Llegará un momento de la charla en la que Marcela no puede más. Harta, sobrepasada por la situación, sus ojos se nublarán por las lágrimas y dirá: “No se puede vivir así. Un médico me dijo que lo mejor sería vender la casa e irnos, pero no es tan fácil. ¿Quién nos va a querer comprar una casa que está frente a una antena?”.
Esta mujer vive en la calle Regina Piedecasas, en el acceso al barrio villanovense La Reserva. Cruza la calle y a cinco metros se topa con una antena de telefonía celular que comparten varias empresas.
En la ciudad, por la ordenanza 1.738/10, está prohibida la instalación de (nuevas) antenas de telefonía celular o móvil. Fue sancionada el año pasado, lo que le cierra el camino a las empresas que en estos días quieren colocar dos más allí mismo, según denunció la vecina en compañía del periodista villanovense Juan Carlos Doñate, al que acudió por la situación que vive.
“Con los vecinos vamos a evitar que instalen más”, aseguró.
“Hace diez años que vivimos allí, en La Reserva. A los dos meses de estar, empezaron a colocar la antena. A los cinco años comencé con parálisis en una pierna. Los médicos me advirtieron de una alteración de células nerviosas. Tengo una enfermedad de etiología incierta”, contó.
También dijo que su hijo de 14 años, “despertó” su vitiligo genético “por vivir allí”.
“Un especialista de piel me dijo que los problemas ocasionados por antenas son muchas veces a largo plazo. A los diez años comienzan a aparecer las consecuencias más graves”, subrayó.
“Llevo gastados 22 mil pesos en el tratamiento por esta neuropatía de etiología incierta”, apuntó y añadió que padece dolores de cabeza “terribles” en forma permanente.
Para colmo, también le ocasionó daños en los artefactos o conexiones del hogar.