Un mal que nos golpea a todos

Pocas cosas han demorado tanto en proclamarse y considerarse como la violencia contra la mujer. Desde tiempos inmemoriales, las mujeres elevan su grito para conseguir la innegable igualdad de género, pero desde mucho antes los panteones de la supremacía varonil vienen guardando en su interior la más revulsiva afrenta a la condición humana: la de creerse superior al otro.
La violencia contra la mujer habitualmente es mal tratada con un título tan subjetivo como engañoso: el de violencia de género, tomándose ésta por violencia contra el género femenino, cuando en realidad a lo que se refiere es a la violencia de cualquier género, ubicando bajo el mismo techo a la violencia ejercida por la mujer en contra del hombre. A esto le podemos llamar una sutil manipulación para, una vez más, generar confusión y alivianar las cargas sobre lo que realmente es: violencia contra la mujer por parte del hombre, sin sutiles ni machistas interpretaciones.
La violencia contra la mujer es todo acto ejercido por el hombre en contra de la mujer por su sola condición de mujer. La violencia puede ser física, psicológica o verbal y puede ir desde un acto de menosprecio, discriminación o desvalorización, hasta gritos, insultos o golpes que provoquen daños físicos irreversibles y hasta la muerte.

Patriarcas y el uso de la religión

Cuando hablamos de tiempos inmemoriales nos tenemos que remontar a los años patriarcales, donde la dominación del hombre sobre la mujer era total, siendo esta considerada un bien más de su propiedad, como un objeto que le pertenecía, del cual podía hacer uso según se le antojara. De esa forma, la mujer pasaba de las manos del padre a las de su esposo, la gran mayoría de las veces elegido por su propio padre. Una de las herramientas más usadas para el sometimiento de la mujer por el hombre es una sexista y subjetiva interpretación de ciertos pasajes de La Biblia, cuando una exégesis elemental deja a la luz que la igualdad entre la mujer y el hombre viene desde la creación, cuando en el Génesis se dice que ambos, mujer y hombre, son creados por Dios a su imagen y semejanza, sin distinciones de ningún tipo, quitando también toda discusión sobre el género del mismo Dios. En pasajes posteriores, como en el libro de Efesios, ya en el Nuevo Testamento, la indicación para el matrimonio es estar sometidos los unos a los otros. Si bien se habla de sometimiento, éste debe ser mutuo (el hombre a la mujer y la mujer al hombre), para también mandar a los hombres a que amen a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia, o sea, a estar dispuestos a dar la vida por ellas. Y se podría seguir, pero esta pequeña muestra sirve para demostrar cómo el uso subjetivamente machista de las interpretaciones del Libro Sagrado también apuntó, por responsabilidad exclusiva del hombre y no de Dios, hacia el sometimiento de la mujer.

Lenguaje sexista

Otro trato despectivo contra la mujer es el uso del lenguaje. Cuando se dice “los concejales…” refiriéndose a un organismo gubernamental conformado tanto por hombres como por mujeres, cuando se dice “la presidente”, en lugar de “la presidenta”, o “la concejal”, en vez “de la concejala”. Otro acto de inferioridad (acatado por la mayoría de las mujeres por ser una imposición social arcaica) es el uso del apellido del hombre tras el casamiento (la mujer pasa a ser “de…”), como el uso del apellido paterno en los hijos. La discriminación es tal que recién en los últimos años se empezó a equiparar la cantidad de profesionales mujeres con respecto a los hombres. Ni hablar cuando la mujer no podía ni siquiera votar…
Este tipo de consideraciones lleva a un maltrato que hace que el asesinato sea la mayor causa de muerte de las mujeres, en un 90% de los casos ocasionada por su pareja o ex pareja (¿vale la pena recordar a Claudia Rodríguez tras este comentario?) en un claro síntoma de sentimiento de superioridad del hombre sobre el sexo complementario (y no opuesto, por favor).

Un cambio necesario

Todavía hoy, en países musulmanes se condena con lapidación a mujeres por infidelidad, mientras los hombres pueden tener 20, 30 o 50 esposas. En China se practica con inexpugnable naturalidad el infanticidio de niñas, ya que en ese país existe un riguroso control de natalidad y se considera el pago de estudios a la mujer una carga, además de imponerse el deseo machista del padre de conservar el apellido.
Hoy deben correr aires de cambio y depende de todos que así ocurra. Es importante tener en cuenta que si existe violencia en una relación de pareja se debe reconocer el problema y considerarlo seriamente, conversar con su pareja y decirle que la violencia debe terminar, no justificar la violencia diciéndose que a veces uno/a mismo/a la provoca con su actitud, ya que nada justifica la violencia; se debe romper el silencio, llamar a algún teléfono de ayuda y orientación, hacer una denuncia, pero nunca aislarse, siempre se debe buscar ayuda. Las mujeres no deben avergonzarse ni sentirse culpables por sufrir estas agresiones. Una gran cantidad de mujeres las sufren diariamente. Lo importante es tomar fuerza para cambiar esa situación.

Daniel Castoldi