Al terminar el secundario, nadie quiere quedar afuera de la fiesta ni del viaje de estudios. Sin embargo, este "ritual" se hace inaccesible para muchos hogares, generando frustraciones en muchos adolescentes que quieren tener su merecido festejo que cada año, parece demandar más dinero por toda la organización comercial que se genera en torno a las promociones.
El viaje está cada vez más lejos para muchos adolescentes. En un informe anterior publicado por EL DIARIO, dimos cuenta que en algunas escuelas apenas el 20% de los egresados podía soñar con Bariloche. Pero si al viaje se puede no ir, es casi impensado faltar a la fiesta de promoción.
En la previa, que comienza un año antes, los padres con gusto por el brillo de los festejos o los que tienen mayor poder adquisitivo, van discutiendo todo lo relacionado a esa noche especial. El salón, la decoración, el menú y un sinfín de detalles que van encareciendo la fiesta.
En base a consultas entre padres de egresados de distintas escuelas, llegamos a la conclusión que lo mínimo que se puede gastar entre viaje y fiesta es 11.340 pesos. Lo máximo, en promedio y sin incluir excepciones como un vestido de diseñador, es 13.980 pesos.
Si se tiene en cuenta un salario medio de 4.000 pesos, un padre o madre de familia tiene que comprometer como mínimo tres sueldos para poder pagar el costo de la fiesta del fin de año y del viaje de estudios.
Todos queremos lo mejor para los hijos, pero las costumbres que se fueron arraigando están encareciendo tanto el ritual de la promoción, que generan diferencias y exponen las desigualdades. Todo lo contrario al concepto de escuela que igualaba, permitía el ascenso social y nos daba a pobres y a ricos las mismas oportunidades.
Porque lo que no hay que olvidar, al fin y al cabo, que lo importante es el diploma del secundario terminado y los sueños a futuro proyectados a partir del fin de esa etapa escolar.