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1- En Venecia, en el paseo en góndola. 2- La cena en la que el grupo le festejó el cumpleaños a Nelly |
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En esta nota, quien nos lleva de recorrido por el mundo es Nelly Páez, una ex compañera de EL DIARIO.
“Este fue mi primer viaje grande, antes había ido a otros países más cercanos. Este fue un viaje planeado durante mucho tiempo, todo el último año que trabajé en el diario lo pasé pensando en este viaje”, comienza diciendo Nelly.
“Este viaje fue soñado durante mucho tiempo porque era el sueño que teníamos con mi marido, el gallego (Luis González). Siempre pensamos que cuando nos jubiláramos íbamos a hacer este viaje ... y bueno, me tocó ir sola en esta excursión, sin él. Cuando me jubilé en fui porque era lo que habíamos planeado con él, que tenía parientes en España a quienes pensábamos ir a ver, cosa que ahora no hice porque fui en una excursión”, explica.
El viaje fue a través de una agencia de Córdoba y reunió a un grupo de personas de distintos lugares de la provincia.
Si bien el sueño de Nelly era conocer España, el recorrido de 22 días la llevó a seis países más: Italia, Francia, Suiza, Alemania, Bélgica y Holanda, en setiembre de 2011.
Lo que más me gustó
“Si me preguntás qué es lo que más me gustó, no sabría qué decirte, porque de cada país me gustaron cosas. Arrancamos en España, allí estuvimos en Madrid, Toledo y Barcelona, donde conocimos la iglesia de Gaudí, que la empezó cuando se recibió de arquitecto y se murió sin terminarla. España me encantó”, dice, pero aclara que también “Italia es precioso, ¡hay tanta historia ahí! Me encantó la Torre de Pisa, la Capilla Sixtina, la Basílica de San Pedro... Me llamó la atención el oro y la riqueza que se ve en San Pedro”.
“Allí hay un mural de Cristo que parece que te sigue con la mirada, estés donde estés, te da la sensación de que Jesús te mira. Eso me puso la piel de gallina, es espeluznante. Además hay otro mural que es de la Ultima Cena que también te da esa sensación, parece que por más que te muevas la mesa se ve siempre de frente. No sé cómo los hicieron, pero eso te impacta”, cuenta.
“En Italia estuvimos en Roma, Siena, Nápoles, Venecia, que está un poco descascarada, pero es hermosa, también visitamos Capri y Pompeya”, agrega.
Lo que más me impactó
“Todo me impactó, porque de cada lugar me impactaron cosas, desde los cuadros que parece que te miran, la Torre de Pisa... la Torre Eiffel en París es algo que la vemos en tantos lugares, películas, revistas, pero estar parada al frente te impacta, más cuando la vimos de noche, toda iluminada. Es una monstruosidad, nunca me imaginé que fuese tan grande, porque por debajo de sus arcos pasan autos y colectivos, y desde arriba se ve todo París”, asegura.
“En Holanda lo que más me llamó la atención fueron las bicicletas. La cantidad de bicicletas es impresionante, hay estacionamientos de varios pisos, sólo para las bicicletas. Tienen un sistema en el que se pone una tarjeta, se retira la bici, se usa y cuando se deja, se vuelve a colocar la tarjeta para que marque el tiempo de uso. Como si fuera el estacionamiento de acá”, explica.
“Me impactó la perfección de la construcción de Pompeya del año ‘76, con las calles de la ciudad con declives para evitar las inundaciones cuando llovía... todavía se ven las flechas pintadas en las piedras que indicaban el camino al prostíbulo, y aún se conservan sus camas de piedra y una pintura erótica”, añade.
“Otra de las cosas que me impresionó fue el Palacio de Versalles. Tiene 700 habitaciones y se conservan con sus muebles de la época. Cuando se entra en el Palacio, a cada turista le dan un aparato parecido a un grabador en el que se marca el número de habitación que se visita y el idioma propio, y se escucha la explicación de qué es lo que se está visitando”, cuenta Nelly.
Lo más emotivo
“Creo que lo que más me emocionó fue cuando vi la Torre Eiffel encendida y también la iglesia de San Pedro, muchas cosas me emocionaron, pero ninguna tanto como para llegar al punto de arrancarme una lágrima”, afirma.
Nelly también relata que “en España fuimos a un tablao donde nos cantaron un tango en homenaje a los argentinos que estábamos. Eso me hizo piel de gallina. Nunca había escuchado ese tango ni yo ni los de mi grupo, hablaba de la dictadura, con una letra muy fuerte”, confiesa.
