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8 de Enero de 2012
Historias de vida - Silvina Vivó, una villamariense radicada en España que encuentra su razón de ser navegando en el mar
Travesías cargadas de amor, obstáculos y desafíos
Cruzando el Atlántico naufragó y luego se tomó revancha. Confesiones de una mujer acuática
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Villamariense con alas. Emigró a España por amor; se chocó con una realidad que no esperaba, pero no se detuvo. Su espíritu la sacó a flote y voló mar adentro, sin miedos. No conocía a casi nadie, sólo la acompañaban los afectos, que llevaba en el alma. Hizo lo que quiso. Hace lo que quiere. Sobre el final de la charla, le pregunté si se necesitaba un buen pasar económico para hacer lo que ella hizo y quiere seguir haciendo. "No -dijo enfática- yo no soy rica ni mucho menos. Sólo es cuestión de proponérselo, de perseguir tus sueños. Hay gente que recorre el mundo con muy poco, movidos por las ganas de conocer un poquito de este hermoso planeta".
Silvina Vivó (nacida en diciembre del ‘74) está sentada en el patio de su casa, en Villa María. Hace ocho años y medio se instaló en España. "Mi papá es de Menorca y tengo familia en las islas Baleares. Yo había viajado cuatro veces y siempre quise tener una experiencia afuera. Me fui a Baleares y luego a Barcelona, donde descubrí mi pasión por el mar y aprendí a navegar", relató.
Apenas comenzaron a sentirse los coletazos de la crisis europea, Silvina se quedó sin trabajo. Al contrario de lo que podría sentir cualquier persona ante la pérdida de su fuente de ingreso, ella hoy lo lee como "un regalo, porque empecé a disfrutar mucho más del mar". Hasta entonces navegaba los fines de semanas o durante sus vacaciones.
Desde que llegó a Barcelona, se aficionó a la vela, participando en regatas y obteniendo diversos títulos náuticos. Al quedarse sin empleo, se dedicó en exclusiva al mar realizando eventos náuticos. Incentivos de empresas, teambuilding, bodas en barcos de gran capacidad, salidas al mar en yates de lujo, organización de regatas, pasan por su coordinación. Su interés la llevó a ser preparada por un entrenador olímpico para integrar un equipo de vela en match race femenino para participar en las Olimpíadas, pero no resultó ser por la eliminación de la categoría en la que estaban adiestrándose.
En los pasillos de este mundo particular se topó con el barco Bleu. Lo nombra como si hablara de un hermano. Se le ilumina su mirada límpida. Fue en el primer cuatrimestre de 2011.
"Aparecieron los chicos del Bleu y me embarqué con ellos para hacer un transporte a Barcelona, pero la suerte quiso que continuara a bordo. La idea era estar ocho horas y terminé embarcándome dos meses con ellos, tenían el proyecto de dar la vuelta al mundo", recordó con alegría.
Así, en sesenta días pasó por Barcelona, Ibiza, Formenteras, Cartagena, Gibraltar, Marruecos y Canarias. En cada parada aprovechaban para conocer el sitio por tierra y mar. En Marruecos, por ejemplo, permanecieron una quincena.
Silvina, a quienes conocen como Pipi, lo piensa y parece transportarse con entusiasmo a esos días. "Fue una aventura imprevista, un transporte de un día que derivó en dos meses de viaje hasta que naufragamos. Fue hacer todo sobre la marcha, experimentar día a día", confesó.
"Siempre estuve abierta a la aventura, porque me encanta vivir. Y el mar da mucha vida. Me conecta con mi ser, con mi interior. Creo que los marineros tienen algo especial; necesitan lo esencial para vivir, se las arreglan con muy poco pero lo tienen todo: será que se tienen a sí mismos", declaró a EL DIARIO.
"Los marinos al igual que la gente de montaña tienen esencia parecida, no se dejan llevar por la frivolidad del consumismo, viajan sin prisa, disfrutan del presente y son muy respetuosos con la Naturaleza y el medio ambiente. Es gente muy enriquecedora", evaluó la entrevistada, describiendo la mística de esos grupos que ella ama.
- Y en esos dos meses de aventura precipitada, ¿no había temores?
"Los miedos no ayudan. Sí hay que tener respeto, ser consciente. Hay que adelantarse a los posibles problemas. Una nube grande puede ocasionar desequilibrios al barco, por ejemplo. Hay que ser muy observadora, el cielo y el mar te avisa de lo que está por venir."
- ¿Cuáles son los obstáculos que se presentan en una experiencia como esta?
"Siempre digo que hay que ser muy respetuoso con la Naturaleza y el mar, ellos siempre tendrán mucha más fuerza que cualquier persona. Nosotros hemos navegado con bastante viento y olas, entre 20 y 40 nudos, que serían vientos de entre 40 y 80 km/h, aproximadamente. El peor enemigo del mar es la tierra, atravesar una tormenta cerca de la costa es un verdadero peligro; en medio del mar, la situación de peligro se reduce, quitando velas y aguantando; los monocascos son muy seguros, son como una cáscara de nuez con contrapeso que se llama orsa debajo del agua, ésta no lo deja volcar".
- ¿Te sentías preparada?
"Había tenido experiencias de temporales con olas de siete metros, sabía lo que se podía aguantar. Tenía conciencia de cómo se pone el mar cuando embravece pero no miedo."
- Y qué se hace ante un hecho de peligro
"Lo esencial, siempre, es mantener la calma. Hay que ser frío en esos aspectos, porque el miedo te paraliza y los gritos te anulan. Me gusta navegar con gente responsable, tranquila y con mucho sentido común, pieza fundamental para navegar."

