca.
¿Y cómo fueron esas entrevistas?
-Muy largas, muy amenas, muy conmovedoras. Había que respetar los tiempos de los entrevistados. Muy pocas familias tenían fotos familiares, así que no fue fácil conseguir material de archivo. El mapuche es un pueblo que guarda todo el conocimiento en su memoria y lo transmite de manera oral todavía.
Iván Wielikosielek
-Especial UNVM-
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