Esta es nuestra verdad, una historia teñida de dolor y paradojas, pero marcada a fuego por la solidaridad de un hombre y una mujer.
Me encontraba en un café de la calle Alvear y Mendoza de la ciudad de Villa María, en las circunstancias más difíciles que un padre, y toda su familia, puede enfrentar: la impotencia frente al mal estado de salud de un hijo, Andrés.
Todo comenzó con un accidente de tránsito, un impacto de un segundo que, con el paso del tiempo, se convirtió en horas de espera de un parte médico, semanas de recorridos de pasillos clínicos y meses de acompañamiento para una recuperación lenta.
Andrés fue intervenido quirúrgicamente dos veces. La primera de ellas en el Sanatorio Gatti de la ciudad de Oncativo por un cuadro de abdomen agudo grave; allí su estado general se fue descompensando a tal punto que, luego de la mencionada cirugía, su respiración era prácticamente nula.
Ante la desesperación que nos invadió, junto a mi familia decidimos trasladar a nuestro hijo a un nosocomio de mayor complejidad, siendo la Clínica de Especialidades de la ciudad de Villa María la elegida. En este punto quiero hacer mención, aunque sea en unas pocas líneas, de un suceso particularmente doloroso; debimos exigir el traslado firmando numerosos documentos traslativos de responsabilidad hacia nuestras personas, pues la negativa del grupo médico del Sanatorio de la ciudad de Oncativo era contundente: Andrés se moría allí o en cualquier terapia de la provincia, ese era su justificativo.
Quién imaginaría que alguna vez tales profesionales juraron con total convicción, entre otras cosas, “…desempeñar mi arte con conciencia y dignidad…”.
La segunda intervención quirúrgica se realizó ya en la Clínica de Especialidades de esta ciudad. Siguieron 23 días en terapia intensiva, en medio un cuadro nada alentador llamado shock séptico con fallo multiorgánico, entre otras complicaciones. Luego, tras una rotunda mejoría, Andrés fue pasado a una sala intermedia hasta finales del mes de noviembre, donde perßmaneció conectado a un sistema de aspiración para que la herida de su abdomen cerrara.
Es imposible no mencionar que su estado emocional, día a día, se vio afectado por dichas circunstancias; el paso del tiempo y la permanencia contínua en una clínica no fueron situaciones fáciles de sobrellevar. El grupo humano de la Clínica de Especialidades, integrado por sus prestigiosos médicos (doctores Oliva, Peralta, Zazur, Capocelli, etcétera), incansables enfermeras y mucamas artísticas, ayudaron infinitamente todo ese período.
El doctor Fernando Oliva y su equipo médico nos informó que Andrés debía atravesar un largo período de tiempo allí, con el objeto de llevar a cabo un tratamiento para el cierre de heridas agudas de abdomen mediante presión negativa, es decir, aspiración. El mencionado proceso sólo puede realizarse dentro del nosocomio.
Excepcionalmente, si se alquila en lugares especializados y a un alto costo mensual un dispositivo portable de aspiración, el paciente tendrá la posibilidad de culminar su tratamiento en forma ambulatoria. Realizamos dos pedidos a nuestra mutual Apross, quien negó la cobertura sin justificativos médicamente fundados.
Allí fue cuando apareció ese domingo de noviembre al que me refería al principio, no sé si llamarlo mágico, casual o cuestión de suerte. Sentado frente a mi mesa de aquel bar se encontraba el intendente de esta ciudad, Eduardo Luis Accastello. Casi sin pensarlo me acerqué adonde estaba y me presenté, le comenté la situación de Andrés y me pidió todos los datos al respecto; acababa de depositar mis últimas esperanzas en una servilleta de papel en el bolsillo de un hombre que no me conocía.
A los pocos días se comunicaron con nosotros desde su Secretaría, informándonos que Apross había dado, finalmente, cobertura del alquiler de la bomba portátil. La emoción fue tan grande que no había palabras para agradecerle esa enorme gestión, que se traducía ni más ni menos que en la libertad ambulatoria de mi hijo en sus próximos días de tratamiento.
Además, tiempo después, nos encontramos frente a otra gran sorpresa: el señor intendente y su esposa, la señora Nora Bedano, nos visitaron personalmente en la habitación que ocupábamos en la Clínica desde hace meses. Su amabilidad fue gigantesca denotando una humanidad y humildad pocas veces vista, lo cual nos llenó el corazón de alegría.
Hoy por hoy, Andrés camina 20 cuadras diarias, su estado anímico es excelente y, por sobre todas las cosas, goza de una cierta libertad mientras continúa su tratamiento a la espera de su cirugía final.
Para finalizar, no puedo dejar de mencionar una triste paradoja. En la ciudad de Oliva, donde resido desde que nací, presenté una nota con un pedido de prórroga para la aplicación de una ordenanza que regula el servicio de taxi, en el cual trabajaba, ya que me veía imposibilitado de adecuarme a ella por la actual situación familiar que atravieso.
Aún hoy esa nota no fue contestada, aún hoy no fui atendido por el intendente del municipio, Oscar Tamis, con quien solicité infinitas audiencias. ¿Es que puede existir un tema de reunión más urgente que el trabajo de un ciudadano para brindarle la mejor calidad de vida y salud a su hijo enfermo?
Pero no todo es gris en mi ciudad de Oliva; quiero agradecer de corazón a todo su pueblo maravilloso por el enorme apoyo recibido, por su fuerza, por sus incansables preguntas y preocupación por el estado de mi hijo, por todas las cadenas de oración que se hicieron en las distintas iglesias de nuestra ciudad.
Si Dios quiere, Andrés culminará su recuperación muy pronto.
Enormemente agradecidos.

Odel Andrés Salvatori
DNI 10595666