Ya pasó el primer fin de semana del Festival. Y la tarde del lunes también se iba mientras las nubes amenazaban con la lluvia. Las montañas de Cosquín no se dejan intimidar, se mantienen firmes y se enfrentan al gris oscuro que asusta a los que salen en busca de los autos y se detiene ante los que disfrutan y ni siquiera eso los hace moverse de la Plaza, de sus asientos tomando o comiendo algo.
Cerca de las 22, la gente en esa procesión que se llama Festival va entrando y ocupando sus lugares. Esperan ansiosos los fuegos, mientras los nenes corren entre acomodadores.
Pero llegó antes la lluvia. El agua que mucha falta hace, ahuyentó a la gente y a la música. Las corridas y la desesperación por los cables, los equipos y para buscar un lugar donde enfrentar a las gotas pesadas que caían fue lo que preocupaba a la gente de prensa. Pasadas las 23 y cuando nadie creía que la luna se llevaría a cabo los gritos de “Están tocando” en el bar hicieron que volvieran las corridas, pero para ir a ver el show.
El show lo dio el Dúo Coplanacu, que en un poco más de media hora y agradeciendo “a los changos por estar ahí bajo la lluvia” y siendo muy respetuosos con las otras bandas, demostraron que tienen algo especial para que la gente los siga adonde vayan y sea como sea. El Cuarteto Magnolia para cantar “Algarrobera” y “Si yo fuera río” y Eruca Sativa para “Peregrinos” hicieron del escenario un tiempo compartido entre amigos que terminó con una serie de temas como “Desmonte”, “Como pájaro herido” y terminó con “Escondido de la alabanza” para demostrar que Cosquin tiene historia, como había pedido el presentador Simón.
Los Huayra continuaron la fiesta y fueron más allá. Esto de forma literal ya que para saludar se acercaron a la gente y se mojaron. Eran una continuación del público que ya los catapultó al éxito y que los ovacionó ante cada tema como “Si se calla el cantor”, “No”, “Fiesta”, “Al jardín de la República” y otros temas que demuestran que ya son consagrados en el ambiente.
La lluvia iba de a ratos cambiando de intensidad pero iba, o mejor dicho venía. Era la protagonista de una noche sin luna y de una luna sin fuegos ni estrellas. Las gotas pegaban cada vez más fuerte en el escenario y en mucha gente que se dejaba vencer esas ganas de mantenerse firme junto a las bandas. Cada vez más fuerte también fueron los aplausos ante cada tema de Opus 4 que regalaron en sus maravillosas voces temas como “Cinco siglos igual”, “La estrella azul”, “Honrar la vida”, entre otros, mientras el presentador decía que el público era quien honraba la vida, frase que Opus apoyó aplaudiendo a esa gente que con los pilotos y los paraguas completaban el paisaje.
Cerca de las tres de la mañana José Luis Aguirre con su tonada cordobesa marcada a fuego hizo pasar a Doña Jovita quien le regalo un buen momento al público, que no creía eso de que “se le ha embarrado el burro por la lluvia y no puede venir”. Chistes, canciones y varias ocurrencias preparaban la previa al gran cierre.
Ese gran cierre fue para un público privilegiado. Fueron los que no se movieron y pudieron ver a Peteco Carabajal quien cerró la noche ante unas 50 personas. Ellos lo pueden ver todos los días en Cosquín, porque se instaló allí, pero “se hicieron el aguante” mutuamente para demostrar que Peteco y el Festival tienen historia y mística.
Fue una noche pasada por agua. Como este cronista. Fue una noche con felicidad. Al igual que quien escribe.

J. J. C.