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23 de Enero de 2012
Historias de vacaciones - Villamarienses por el mundo
“Un conjunto de cosas que me hizo cosquillas en el alma”
Deseosa de conocer a fondo una cultura que ella considera “adelantada para su época”, Haydeé fue dos veces a Perú para recorrer íntegro el Machu Picchu, además, en el medio del viaje, tuvo la oportunidad de desfilar y bailar para los 400 años de Arequipa
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Hoy quien nos relata las vivencias de su viaje es Haydeé Rosales, que si bien visitó las lejanas tierras de Europa, eligió llevarnos de recorrido por Perú porque, según opina, “la riqueza cultural y artesanal que hay allí es incomparable”.

“Yo hice dos viajes a Perú, uno hace tres años y medio y el otro hace un año y medio, las dos veces en agosto”, dice.
“Quise ir a Perú para conocer Machu Picchu, para conocer todo lo cultural, lo artístico, todo lo referente al arte que a mí siempre me atrajo tanto. Quería conocer Cusco por esas cosas que se ven en los libros. Quería observar esa cultura que fue tan adelantada para su época y todo lo que lograron hacer, que gracias a Dios podemos seguir viendo”, agrega.
“Fui dos veces a Perú porque yo consideraba que me faltaba conocer una parte, algo que había quedado pendiente del primer viaje, por ejemplo una de las partes que no hice en 2007 fue llegar hasta el lago Titicaca. Así que fui dos veces para hacer lo que me faltó hacer del primero”, explica Haydeé.
“Las dos veces fui por dos vías distintas, la primera vez fui en avión, vía Chile, Lima, que la recorrimos bastante y es muy linda, luego a Cusco. En cambio en el segundo viaje fui en ómnibus, por Jujuy, pasé por Chile, Arequipa, y Cusco”, aclara.
El segundo viaje se hizo en un ómnibus de una empresa de La Falda y los pasajeros eran todos relacionados con el folclore, de Villa María, Las Varillas, Rafaela y Córdoba,

Lo anecdótico

“En el segundo viaje fui con un grupo de folclore al que pertenezco y en Arequipa participamos de un desfile por los 400 años de la ciudad, con delegaciones de toda Sudamérica. Cada año para el cumpleaños se realiza un festival para el cual se invita a países extranjeros y donde se pueden ver las representaciones de las tribus peruanas con sus trajes típicos y también sus danzas”, relata Haydeé y añade que “el desfile se hace por siete kilómetros, así que empezó a las tres de la tarde y terminó a las ocho de la noche”.
Luego añadió que “por la noche se ven en un estadio las danzas y trajes típicos de los distintos lugares y ahí también bailó parte de nuestro grupo de folclore”.
“Otra anécdota, nada grata, sucedió en 2007, en el primer viaje. Estábamos en Cusco esperando la hora de cenar y nos enteramos por la televisión del sismo de 8 grados en Pisco, nosotros estábamos muy lejos de ese lugar y yo ni me di cuenta, pero hay gente que dijo que sí había sentido un pequeño movimiento”, recuerda y agrega que “en ese momento corrimos a las cabinas telefónicas para tratar de comunicarnos con nuestros parientes en Argentina, pero fue imposible, porque estuvieron cortadas las comunicaciones hasta el día siguiente”.
“El problema fue que nosotros estábamos bien y lo sabíamos, pero los que estaban acá, por ejemplo mi hija, no sabía en qué lugar estaba yo y cómo”, explica.

Lo que más me gustó

“Fue el nuevo recorrido que hice en Machu Picchu en el segundo viaje, porque en el primero el guía nos había llevado a recorrer toda la parte de abajo, nada más, porque difícilmente se puede hacer todo en un solo día, es muy extenso. Pero yo quería ver Machu Picchu como sale en las fotos, desde arriba y con el Huayna Picchu de fondo, que se saca de un lugar más alto, al que yo accedí en el segundo viaje”, asegura Haydeé.
“En esa oportunidad yo me separé del grupo y fui por todos esos lugares que no conocí la primera vez: el precipicio, el puente caído, unas casas que hay más abajo, el punto desde donde se saca la famosa foto de todo el parque del Machu Picchu...”, recuerda.
“Sentí una satisfacción tan extraordinaria de estar en ese lugar y observar la misma imagen que se muestra en las fotos, fue una sensación inenarrable, no puedo explicar con palabras, entre el silencio, la paz, el lugar, la vista, fue un conjunto de cosas que me hizo cosquillas en el alma”, confiesa.
“Eso fue lo más lindo, lo más impactante y lo más emotivo... ver esa imagen que yo tenía incorporada en mi mente de las ruinas del Machu Picchu, no sé si no se me cayeron las lágrimas. Estar en ese lugar y pensar que yo estaba viendo eso que tanto ansié verlo. Contemplar esa imagen compensó todo el cansancio, la falta de dormir y todas las cosas que pasaron en el viaje”, asegura.
Después relata que “en Cusco, la catedral tiene el altar con 800 kilos de plata, porque en la época de la conquista, el gobernador del lugar tenía relación con un obispo que poseía una alfombra con esa plata. No sé por qué se lo cambió, pero de esa alfombra hizo láminas de plata con las que cubrió el altar. No obstante, detrás de ese altar hay otro de madera, tallado, que es tan maravilloso como el recubierto en plata”.

