Escribe: Jesús Chirino



Al filo del 12 de junio de 1986, quedó constituido el Consejo Administrativo de la Fundacer y elegidas las máximas autoridades del nuevo instituto educativo que surgía en la ciudad. En una multitudinaria asamblea se daba un importante paso hacia la concreción de una gran utopía.

Una utopía

En abril de 1986 la prensa local hacía público que el ex directivo de la Escuela Víctor Mercante, ex funcionario de la Unesco y colaborador de EL DIARIO, Angel Diego Márquez, no había aceptado el puesto que le ofrecieran en la Universidad Nacional de Buenos Aires para que asumiendo de delegado rectoral, se hiciera cargo del Ciclo Básico de esa casa de estudios en la cual entonces cursaban varia decenas de miles de estudiantes. Junto a esa información, en una nota que El Diario publicó el 28 de abril de ese año, Márquez reconoció que seguiría trabajando para el progreso educativo y cultural de Villa María y Villa Nueva y anunció que junto a “un grupo de colegas” se encontraban “en la creación de una institución educativa, el Instituto de Educación Superior del Centro de la República”. La empresa que intentaban no era menor y el doctor Márquez lo tenía en claro, así lo dejó entender cuando le señaló al periodista “quizá pudiera calificarse ese propósito de quimera u utopía, muchas utopías se transformaron en realidad, no puedo prever lo que ocurrirá en este caso”. El nuevo emprendimiento primero había sido ofrecido a la Escuela Víctor Mercante, según Márquez “el diálogo parecía promisorio pero lamentablemente las autoridades de dicha escuela, finalmente, por razones que ignoramos desecharon la iniciativa”. Para el docente “el instituto constituiría la concreción de uno de los más caros proyectos del doctor Antonio Sobral, de uno de sus sueños, por ello me he y nos hemos comprometido en este esfuerzo”.
Márquez no sólo trabajó en instituciones dependientes de la Biblioteca Bernardino Rivadavia junto a Sobral, sino que también lo hizo después de su fallecimiento. En febrero de 1985 regresó a la institución y fue designado director académico haciéndose cargo del Nivel Superior, pero ante diferencias insalvables en setiembre de ese mismo año le presentó su renuncia a Eduardo Marzolla, entonces presidente de la Biblioteca y director general de enseñanza. Al poco tiempo un grupo de entusiastas y comprometidos ciudadanos, liderados por Márquez, se pusieron a trabajar en la concreción de la utopía del nuevo instituto que, en palabras del propio pedagogo, “como acción central” se proponía “ofrecer carreras cortas de Nivel Terciario que contribuyan al desarrollo de la región…”.

Pensando en una universidad

En mayo de 1986 el grupo que trabajaba en la fundación de la nueva institución convocó a un curso de posgrado en Psicología Clínica a cargo del prestigioso profesor Jorge Vizca. Los interesados podían recabar información en la calle Buenos Aires al 1323; con esa actividad se iniciaba la concreción de la utopía. Claro que todo esto no era la tarea de un solo hombre; existía un importante grupo de docentes, profesionales y ciudadanos que dedicaban mucho esfuerzo al estudio de las necesidades de la región para realizar una adecuada oferta educativa. También estaban aquellos que laboraban en la relación con la comunidad toda a partir de la organización de una fundación que ayudara en el sostenimiento de la nueva institución educativa. Se trataba de la Fundación para la Educación Superior y la Investigación del Centro de la República –Fundacer- cuya Asamblea Constitutiva se desarrolló el 11 de junio de 1986 en Buenos Aires 1343, sede del Centro de Empleados de Comercio. De un folleto impreso para esa reunión, en el cual se explicaba qué pretendía ser la Fundacer y el instituto educativo, podemos rescatar dos frases acerca de los propósitos que guiaban a quienes estaban organizando lo que luego se denominaría Inescer. En uno de esos puntos se dice que se “promoverá la preservación, la creación y la difusión de la cultura popular nacional”. En otro se planteaba que la institución “pretende ser un primer paso para la creación de la Universidad del Centro de la República”. Es oportuno recordar que por entonces lo educativo estaba en debate en el país, funcionaba lo que se denominó Congreso Pedagógico Nacional, en Villa María se aportaba a la discusión y esta nueva institución de la que estamos hablando emergía en medio de ese rico intercambio que se dio a lo largo y ancho del país.

