Hace un año, aproximadamente, esta fotografía recorrió la red social Facebook. Un ex alumno del Instituto San Antonio la encontró, tal vez en un baúl de los recuerdos, y la hizo circular. Inmediatamente, cientos de ex estudiantes se unieron en la nostalgia.
La imagen no tiene tiempo. Tal vez pocos sepan en qué año fue tomada y por quién. Irma Reinoso, en el patio de su querido colegio, está jugando con una pelota.
Ingresó al establecimiento allá por el año 1958 y se retiró cuando llegaba el nuevo siglo. Se fue a vivir a Cosquín y ayer, en las serenas sierras cordobesas, se apagó su vida.
Irma tuvo cientos de hijos adoptivos, hoy padres y madres de chicos y chicas que también estudian en el Instituto.
Fue portera, atendía el quiosco, cuidaba la capilla y vivía en el colegio, donde la noche la encontraba recorriendo los recuerdos que había dejado el día.
Se refugiaba en la Luna Sanantoniana y caminaba su vida por los pasillos y los patios para acompañar su soledad, que horas después se transformaría en bullicio. Ese bullicio que surge antes del sonar de las campanas de ingreso a clases.
Fue tanto el cariño que los estudiantes tenían por Irma, que el olvido no pudo vencerlos. Hace aproximadamente dos años, un grupo de ex alumnos decidió ir a visitarla a Cosquín y le hizo saltar una lágrima.
Una lágrima multiplicada en cientos de uniformes colegiales. Una lágrima entregada a una historia de más de 40 años.
Fue referente histórica del Instituto San Antonio y si bien no pudo cumplir con su sueño de ser monja, se entregó al hábito de servir a los demás, sin horarios ni condiciones.
Desde ayer, Irma se ofreció a cuidar las puertas del cielo.
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