Lo que me impactó

“Además de lo que conté, otra cosa impactante fue conocer el lago Titicaca, el lago más alto del mundo, donde conocí las islas de los Uros, que son hechas con juncos y cuando se pisa, se hunde como si fuera un colchón de agua. Los aborígenes que están ahí ya no viven en las islas, sino en la costa del río, van a las islas durante el día sólo para mostrarle al turista cómo vivían sus ancestros”, cuenta.
“En el trayecto a Machu Picchu me llamó la atención no sólo los lugares hermosos que hay, sino que se pasa de partes desérticas a lugares verdes y sembrados. La tierra está trabajada a mano, no vi tractores ni maquinarias específicas, pero se ven como hilitos tejidos los surcos sembrados. También me llamó la atención el sistema de riego, que es el incaico, con cisternas hechas con piedras en las que almacenan el agua y canales que van abriendo que dejan pasar el agua a los sembrados”, afirma.
“Otra cosa que me llamó la atención en Cusco es que en los techos de algunas casas hay puesto una parejita de toros, que significa que en ese hogar vive un matrimonio”, dice Haydeé.

Lo que menos me gustó

“Fue ver muchos pueblitos detenidos en el tiempo, con un arroyo del que se surten para el riego, para tomar, para los animales, para todo, con construcciones y personas detenidas en el 1600. Me provocó tristeza ver que no hay un tendido eléctrico ni un palo con un cable por ningún lado ni nada, gente caminando porque no andan en motos ni autos”, afirma.
“En los pueblitos chiquitos que hay en los alrededores de Cusco la gente vive como en la época de la conquista, porque no tienen luz, se autoabastecen, se ven en sus casas unos pocos animales, cosechan papas y cebollas. En esos pueblos tampoco se ven autos, lo que cosechan se transporta a lomo de un animal o al hombro”, explica.
“Vi a algunos arando con un arado de mancera, esos antiguos que se llevaban con la mano y van tirados por bueyes... Todas esas cosas me impresionaron mal, ver que en esta era tecnológica como en la que estamos ahora, a unos miles de kilómetros viven en esas condiciones. Aún utilizan el sistema de riego incaico, que si bien es perfecto, da tristeza que no hayan podido avanzar en eso, en el Siglo XXI”, agrega.

Lo más gracioso

“Cuando íbamos a pasar la aduana de Chile, viniendo de Perú, nos habían dicho que no podíamos pasar nada de comida ni una galletita, porque los chilenos no lo permiten y, si encuentran algo, cobran una multa importante. Así que desde unos kilómetros antes nos comimos todo de todos, masticamos en un rato lo que no habíamos comido en horas. No obstante, pasé asiento por asiento preguntando si estaban seguros de que no les había quedado nada y, faltando muy poco, una señora se acordó que en una canasta le habían quedado cuatro manzanas. ¡Con la velocidad que agarramos las manzanas y entre todos nos comimos las cuatro!”, cuenta Haydeé y explica que los chilenos suben con los perros a los ómnibus para detectar si hay comida porque ellos lucharon muchos años contra una mosquita que pasó de Argentina para Chile en la fruta.
“Lo otro, que más que gracioso fue tragicómico, es que cuando llegamos a la frontera de Perú con Chile, hubo que bajar absolutamente todo para que los perros de la Policía olfatearan si había droga. Eran kilómetros de bolsos. No sé las horas que estuvimos esperando, entonces terminamos contando cuentos entre nosotros para entretenernos un poco”, recuerda.
“Como si eso fuera poco, cuando llegamos a la frontera de Chile con Argentina, como había dos personas enfermas que hubo que atender y estabilizar, estuvimos nueve horas parados. En todo ese tiempo vaciamos de mercadería a todos los negocios de la zona... ya no sabíamos qué hacer, comíamos a toda hora y barrimos con todo”, añade.

Lo que extrañé

“Fue la comida, en todo el recorrido”, confiesa y asegura que “al final del viaje yo ya tenía ganas de volver, porque fueron 15 días que resultaron largos ya que una cosa es ir en avión y otra ir en colectivo, más con los percances que nos pasaron, no fue un viaje fácil. Dado mi entusiasmo por ir, hizo que no me desagradara, pero otros llegaron medio enojados por todo lo que había pasado”.
“Fue un viaje accidentado, porque hubo varias personas con problemas, gente que se enfermó, estuvo en reposo y se perdió de visitar lugares, otras a la que les robaron y algunos que se apunaron”, completa.
Finalmente, confía en que si tuviera que elegir un lugar donde volver, no sería este, sino Italia, a Florencia y Venecia, a las que visitó en 2000.

"La Puna de Atacama es realmente fantástica, un paisaje maravilloso, fue fascinante recorrer esa ruta hasta entrar en Perú y ver esas montañas que parece que estuvieran hechas de arena mezclada con manteca"

"Arequipa también es bellísima con sus expresiones artísticas, la llaman la ciudad blanca porque están todos los edificios importantes hechos en una piedra caliza blanca"

"A esa altura, las estrellas parecen que estuvieran ahí cerca, impresiona ver un cielo estrellado por la brillantez de las estrellas"

Fotografías: 1) Haydeé con la delegación mexicana en el desfile en Arequipa
2) Vista del Machu Picchu a la que accedió en el segundo viaje

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