“Sentimos un terrible estruendo, nos despertamos sobresaltados. Nos habíamos quedado sin garaje”, contó Alexis Quiñones en diálogo con EL DIARIO en lo que queda de su vivienda ubicada en José Ingenieros 766 del barrio Almirante Brown de esta ciudad.
Eran las 4 de la mañana de ayer.
Horas antes, cerca de la medianoche del miércoles, la mayor de sus tres hijos, de 12 años, había alertado a sus padres: “¡Miren cómo está la pared!”.
El muro tenía una importante rajadura que presagiaba ya el derrumbe.
Quiñones, remisero de profesión, habita desde hace cinco años esa casa junto a su esposa Alejandra Jaimes y sus tres hijos, de 12, 10 y 5 años.
Hace alrededor de tres meses una constructora compró la casa de al lado y una semana después comenzó la demolición.
Y con ella, los problemas.
Es decir, ésta sería la crónica de un derrumbe anunciado.
“Comenzaron a demoler muy rápido y sin tener mayores cuidados, y para colmo sin decirnos nada”, relató Jaimes, quien agregó que ya en aquel momento “comenzaron a asomar levemente síntomas de que la cosa no estaba bien. Se lo advertimos al encargado de la obra y siguieron trabajando con un poco más de cuidado”, agregó la joven mujer.
“Pero el daño ya estaba hecho”, abundó su marido.
Afortunadamente, no hubo heridos que lamentar como consecuencia del muro que se desplomó.
Daños
Pero los daños materiales sí, son cuantiosos.
“Y los daños morales”, remarca el joven matrimonio que ahora deberá llevar sus hijos “a dormir a la casa de mi mamá, porque esto es un verdadero peligro. Incluso la Policía nos aconsejó que tuviésemos cuidado”, explicó Jaimes.
El aspecto que presenta la vivienda (en las fotografías se puede apreciar claramente parte del daño) habla por sí solo. Pero el daño no termina en la pared que se vino abajo, pues quedaron los pisos hundidos y otros varios muros rajados que ahora deberá evaluar un perito para determinar en qué consistirá el arreglo y la restauración de la casa.
“Tenemos documentado todo con fotos y vídeos. Y no vamos a dejar que nadie toque nada. Lo único que permitimos es que limpiaran un poco. Ahora la cuestión quedará en manos de los peritos de ambas partes y esperemos que no haya que acudir a la Justicia y que todo se arregle pronto”, manifestó Quiñones, quien sin embargo no ocultó su deseo de que todo, es decir, su vida cotidiana en familia, en su propia casa, vuelva a la normalidad lo antes posible.
Cabe consignar que, además de la ya mencionada mampostería destruida, varios efectos personales de la familia sufrieron la misma suerte.
Por ejemplo, el portón de madera del garaje, que “cuesta bastante dinero”, indicó Quiñones.
Asimismo, el remisero contó que “yo antes tenía un negocio de bicicletería del que me habían quedado varias aberturas y vidrios dobles que estaban a la venta. Alrededor de 8.000 pesos costaba todo eso”, puntualizó el joven.
“Mañana (por hoy) los venían a retirar”, se lamentó la mujer.
Preocupado
“El encargado de la obra se mostró muy preocupado por arreglar la cuestión cuanto antes y fue muy sensible respecto de la presencia de los chicos”, dijo Jaimes, “pero por lo que sabemos, el dueño de la obra, ingeniero o arquitecto, no recuerdo bien, Eliseo Poserlei, está de vacaciones, así que no sabemos quién se va a hacer cargo”, agregó la joven mujer.
Si se considera, claro, que no hubo heridos que lamentar, podríamos decir que fue, como señala el adagio popular, una desgracia con suerte; pero eso no minimiza el daño causado por la demolición.
Fotografías: 1) Parte de los daños causados a la vivienda de los Quiñones por la demolición
2) Trabajadores observan desde el interior el estado en el que quedó el muro tras el derrumbe
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