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El peregrino impertinente
Por los desérticos caminos que unen Fiambalá con el Paso de San Francisco, al oeste de Catamarca, algunas vidas humanas se despliegan en las orillas. En esos parajes me encontré un día con un grupo de trabajadores, quienes descansaban luego de la jornada laboral. Rodeados de un contexto deslumbrante, al borde de la Cordillera, los obreros trataban de pescar algo.
El problema es que en esa región del país, sólo esta permitida la pesca deportiva. “Nosotros más que pesca deportiva hacemos pesca destructiva”, me dijo uno de ellos.
Amén de lo que pueda decir algún puritano ambientalista, yo no veo porqué no debería reírme de la ocurrencia del amigo catamarqueño. Sobre todo teniendo en cuenta los escasos botines que el grupo logra obtener.
Distinto es que al chiste lo diga un ballenero japonés bañado en sangre, con un arpón en la mano y una bolsa con el símbolo “$” en la otra, vistiendo una remera que diga “Aguante Puerto Madryn”. Eso ya es mal gusto.
@ Un muerto en el ropero
Lo cierto es que los tipos hacían de todo un poco a escondidas, ya que el jefe de la Gendarmería se encontraba a escasos metros de su posición. Apenas el oficial asomaba la cabeza, ellos escondían las redes y mostraban inocentes unas cañitas de morondanga.
Pero resultaba que el gendarme también estaba en falta. En su día de franco, el guardia andaba paseando con su familia en un vehículo oficial. Una acción terminantemente prohibida, muy propia de las personas a las que en mi barrio conocemos como “garcas”.
Así, ambos bandos tenían algo que ocultar; su propio muerto en el ropero. A mí me resultó muy curiosa esa batalla de intereses, que se desarrolló durante toda una tarde. La disputa incluyó miradas acusadoras, disimulos y un sin fin de actitudes
Ya ni aislado en paraísos naturales el viajero queda exento de las luchas políticas. Maldito Aristóteles.
(www.viajesimpertinentes.blogspot.com)
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