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Lara Tuyaret
Especial para EL DIARIO
Han llegado un poco tarde al camping, así que encontrar una parrilla que esté cerca del río se hace más complicado. La idea es descubrir un lugar tranquilo y con sombra. La música del estéreo del auto que está al lado no molesta tanto si no está a todo volumen. Una vez instalados en el lugar, los más pequeños tratan de recolectar del suelo la mayor cantidad de ramitas. Ellos también quieren colaborar en la tarea de encender el fuego.
Los Reartes es una de esas localidades serranas ideales para disfrutar un asado a orillas del río. Al estar ubicada en pleno Valle de Calamuchita, tiene la cualidad de ser arbolada y verde, lo que propicia la temperatura fresca en sus costas de arena blanca. A tan sólo 9 kilómetros de Villa General Belgrano, este pueblo se encuentra sobre la ruta provincial Nº 5, que viaja por el lado oeste del Dique Los Molinos.
El más antiguo del valle
La tradición dicta que las ensaladas las preparan las mamás y el asado los papás. Aunque en estos tiempos emancipadores que corren, es totalmente válido intercambiar los roles. En ese espacio de cocina improvisado también se planifican las actividades para la tarde en Los Reartes.
Entre mate y mate, llueven las ideas. Un paseo por el casco céntrico de estilo colonial, con casitas de adobe y techos de tejas, un recorrido por el antiguo corral de piedras hecho por los comechingones, o una visita a la Capilla de la Inmaculada Concepción, (que data del año 1738). Estas dos últimas configuran buenas opciones para conocer más sobre la historia del pueblo más antiguo del Valle de Calamuchita.
Como muchos de los viejos pueblos coloniales de Córdoba, Los Reartes se originó a partir de una estancia. En 1711, Don Juan Gregorio de Rearte la compró y desde entonces los terrenos se fueron sucediendo dentro de la familia, que le dio nombre a la localidad y al río que la atraviesa.
Días al aire libre
“Ponete pantalla que el sol, aunque estemos bajo los árboles, quema igual”, es un rezo que se repite como disco rayado. Los chicos ya encontraron el camino más corto hacia la playita. De aguas cristalinas, arena fina, caudaloso y con vista a las imponentes Sierras Grandes: el río Los Reartes tiene todas esas virtudes. Playas blancas y enormes invitan a una pausa bajo el sol antes del asado. Algunos chicos juegan e inventan historias en los morteros que cientos de años atrás tallaron los comechingones en las piedras junto al río.
El almuerzo ya está servido. Esa brisa que combina el aroma de los eucaliptos y las acacias con el del asadito ya listo, entusiasma. El vecino de la parcela de al lado convida con morcilla. Este contacto no es por pura generosidad, sino a cambio de un pedacito de matambre. El viento hace cantar a los árboles y por el lapso de cinco minutos todo es silencio. “Había hambre, ¿eh?”, alcanza a decir uno.
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