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El Peregrino Impertinente
Puestos a soñar destinos, soñemos de verdad. Qué me vienen con Europa, el Caribe o Disneylandia. No. Vayamos a Sudán del Sur. Eso. Tomá mate. Ubicado en el corazón de Africa, es el país más joven del mundo. Logró su independencia a mediados del año pasado, al separarse de su hoy vecina Sudán del Norte. Cuando le preguntaron al presidente de la flamante Nación cómo habían alcanzado semejante gesta, respondió: “Sudando la gota gorda”. El chascarrillo del mandatario provocó un desplome del 576% de la Bolsa local y la huida masiva de compatriotas hacia la más seria, madura y próspera Etiopía.
¿Y para qué diantres querría yo ir a Sudán del Sur?, se preguntará enojado el lector, afectado sin dudas a causa de los calores y de tener que bancarse otro año más con el lago sin agua. Bueno, en principio por lo exótico del asunto y por la experiencia antropológica que implica visitar un suelo tan plural en cuanto a grupos tribales e idiomas hablados se refiere.
Pero además, por lo magnífico de su entorno natural: el país africano cuenta con inmensas proporciones de bosques tropicales y sábanas, que conforman uno de los ecosistemas mejor conservados del continente. En él habitan una enorme cantidad de especies animales: leones, elefantes, jirafas, monos, jabalíes y otros bichos de esos que mejor no llevarlos a pasear a la plaza, se reparten de a montones en los principales parques nacionales. Asimismo, se calcula que estas áreas sirven de hogar a más de 1,4 millón de antílopes, protagonistas cada año de la segunda mayor migración de mamíferos del mundo.
El problema radica en la escasa infraestructura turística con la que el Estado cuenta para recibir al visitante. De ahí el mensaje que puede leerse en la pagina web de la Embajada de Sudán del Sur en Estados Unidos. Reza el escrito: “Alentamos a las compañías norteamericanas a que inviertan en nuestro territorio y nos asistan en nuestro mercado”. Papito querido, no saben con quiénes se están metiendo.
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