Escribe

Rubén Rüedi

En la mañana del domingo 26 de enero de 1992, el centro de Villa María estaba tan desierto y silencioso como cualquier domingo de aquella época. El único quiosco de diarios y revistas que ya estaba abierto, a media mañana aún se desperezaba. Entre los diarios, periódicos y revistas, sobre el mostrador se destacaba EL DIARIO con su portada anunciando la muerte de un ciudadano conocido por casi todos.
Acercarse a ese mostrador y ver la foto en tapa del “Bebe” Paredes presagiaba la noticia. Había fallecido un hombre muy valioso para la comunidad; protagonista desde muy joven de la vida social, política, deportiva de Villa María. Había muerto un amigo de todos.
Emilio Arturo Paredes, el “Bebe”, nació el lunes 7 de noviembre de 1941 en Alto Alegre; calmo pueblo recostado sobre los rieles. Allí paso su infancia, en el seno de una familia constituida por el trabajador rural Ricardo Paredes y la descendiente de alemanes Josefina Berger. Ellos supieron gestar y amar a ocho hijos: siete varones y una mujer.
Su instrucción primaria la recibió, ya radicado en Villa María, en la escuela República del Paraguay y luego, como todo joven que en ese entonces tenía que trabajar para sustentarse, siguió sus estudios en la mítica Academia “La Fosa”.
Hombre afable, el “Bebe”, de sonrisa ancha como su cara; de cuerpo ancho como su alma. Fue un hombre de pensamiento claro, de actitudes generosas y amistad grande como sus manos, que parecían dos continentes.
Trabajó en distintos oficios; pero sus primeras armas laborales se templaron en la fotografía, siendo empleado de Casa De Falco, uno de los históricos comercios de ese rubro que tuvo la Villa. También ofició de fotógrafo en la revista Impacto Deportivo y en uno de los primeros programas de la televisión local, conducido por Héctor Cavagliato.
Como la mayoría del resto de sus hermanos, se dedicó al deporte habiendo jugado al fútbol en el legendario club Argentino y al rugby, en el glorioso San Martín, club al que entregó toda su capacidad de trabajo y en cuyo predio deportivo lo sorprendió la muerte la sofocante tarde del sábado 25 de enero de 1992, cuando sólo tenía cincuenta años y todo el vigor en el alma.
La pasión por el rugby lo motivó a ser uno de los promotores de la unión de veteranos de San Martín y Jockey Club, las dos instituciones de la ciudad que cultivan ese deporte, resultado de la cual se conformó el equipo “Los Mamut” de intensa actividad en campeonatos provinciales de esa categoría.
El “Bebe” era un tipo de marcada sensibilidad social, peronista de esencia.
Desde 1967 y hasta el día de su muerte trabajó en aquella Federación Agraria Argentina que conducida por Humberto Volando enfrentó decididamente las políticas neoliberales del menemismo.
Cuando en Villa María se constituyó la filial local de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Emilio Paredes fue uno de sus integrantes más comprometidos.
Sus convicciones ideológicas estaban acendradas por el ejemplo de su padre. En 1946, Ricardo Paredes era un trabajador rural afectado a una estancia en proximidades de Alto Alegre. El domingo 24 de febrero de aquel año, el capataz del establecimiento se ocupó de cargar a toda la peonada en un carro con destino a sufragar en las elecciones presidenciales que se celebraban ese día y con instrucciones precisas, bajo “apercibimiento”, de votar en contra de Perón.
Sólo uno de aquellos hombres curtidos por la rudeza del trabajo campesino, se negó a subir al carro. Paredes montó un caballo y emprendió el galope hacia el pueblo, expresando a viva voz que iba a votar por Juan Domingo Perón. Al día siguiente, por decisión del patrón, liaba sus pertenencias y a paso lento pero con la frente alta, tomó rumbo al pueblo en busca de otro trabajo.
De ese hombre digno fue hijo Emilio Arturo Paredes. Por eso la comunidad lo recordará siempre como a uno de esos ciudadanos que forjan la memoria colectiva, porque su impronta quedó en el acervo de los valores que dignifican a la sociedad.