Lo que no me gustó
“Fue ver las consecuencias de la crisis que se vive en Europa. Vi a algunos chicos pidiendo, a la gente haciendo cuadras de cola para conseguir trabajo, problemas con los maestros en España, que no empezaban las clases porque les agregaban horas con el mismo sueldo, algo que me hacía acordar a nuestro país en algunas épocas”, asegura.
Lo más gracioso
“Gracioso y trágico a la vez fue cuando tres mujeres del grupo se perdieron. En el primer momento era trágico, pero cuando nos reuníamos y nos contaban por lo que habían pasado y lo que habían hecho, resultaba gracioso. Por ejemplo, hubo una mujer que se perdió en la iglesia de San Pedro, en Italia, por sacar una foto. Como se alejó del grupo y no nos encontró más, decidió tomarse un taxi para ir al hotel. Como no le alcanzaba el dinero para llegar en taxi hasta el hotel, se pasó todo el viaje discutiendo el precio con el taxista. Fue regateando el precio con el conductor porque cuando llegara al hotel el marido no iba a estar para darle la plata que le faltaba y solucionarle el problema. Como no pudo ponerse de acuerdo con el taxista, le dijo que la llevara hasta donde le alcanzara la plata. Finalmente, el taxista la dejó en el hotel por la única plata que tenía”, cuenta entre risas.
“Otra señora se perdió en Toledo, cuando visitamos una iglesia grandísima. Se le había trabado la cámara de fotos, se paró en un negocio para arreglarla y se quedó atrás. Cuando se perdió, se encontró con unos policías que la tomaron en broma... acostumbrados a que se pierdan los turistas, la cargaban. Al final la cargaron en la parte de atrás del patrullero y la llevaron, con dos policías, uno de cada lado, a recorrer las callecitas para ver si encontraba al grupo. Al final se paró en la puerta de la iglesia hasta que se encontró con el grupo”, agrega.
Finalmente, relata que “otra se perdió en Venecia porque se entretuvo comprando en la famosa fábrica de vidrio Murano. Eso fue a la mañana y no nos encontró en todo el día, hasta las seis de la tarde que nos volvíamos. Lo lamentable de ella fue que el grupo había pagado su viaje en góndola y ella se lo perdió”.
Lo que extrañé
“Es tan grande la vorágine que se vive porque te llevan a un ritmo acelerado, ya que hay que visitar siete países en 22 días, que estás de la mañana a la noche andando y no tenés tiempo de extrañar nada. Yo recién tomé conciencia de lo que había hecho cuando me puse a armar el álbum de fotos acá”, dice.
“Cuando aterrizamos en Córdoba, con lo que había visto y había hecho, estaba satisfecha y ya tenía ganas de volver. Bajar del avión y ver a mis hijos y a mis nietos que me fueron a buscar fue emocionante”, añade.
“Lo que me causó gracia fue que esa tarde yo llegué cansada y me acosté temprano. A la mañana siguiente me sobresalté y pensé que me había quedado dormida porque no veía a mi compañera de cuarto. Vi los cuadros en la pared y me dije: ‘Qué parecidos a los de mi pieza’, hasta que encendí la luz y me di cuenta de que estaba en mi casa”, recuerda.
Un cumpleaños muy especial
“Lo anecdótico fue que yo cumplí mis años en el transcurso del viaje, el 7 de setiembre, y lo empecé a festejar en Niza, Francia, y lo terminé en el Principado de Mónaco. Esos lugares están cerca uno de otro, es un viaje por la montaña, pero yo me dije: ¡cuándo voy a volver a festejar mi cumpleaños en Niza y Montecarlo ¡¡Nunca más!!”, exclama.
“Los organizadores ya sabían que era mi cumpleaños porque en la ficha que nos hicieron llenar figuraba todo. Nos habían pedido las direcciones de correo electrónico de algunos familiares para mandarles mails y que supieran cómo y dónde estábamos de viaje, entonces estos familiares les contestaban a ellos. Cada dos días, el guía nos leía los mails que nos llegaban en el colectivo, delante de todos. Ese día, a la mañana cuando salimos, ya tenía los mails que me habían mandado desde acá mis hijos y nuera por mi cumpleaños. El guía los leyó y me cantaron el Feliz Cumpleaños arriba del colectivo, en Niza, y después, a la noche, durante la cena. Lo lindo fue que el festejo de la noche se hizo en un salón grande que tenía una especie de reservado junto al salón, como dividido por macetas. En ese reservado cenamos, separados del resto de los comensales, y parecía que realmente estaba preparado para festejarme el cumpleaños. Después de la cena fuimos a Montecarlo a conocer el casino y luego a Mónaco a ver el Palacio del príncipe Rainiero”, explica.
“Si tuviera que volver a un lugar sería a España”, dice rápido, pero después agrega también a Italia y Francia.
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