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Al límite con Uruguay, el municipio también late con algunas luchas reivindicativas que aumentaron su relevancia en el plano nacional |
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Escribe:
Pepo Garay (Especial para EL DIARIO)
Desde hace ya un buen tiempo, Gualeguaychú ocupa un espacio de relevancia en la vida política de nuestra Nación. Los cortes de ruta cercanos a la papelera Botnia, en la frontera con Uruguay, y el rol destacado de los vecinos en la pelea entre “el campo” y el Gobierno, parecieran haber puesto a la ciudad entrerriana en el mapa.
Pero la verdad es que Gualeguaychú ya había ganado fama nacional con anterioridad. La belleza de su costanera, su río, sus playas, su clima y sus carnavales explican el fenómeno. Tantos y tan buenos atributos posicionaron al municipio en la agenda de los argentinos. Incluso más que los acontecimientos que tuvieron en vilo a todo un país.
@ Espíritu combativo
Las arterias de la ciudad destilan cierto espíritu reivindicativo. Comercios y bares de la peatonal muestran orgullosos carteles alusivos al rechazo a Botnia. En el resto del casco céntrico, la mayoría de los automóviles lucen las ya clásicas calcomanías de “No a las papeleras”. El tema, lejos de ser un capricho coyuntural, se ha convertido en una verdadera cuestión de Estado para los gualeguaychenses.
Amén de aquello, muchos locales se oponen a los piquetes que desde hace casi dos años mantienen bloqueado el paso con Uruguay. “Yo estoy totalmente en contra de Botnia, porque sé que contamina nuestro ambiente, nuestro río. De cualquier manera, tampoco estoy de acuerdo con los cortes ¿Con qué derecho alguien puede impedirte tu libertad de transitar, decidiendo a su antojo quién pasa y quién no?”, se pregunta Gustavo, un comerciante treintañero nacido y criado en esta ciudad. La incógnita se repite en la cabeza de una buena porción de la población. Sobre todo en la de aquellos que, como Gustavo, tienen familia y amigos del otro lado de la frontera.
Con respecto a los cortes rurales ocurre algo similar. La mayoría defiende la causa, pero muchos se oponen a la estrategia de los cortes. No obstante, la metodología encuentra un sustancial apoyo de los habitantes. No es para menos: Gualeguaychú vive del campo. Y también del turismo, claro.
@ En la costanera
Más allá de lo enriquecedor que resulta palpitar el compromiso de los locales alrededor de estos conflictos, nunca está de más escaparse del mundo para tirarse un rato en la playa. Gualeguaychú cuenta con una serie de balnearios donde el sol, la arena y el agua se aprovechan a más no poder. Costa Azul, El Salto, Puerto Boca o el Ñandubaysal, entre otros, se presentan como apetecibles opciones. Repletos de turistas en enero y febrero, ofrecen tranquilidad el resto del año.
Bordeando las playas, una magnífica costanera se extiende durante varias cuadras, con decenas de bares, restaurantes, comercios, hoteles, lugares de entretenimiento (como el casino) y bellos paseos, como el Paseo de la Costa y, más alejado, el Parque Unzúe.
Las palmeras, sinónimo por excelencia de Entre Ríos, desbordan los bastos espacios verdes adyacentes al río.
@ Carnaval del país
Conocido por todos, el carnaval de Gualeguaychú casi llega a eclipsar al resto de los portentos locales. La tradicional fiesta acapara las miradas de la Nación durante las noches de verano. El Corsódromo, con capacidad para 30 mil personas, explota todos los sábados de enero y febrero, con el paso de las fantásticas carrozas y el frenético danzar de bailarinas y bailarines. Chico en comparación con carnavales como los de Río o Bahía, se erige no obstante como un espectáculo de notable calidad.
Mientras los turistas deliran de alegría en las tribunas, las comparsas gastan el cemento con su ritmo infernal. En la contienda entre los diferentes grupos está en juego el honor y el prestigio que implica ser el rey del carnaval. A los visitantes, tal disputa les pasa de largo. Ellos, al fin y al cabo, resultan siempre ganadores.
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