El vecino de barrio Las Acacias, Julio César Cabrera, está harto de reclamar y no ser tenido en cuenta.
Su preocupación y motivo de diversas gestiones (ante empresas privadas y oficiales, además de instituciones que se erigen en el lugar) es el deficiente estado de la ciclovía que une a su barrio con el acceso sur de la ciudad.
El espacio apuntado, tiempo atrás señalizado, demarcado y mantenido en condiciones, en la actualidad muestra un presente desalentador.
Cabrera en diálogo con EL DIARIO advirtió que el sendero ideado originalmente para peatones y vehículos menores ha perdido su traza en distintos sectores.
El emplazamiento de cañerías para la red de agua, las modificaciones en el acceso al Jockey Club, la caída de postes de luz y las pésimas actitudes de los que arrojan residuos, atentan contra el objetivo para el que fue creada la ciclovía.
"Debido a las zanjas abiertas o las obras que interrumpen el camino, la gente tiene que subirse a la banquina o a la ruta para poder seguir avanzando, esto representa todo un peligro", manifestó ayer el reporteado.

Reclamos en todos lados

"He llevado mi reclamo a todos lados pero las cosas no cambian. Lo único que pretendo es que alguien se haga cargo de la ciclovía y la mantenga como es debido", remarcó el vecino.
"¿Cómo puede ser -por ejemplo- que los encargados de desmalezar hagan su trabajo y se vayan sin ordenar? Es lógico que luego de hacer tu tarea dejas todo en condiciones. Acá no pasa esto, todo lo contrario", acotó.
Luego de recordar que en el cuestionado sector desde hace dos meses un poste sufre una severa y riesgosa inclinación, Cabrera cargó contra aquellos que irresponsablemente ensucian con basura las inmediaciones del sendero.
"Si observas con detenimiento podés encontrar perros muertos, botellas, colchones y otras cosas que personas tiran. En definitiva, es un desastre", consideró.
"Para evitar el semáforo que está en la entrada al barrio, algunos han retirado los pequeños postes que marcaban el camino para bajar por allí, tomar la calle de tierra y luego volver a subir a la ruta", manifestó el hombre que desde hace 12 años vive en la barriada.
"A nadie le interesa el prójimo, los que evitan el rojo del semáforo bajan a toda velocidad sin importarles la presencia de niños o adultos que van y vienen por ahí", también dijo.
Al momento de canalizar sus inquietudes, Julio encontró quien lo escuche, pero no a los que traerían soluciones al controvertido paso peatonal-vehicular.
"Siempre estamos al filo de que pase algo malo. Mi objetivo es que se preste atención a este lugar, antes de que sea demasiado tarde", concluyó Cabrera.