Presiento que se me están escapando muchos detalles y cuando la preocupación me agita me acuerdo, aun más rápido, de Borges cuando menciona su “Est pert cipiti”, aludiendo de que para que algo sea recordado tiene que ser retratado. Se trata de hacerle un quite al tiempo, aunque aquí éste también se fue de vacaciones y me deja tranquila. La costanera refleja la tranquilidad de este lugar. No hay necesidad de preocupaciones, no hay necesidad de bocinas, se te aparece la brisa y la invitas a tomar mate, mientras que el sol te atrae para ser una gota más del río Tercero.
Aquí la cosa política también se mueve, pero no con el estilo bufón colombiano, sino que se ve reflejada en un movimiento que crece socialmente y económicamente. Una ciudad de 80 mil habitantes que a primera vista te da la sensación de armonía. Me pregunto si no será el verano el que hace ver todo lindo y que el panorama en invierno sería distinto.
El argentino no sólo es un personaje, sino también un lugar para sentarse cómodamente a ver pasar los carros y la gente. Para perderse en conversaciones ajenas de “boludeces” o en las propias con gente que vive y se desvive; que duerme pero te hace despertar, que respira humo de cigarro y se hidrata con soda. No estaría mal poner un café de Colombia, el olor sería suficiente para atraer y seducir al consumo. Porque aquí la gente sí que seduce. Seducen con su queso, seducen con su tango, seducen con su clima.
Lía Beltrán Valero, de Bogotá. Actualmente se encuentra en Villa María.
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