Asamblea para crear la institución

Aquel miércoles 11 de junio, el salón del Centro de Empleados de Comercio fue colmado por 157 asambleístas que concurrieron interesados por los destinos de la educación en la región. Para entonces estaba gestionándose el convenio con el Ministerio de Educación de la Nación para la apertura de la nueva institución educativa. Pero en aquella noche se constituiría la Fundacer, organización clave para la concreción de la utopía por la cual hacía tiempo se venía trabajando. La Asamblea inició nombrando sus autoridades. Presidió Julio Nóbrega Lascano y Carlos Caballero fue elegido como secretario junto a Olga Corzo y Edith Vera. Iniciado el encuentro, Márquez leyó un mensaje explicando los objetivos de la iniciativa. Sus primeras palabras fueron que un grupo de colegas y amigos había ideado la posibilidad de la creación de un instituto educativo que ofreciera nuevas oportunidades para los jóvenes de la región, pero que desde ese instante la comunidad era depositaria del proyecto y que para lograr esto se pensó en la creación de una fundación “que constituyera el ente patrocinante de un instituto de educación superior…”. La Fundacer se ideó como institución comunitaria integrada por representantes de diferentes sectores sociales y los integrantes de su Consejo de Administración formarían parte del Consejo Superior del instituto educativo. Es decir que la comunidad regional participaría, mediante la Fundacer, en el gobierno de la institución educativa. En el mensaje leído por Márquez se hizo referencia al modelo de creación del Inescer -por entonces denominado Iescer-, decía “…se basa en las concepciones de diversos teóricos de la educación superior; el mismo se ha implementado en algunas universidades latinoamericanas, como la Universidad de Brasilia, en universidades estadounidenses y europeas. Conforme a la estructura del Iescer comprende institutos centrales y escuelas profesionales. Las disciplinas comunes a diversas carreras (Ciencias Humanas, Matemáticas, Física, Química, Ciencias Biológicas, Letras y Artes) se cursarán en los institutos y las disciplinas específicas de cada carrera en las diferentes escuelas de Ciencias Sociales Aplicadas, la Escuela de Ciencias de la Educación, la de Ciencias de la Salud, la de Tecnología, la de Ciencias Agrarias, la de Ciencias Jurídico-Administrativas, la de Letras y Artes”.

Entre las muchas consideraciones que realizó Márquez aquella noche, algunas de ellas reproducidas en la edición del sábado 14 de junio de EL DIARIO, anunció la tramitación de un convenio con la Universidad Nacional de Rosario para ser unidad a distancia de esa casa de altos estudios y ofrecer la Licenciatura en Ciencias de la Educación y la formación docente de profesionales con títulos de esa universidad.
Luego de Márquez, habló el abogado Diego Sobrino explicando las razones para elegir la figura jurídica de fundación. Paso seguido se votó, a libro cerrado, el Estatuto de la fundación con un resultado de 156 apoyos y una abstención. Establecido que los socios aportarían 50 australes, en un lapso de hasta 25 cuotas, para el capital inicial de la institución, se votó el Consejo de Administración propuesto por el grupo promotor de la iniciativa educativa, quedando constituido por Miguel Molina, presidente, y Julio Nóbrega Lascano (hijo), vicepresidente. Como vocales titulares fueron elegidos Carlos Caballero, Edgardo Acuña, Diego Sobrino, José Falco, Ives Pozzerle, Luis Bassi, Sofía Brochero -cuyo nombre fue muy aplaudido-, Jorge Valinotto, Carlos Consolini y Miguel Olaviaga. En calidad de vocales suplentes fueron nombrados Evangelina Manavella, Eduardo Elía, Angel Sánchez, Osvaldo Manzotti y Héctor Bernaus. En tanto que Raúl Pidoux, Remo Moro, Orencio Pablos y Hugo Mercadal fueron designados revisores de Cuentas titulares y suplentes.
Como último punto del Orden del Día, la Asamblea eligió rector y vicerrectora. Para el primer cargo fue aclamado y elegido, por unanimidad, el doctor Angel Diego Márquez. Fue Cecilia Bixio quien realizó la moción que también incluyó a Emilia Suárez de Repetto para la Vicerrectoría, siendo este nombre muy aplaudido cuando fue elegido. Para entones ya eran los primeros minutos del 12 de junio, iniciaba un nuevo día y se daba un importante paso en lo educativo para las dos ciudades unidas por el Ctalamochita y la región toda.