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Mario Isaurral en una nota que le hicimos en el año 2008 |
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Su gran pasión fue el ciclismo y sobre las dos ruedas de una bicicleta se despidió de la vida. De pronto, en la siesta del 11 de enero, dijo adiós. Un adiós tenue, apenas murmurado entre el susurro del viento.
Mario Isaurral tenía 43 años. Se fue dejando una huella profunda de dolor en familiares, amigos y vecinos.
El obituario, dice sus restos son velados en la Casa Central de Cochería Itatí.
Pero detrás de la letra informativa está la fuerza, el fuego y el compromiso de un hombre que supo ganarse el corazón de mucha gente, no sólo por su amor al deporte, sino también por su trayectoria como dirigente vecinal.
Ayer, Mario salió de su casa para juntarse con su grupo y pedalear un par de kilómetros. Recorrer un circuito sintiendo la adrenalina de practicar su actividad favorita.
Cuando regresaban, rumbo al Polideportivo para descansar e hidratarse, el corazón de Isaurral se detuvo. Fue, al frente de Fin de la Costa. El final o el principio.
Podemos imaginar la conmoción de sus compañeros de ruta. Uno de ellos lo sostuvo cuando se desvaneció y todos hicieron los mayores esfuerzos para reanimarlo. No pudieron.
Sorpresa, desesperación, pesar.
Podemos imaginar. Tal vez, antes que sus ojos se cerraran, pasó por su mente su infancia. La carnicería de su padre en barrio Manzotti, los premios recibidos en su adolescencia por las carreras a bordo de una bici, su esposa, su hijo, sus compañeros de la secundaria, los asados con amigos.
Tal vez, su alma aferrada al pedal levantó vuelo para fundirse con el cielo gris de ayer, un cielo que se une con el río de esta ciudad que lo vio crecer.
Podemos imaginar a Mario luchando por su barrio Vista Verde, un sector que lo eligió como presidente del centro vecinal y hoy sufrió la pérdida del dirigente que escuchaba los reclamos y buscaba, junto a otros, la forma de solucionarlo.
Podemos imaginar muchas cosas. Pero, sin duda, el adiós va a quedar siempre girando en los rayos de la bici, hasta transformarse en algún momento en el monumento al ciclista que hoy soñaba ver, algún día, en la bajada de calle Entre Ríos.
El adiós es apenas una palabra aguda que va mutando. Porque, Mario nunca se irá definitivamente.
Sus frases, sus ideas, sus anécdotas, su sonrisa permanecerán vivas en el corazón de todos aquellos que tuvieron la oportunidad de conocerlo.
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