El Bleu era un velero monocasco de 35 pies, con unos 30 años, muy bien equipado: molino eólico, placa solar. "Era un barco con mucha alma, que me enamoró", definió ella lejos de los detalles técnicos. Pertenecía a Alex y Eduard, dos amigos franceses que la vida puso en su camino para vivir una gran aventura, la idea era dar la vuelta al mundo a vela en dos años pero naufragaron. Los dos hombres siguieron firmes en su idea pese a que se quedaron sin barco, continuando la aventura por tierra. El Bleu naufragó, con ellos y Pipi en su "alma".
Al llegar a Lanzarote, una isla del archipiélago canario, y en el cruce hacia isla La Graciosa, tocaron con una roca volcánica, que causó la perforación del casco, dejándolo a cuatro millas del punto de destino.
Eran las 4 de la mañana y pese a perder al Bleu, lo que le causó un hondo dolor a los tres, no sufrieron lesiones físicas. Dieron el mensaje de hundimiento y emprendieron el viaje, entre rocas y mar hacia tierra.
"Tuve dolor más que miedo. Supimos resolver la situación. Era un barco tan noble que nos dejó sanos y salvos cerca de la tierra, salimos andando entre las rocas volcánicas y el mar; unos 40 minutos apróximadamente hasta llegar a tierra", precisó Vivó.
Salvamento Marítimo no podía acceder al barco debido a la presencia de rocas. Pese a la fatiga y el dolor que le provocó la pérdida del barco, los tres náufragos alcanzaron tierra por sus propios medios.
"Era una noche cerrada y sin luna, había viento. Navegábamos a seis nudos y la corriente y la marea nos acercó demasiado a la costa, lo que derivó en el naufragio. También había un error de calibración en la Carta Náutica", explicó Pipi sobre las causas del choque.

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Silvina retornó a Barcelona y reanudó los eventos náuticos, siempre pensando en volver al mar, en donde encuentra el oxígeno para vivir. Ahora con un nuevo sueño, el de cruzar el Atlántico a vela.
Entonces, a esta mujer predispuesta a encontrar expediciones que la llenen de adrenalina y de quitarle el jugo a cada experiencia, se le presentó el Unama, un catamarán de cinco propietarios (una mano) que se disponía a dar la vuelta al mundo. Necesitaban tripulación y ella accedió encantada.
El cruce del Atlántico se inició el 10 de noviembre pasado desde Port Ginesta (puerto deportivo situado en la costa sur de Barcelona) con destino a Trinidad y Tobago (ubicado en el sur del mar Caribe, sobre la plataforma continental de la costa oriental de Venezuela en América del Sur). El trayecto más largo fue de 18 días (entre Canarias y Trinidad), en el cruce, el 5 de diciembre, celebró su cumpleaños a bordo, brindando y lanzando un deseo al mar.
"Fue una experiencia maravillosa, los vientos fueron estables, con un promedio de nueve a diez nudos, muy bueno, el barco es un catana 58’, el fórmula 1 de los catamaranes, muy rápido, perfectamente equipado y fuerte", destacó.
Cumplida la travesía de llegar a Trinidad y Tobago, el grupo continuó sin ella con la idea de dar la vuelta al mundo y Silvina obedeció una vez más al dictado de su corazón: voló a su Villa María querida, la otra tierra que ama, para pasar las Fiestas con su familia en Argentina y mimarlos.
Y aquí está, sentada en el patio de su casa dialogando con este cronista, hablando también de la mentada crisis europea. "Creo que es también una oportunidad de reencontrarnos con uno mismo y de cumplir nuestros sueños. Ante la crisis económica, mejor salir a vivir", sostiene.
"Pienso que para cumplir los sueños hay que trabajar en su dirección y perseguirlos con fe. Los sueños se cumplen, no pasan sólo por el dinero, sino por la voluntad de vivirlos, es cuestión de empezar, eso es lo más difícil, luego viene todo rodado."
"Somos libres, el mundo está lleno de gente buena dispuesta a ayudar a cumplir tus sueños, hay que viajar con lo justo. Si necesitas dinero, bueno, hay intercambios en ese camino. Yo creo en la gente y he tenido mucha suerte de encontrarme con muy buenas personas", confesó.
Trazó un paralelismo entre la vida de la gente que vive en ciudades y la de los marineros. "En el mar necesitas lo básico, muy pocas cosas, el agua y el alimento es fundamental, pero eso también te lo puede brindar la naturaleza y las ‘potabilizadoras de agua’", bromea.
"Me gusta el pensar en vivir sin tanto consumismo. En tierra, a muchos, se le complica vivir sin el último auto cero kilómetro ni la tele led ni la Play 3… por eso amo tanto al mar."

Diego Bengoa

LAS FOTOS:

1- "El mar da mucha vida. Me conecta con mi ser, con mi interior. Creo que los marineros tienen algo especial; necesitan lo esencial para vivir, se las arreglan con muy poco"

2- "Los marinos no se dejan llevar por la frivolidad del consumismo, viajan sin prisa, disfrutan del presente y son muy respetuosos con la Naturaleza y el medio ambiente"

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