Amanece un nuevo día, se oye el trinar de los pájaros y el bullicio de la calle, de los coches que van y vienen.
Detrás de esa cortina se escuchan gritos alegres y risas de niños que a la calle salen ansiosos por mostrar sus juguetes y por jugar con los mismos disfrutando de este nuevo día.
¡Oh, cuánta algarabía, qué inmensa alegría!, poder mostrar unos a otros aquellos hermosos juguetes con los que tanto soñaron y que hoy tienen en sus manos.
Son contagiosas sus risas, son contagiosos sus gritos y es tanta la felicidad que sus rostros denotan que permiten hacer feliz a cuanta gente los mira.
Ha llegado la Navidad y en las afuera de un barrio cuatro puerretes humildes juegan con su pelota de trapo, y es quizás para ellos cual mejor balón de cuero... pero es que hasta ellos no llegó aquel inmenso placer que otros niños vivieron, puesto que no recibieron ni el más mísero regalo.
Feliz Navidad y éxitos para el futuro, es el deseo ferviente de Mario Vaudagna, escritor y poeta. DNI 7643160
No vendo ni pido
Una humilde niña de tan sólo 12 años y con su bolso al hombro se detuvo justo frente a un inmenso portal de una hermosa mansión.
Un hombre maduro y muy elegante al verla le dijo no me molestes niña, no quiero comprar, y ella, un tanto sumisa, así le respondió: “Disculpe señor, no vengo a vender, mi padre es ese hombre que usted habrá visto lustrar zapatos allá en la estación, mi madre en su silla de ruedas recorre las calles pidiendo limosnas, la pobre no da para más. Yo tan solo busco un humilde trabajo y estimo que usted me dará. Si usted me ayudara querido señor, verá que no vendo ni pido ni doy.
M.V.
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