En “Balbuceos en una misma dirección”, la poeta y traductora Laura Wittner (foto) continúa trabajando un formato que se insinuaba en “Lluvias”, “escapando” de un lugar entre los reduccionismos que supieron componer (y también) arruinar estéticas antes de la crisis de 2001-2002.
El libro, publicado por las Ediciones Gog y Magog, hace honor a su título: en una misma dirección, acaso más conceptual, pero por fuera de los órdenes del género (sin ignorarlo) pero evitando machacar con ese sonsonete.
Si la oposición naturaleza/cultura es poco fecunda en la lírica, también suele pasar con todas las oposiciones: entre la historia fría y la caliente, sin embargo, más que una oposición se juega una ideología, una economía (de recursos y estilo) y ninguna neutralidad.
Wittner nació en Buenos Aires en diciembre de 1967. Publicó, entre otros libros, “El pasillo del tren”, “Los cosacos”, “Las últimas mudanzas”, “La tomadora de café” y la antología “Noche con posibilidades”.
Además, escribe literatura para chicos: “Cumpleaños”, “La noche en tren” y “Gato con guantes” son algunos de sus títulos.
En “Balbuceos... “ el lenguaje está articulado contra la ilusión sintomática de un lenguaje antes del lenguaje que admirado de su incompletud, lo dice todo o casi todo con gestos, a la manera de la psicología “evolutiva”.
“Figuras finas y flexibles, fuimos, en esa tela inmensa/donde el mayor esfuerzo del pintor había estado en la luz,/llegar al tipo exacto de luz con el óleo/y de paso atrapar la blandura del aire;/el punto exacto, en óleo, de esa consistencia”, se lee en “La fiesta”.
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