Agradecen al personal del Hospital

Quisiéramos agradecer a todo el personal que con cariño y amor hizo más pequeño nuestro dolor.
Somos Santiago Salutto y Milagros Mansilla, quienes por casualidad del destino nos encontramos allí en la Sala de Pediatría (Santi ingresó el 22 de diciembre por una quebradura de fémur de la pierna izquierda y Mili el 2 de enero). Nuestras mamás, Laura Salutto y Sandra Torres, comenzaron una linda amistad mientras nos acompañaban. Entre aquellos a quienes queremos agradecer está Pamela, la enfermera “payaso” que, entre nuestros llantos y risas, nos alegraba y mimaba con tanto amor. Nos daba el medicamento y nos medía la fiebre siempre con una sonrisa.
Paola es quien nos traía el desayuno, almuerzo, merienda y la cena para nosotros y nuestras mamis.
El grupo de pediatras día a día controlaba la piernita de Santi junto a los traumatólogos Barbatti y Ferreira.
También agradecemos a Nora, la señora de blanco que todos los días nos limpiaba la habitación y nos dio muchos mimos y amor. Laura, quien todas las mañanas nos traía sábanas blancas para que nuestras camitas estuviesen limpias. Perdón si nos olvidamos de alguien, pero somos dos niños orgullosos del Hospital.
Hoy, por suerte, estamos en nuestras casitas. Hicimos esta carta porque siempre publican lo malo, pero nosotros vamos a dejar en claro que el Hospital hoy es mejor que una clínica.
Santiago Salutto y Milagros Mansilla

En recuerdo de su cuñado
Señor director:
Con esta carta quiero dirigirme a estos “señores poderosos de grandes capitales y de tan pobre corazón. Quiero describir en estas pocas palabras a esa persona que se llamaba Juan Ramón, al que ellos todavía no se enteraron que ya no está entre nosotros, porque seguimos esperando el pésame de esta gente.
También quiero decirles a estos señores que Juan Ramón amó ese trabajo a pesar de todo, tenía puesta la camiseta de su trabajo y lo decía en cada oportunidad. Qué lástima que para ellos fue sólo un número y no una gran persona que dejó su vida allí, como todos se lo decíamos y él nunca escuchó, porque para él primero estaba su trabajo.
Ese era Juan Ramón como empleado. Ahora, como persona fue un ser humano extraordinario; no se imaginan a qué persona arrancaron de nuestras vidas. Un marido ejemplar, un padre maravilloso, un gran yerno, un tío de esos que no se olvidan, un amigo como los que ya no hay. Un ser que de su bolsillo sacaba cuantas monedas fueran necesarias para llevar a algún perrito que lo atropelló un auto y no se muriera sin que un doctor veterinario lo viese. Un compañero de trabajo que le daba ayuda a quien de él precisara. Y ahí estaba Juan Ramón, como todos lo conocían. Les parece poco a estos “señores” el ser humano que perdió la vida por y para ellos, nada menos.
Para todos los que queríamos y conocimos a Juan Ramón lo que pasó no tiene perdón y sé que nadie va a decir lo contrario. Ojalá el tiempo cure tanto dolor, un inesperado cachetazo que nos dio la vida y aclaro que no hablo desde el odio, sino desde un gran dolor.
Me queda nada más que recordarlo con su alegría, sus bromas y mis bromas en todo momento que pasábamos en familia. En nuestra gran familia seguirá estando; en cuanta reunión, festejo, o lo que sea, nunca nos olvidaremos de él. Con estas poquísimas palabras quería que los lectores supieran quién era esta persona. Dicho todo desde el corazón de alguien a quien él vio crecer, que no era mi cuñado, sino mi hermano mayor al que nunca voy a olvidar. Su cuñada más chica, a un mes de su partida.
Marcela A. Gre
DNI 18177921