Escribe: El Peregrino Impertinente
Dios gracias, que existe el turismo para que viajemos a todos lados, y Dios gracias, que existen los agentes turísticos que nos arrancan la cabeza para que seamos turistas y viajemos a todos lados. Ingeniosos ellos, siempre nos traen algo para estimularnos el andar, pero más aún, el comprar. Así nos vienen convenciendo, ofreciendo productos de gran diversidad. Entre ellos, uno que es todo un emblema del mercado: el safari.
Se trata de expediciones organizadas por ambientes naturales, principalmente del Africa. En concreto, estos tours llevan al visitante al corazón de la sabana, en un jeep junto a 15 docenas de japoneses, donde aprecia en primer plano las maravillas del reino animal. Un circuito básico permite ver elefantes, jirafas, rinocerontes, búfalos y leopardos, entre otros ejemplares. En algunas ocasiones, incluso se pueden llegar a observar a los miembros de una especie en plena cacería, o peleando por el liderazgo de la manada. Por lo salvaje de su comportamiento, uno sospecha que existen intereses gremiales de por medio.
Los países con mayor tradición en esta actividad son Sudáfrica, Kenia y Tanzania. El problema es la pobreza en que esas naciones están inmersas. No son pocos los animales que escapan en balsa hacia tierras más prometedoras, dejando los parques naturales famélicos de mano de obra.
Los leones
Pero lo más interesante del safari llega al momento de visitar el hábitat de los leones. Por lo general, estos felinos están separados del resto de los animales, con el objeto de mantener cierto equilibrio demográfico (los bichitos son insaciables). Experiencia tan maravillosa como escalofriante resulta mirarlos a los ojos y en el reflejo verse convertido en costeleta. Durante la contemplación, además, uno no puede dejar de remitirse a otros leones, como León Gieco, León O, o León Ardofabio. Sin dudas, los talentosos de la manada.
Después de semejante vivencia, uno va al zoológico y se siente un salame.
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