El domingo es día de visitas de mujeres y niños en la cárcel de barrio Belgrano. Madres, esposas, hermanas y novias vienen de todos los puntos de la provincia con sus bolsas de mercadería a compartir unas horas con sus seres queridos, alojados en la Unidad Penitenciaria.
EL DIARIO estuvo en la puerta del lugar para hablar con las mujeres acerca del informe elaborado por Adriana Revol, especialista en Derechos Humanos y que fue publicado por este medio.
En la nota que dirigió a la presidenta de la Nación, enumera las dificultades sanitarias y de superpoblación que tiene la cárcel de Villa María.
“Todo lo que dijo esa mujer es cierto”, apunta la mamá de un detenido. “Es cierto que están pagando por algo malo que hicieron, pero sabés lo que es para una madre encontrar a tu hijo lleno de picaduras de chinches. Ya les dije a los guardiacárcel que tienen que fumigar, pero no hacen nada”, indicó.
El otro problema es la falta de agua y luz, que acarrea incomodidad el día de visita y condiciones insalubres de vida para los detenidos que, según la Constitución, el único derecho que pierden es el de la libertad. “Uno está con los chicos, toda la tarde, sin una gota de agua”, planteó la esposa de un preso de la cárcel local.
Ayer mismo, durante el horario de visita, la luz se cortó tres veces. “Nos dicen que no es por EPEC, sino por una térmica de acá que no anda bien”, indicó otra familiar.
Para llegar a conversar con EL DIARIO, las mujeres esperaron, prudentes, a conocer las intenciones del cronista. Primero no se animaban, pero cuando les garantizamos el anonimato, se reunieron en el quiosco (ver recuadro página 6) para relatar las penurias que atraviesan cada domingo.

Requisa

“Yo le digo siempre, no somos perros. Ni nosotros ni nuestros familiares. Si usted viera cómo nos tratan en la requisa. Es indignante, no sólo la revisación, sino la falta de respeto. Por ejemplo, yo le traje a mi hijo para Navidad unas zapatillas que me dieron y no me las dejaron pasar porque eran usadas. Si no tengo plata para comprar nuevas, no me queda otra, le dije, pero igual no me la dejaron entrar”, relató, indignada una mamá.

Alimentos

La comida es otro de los temas críticos. “Es asquerosa, incomible”, aseguraron. Por eso se esmeran cada domingo para traer mercadería y alimentos que puedan dar un poco de sabor de hogar a los detenidos. “Para colmo, por ahí se ponen rígidos y me cuestionan que traigo dos bolsas. Lo que pasa es que vengo de lejos cada quince días. Le mostré el boleto del colectivo y por eso me las dejaron pasar. Si venía en auto, tenía que dejar una bolsa afuera”, relató una mujer que tiene alojado a su esposo en la cárcel local.
El tema del hacinamiento, denunciado por Revol en el informe, no fue el que más priorizaron las familiares. En algunos pabellones, como el Nº 7, “están todos amontonados”, pero hay otros en los que más o menos tienen espacio, aseguraron.

Salud, ausente

Finalmente, cuestionaron duramente la atención sanitaria. “Yo estuve presa dos meses y si no fuera por la gente de Derechos Humanos, no me daban los medicamentos del tratamiento oncológico que tengo que seguir por mi cáncer de mama. ¿Sabés qué me dieron? Pastillas para dormir durante un mes. Cuando intervinieron los de Derechos Humanos, pudimos entrar los medicamentos”, relató una mujer.
“Acá, si te enfermás, te morís”, sentenció una mujer, relatando que hay una enferma de lupus que no aguanta más los dolores y no puede acceder a la medicación.

Quiosquera solidaria

En la calle José Ingenieros, a metros de la Unidad Penitenciaria, está ubicado el quiosco que sirve de refugio para los familiares de detenidos.
Conocido como el “quiosco de la cárcel”, el espacio es utilizado desde las cinco de la mañana, cuando empiezan a llegar las visitas a esperar el turno para ingresar a la Penitenciaría que abre sus puertas a las 8.
“Nosotros tratamos de darle lo mejor”, dice Ana, la propietaria. Por ejemplo, en verano, el techo de chapa sobre la vereda sirve para dar algo de sombra y en invierno, con cortinas de nylon grueso -como las que tienen los cafés del centro- y una pantalla a gas para calentar, se convierte en un refugio contra el frío.
“Sin embargo, la gente de la Municipalidad nos persigue permanentemente. Dice que obstruimos la vereda y hasta nos cobran multas. ¿Qué quieren? ¿Qué dejemos a toda la gente tirada?”, se pregunta Ana.
Pide que tengan un poco de comprensión, máxime cuando los vecinos colindantes no presentan quejas por el espacio público ocupado.

Fotografías: 1) Las mujeres reunidas en el quiosco donde encuentran su refugio durante las horas de espera
2) La salida de la visita, después de pasar la requisa que consideran “irrespetuosa”