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Alicia Peressutti, titular de Vínculos en Red |
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Escribe: Alicia Peressutti
Dejaron el sobre en otra casa. Un sobre amarillento de años y unas letras grandes mayúsculas.
La tarjeta es inmensa. Con unas rosas rosadas inundadas de gotas de rocío. Entre foto y dibujo.
La abro despacio, como temiendo a las frases que florecen dibujadas en todas las caras. Tal vez me acobarde... tal vez es el espíritu de las fiestas que me ha dejado el alma al desnudo. En parte la tinta es azul, en parte es dorada -las palabras que venían impresas- juntas arman la redacción que dice tanto.
“Siempre te tengo presente, sobre todo en estos momentos tan especiales, ¡Te quiero mucho y ... le pido al Niñito Jesús...” Cierra con la frase “una abuela del geriátrico”.
Cada palabra llega al corazón y anida en él. Cada palabra me lo agranda de sentimientos encontrados.
Al dar vuelta la tarjeta para cerrarla, encuentro otro relato, comienza nombrándome y después escribe: “Cada vez que leo una nota tuya en los diarios me emociono mucho y pido...” Recuerdo la primera nota en un diario, nos sentamos a tomarnos unos mates y alguien dijo: “Nos van a leer los malos”, y en la otra punta de la mesa alguien contestó: “Pero también nos van a leer muchos buenos, que se van a enterar y se van a sumar...” Por eso seguimos en los diarios, por los buenos.
La redacción ocupa toda la carilla, sacándole el jugo a cada espacio con una palabra que dice muchísimo. Al final entre signos de admiración pone: “¡He leído tus libros, tus hijos se sentirán orgullosos....!” y firma con su nombre, sólo el nombre en medio de la inmensidad, para que la recuerde por él.
Como decía un domador de caballos “los apellidos son para compadrear, pura burocracia nomás”, quizás no estaba errado el hombre.
A la abuela del geriátrico, sólo le quedan los nietos, los hijos se le murieron hace tiempo.
Guardo la tarjeta en un lugar que he acomodado para los cosas maravillosas que me ha ido regalando la gente: mates, tarjetas, cartas, señaladores, lapiceras y demás.
Mientras lo hago pienso la abuela, imagino su rostro arrugado de soles y de sufrimientos. Casi puedo sentir sus manos que quizás tiemblen o que quizás estén firmes, la escritura parece de pulso seguro.
Pienso la abuela con esperanzas, por eso me escribe, porque quiere que sepa que alguien está apoyando, porque el apoyo no tiene que ver con la plata, con los billetes; tiene que ver con el amor, con decirle al otro que lo que hace importa.
En uno de los párrafos enuncia: “Que empieces bien el año, quiero que sepas que rezo cada noche para que Dios te cuide y ...”
Espero abuela , espero que Dios no deje de escucharla y que la línea directa al cielo que tiene usted y tanta otra gente maravillosa no se descomponga nunca.
Seguimos en 2012.
Un abrazo inmenso a todas y cada una de las personas que de alguna manera hacen posible lo que hacemos. Podemos porque ustedes están ahí.
Que el Señor nos bendiga y nos dé paz.
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