Y debutó nomás mi nieto en la Copa Villa María, “Mundialito”. Fue en una de las canchas que tiene el Deportivo Argentino en calle La Rioja, al fondo, donde la ciudad se despide.
La verdad es que las instalaciones de este club me sorprendieron gratamente (tiene hasta una pileta de natación que ni el Sport Social, si se me permite la odiosa comparación). Creo que todas esas canchas con vestuarios y tribunas, el arenero para beach vóley, los asadores, los quinchos, convierten a esa institución que más progresó en menos tiempo. Viendo todo eso, debo reconocer que me retracté de mis malos pensamientos de cuando se desprendieron del predio de barrio Santa Ana.
Pero vamos a lo mío, que aspiro que sea lo nuestro, amigo lector. El retobado del Tobías participa por su escuelita de fútbol, por lo que de competencia, nada de nada. “Lo importante es participar”, me inculca él mismo, situación que me llena de regocijo.
Empataron cero a cero con los pibes de la 2004-2005 de un club que participa regularmente en los torneos de la Liga de Baby. Los amigos del Tobías saltaban en una pata, se abrazaban y buscaban los flashes, que no había y por eso a mi hija le salió una imagen de la selección de Zambia cuando miró el visor de su moderno aparato digital.
Pero los nenes del equipo contario se quedaron tirados en el piso, algunos de ellos golpeando el pastito con su puño por el empate. Usted se preguntará cómo se entiende esto. Y bueno, a mí me pareció exagerada la presión que les metía el director técnico. Que al lateral lo tiene que hacer fulano y no mengano, que te dije que fueras a molestar al arquero… y hasta el airado reclamo al árbitro al finalizar, en el centro del campo, porque aparentemente no había recuperado el tiempo perdido.
La escena te deja un sabor medio fulero, la verdad sea dicha.
Pero hay un par de puntos que quisiera señalar por si los organizadores de semejante movida desean tomar en cuenta. Lo primero es que los chicos hacen precalentamiento como si de profesionales se tratara. Corren de acá para allá, saltan a cabecear, rodilla arriba, manito abajo… Un equipo en una punta de la cancha y el otro en la otra punta, sin cruzar ni siquiera miradas. Me llamó la atención de manera tal que me crucé a las otras canchas y comprobé que en todos los casos sucedía lo mismo. Son niños de siete años, che. Agreguen cinco minutos de intercambio, de charla antes del partido, para que los de Puerto Madryn le cuenten a los nuestros, aunque más no sea, cómo se llaman y dónde queda Puerto Madryn. O agreguen un tercer tiempo como vi que hacen en el rugby, porque el retobado del Tobías supo probar con el rugby y ese momento compartido con el “rival” era de lo mejor. Con lo que cobran de inscripción, de entradas y de estacionamiento, seguro que para dos panchos y dos cocas de litro, les alcanza.
Después otra cosa. Los pibes de Atlas (la otra pasión de Fox Sports) no pudieron completar el equipo. Vienen desde Buenos Aires y tuvieron que entrar a la cancha con uno menos. Perdieron tres a dos, pero no importa (tienen un 9 y un 10 que la rompen). El resultado es lo de menos. Si arrancaron perdiendo por uno de más que tenía el rival… Había alrededor de las canchas un centenar de pibes pateando botellas de plástico. ¿Me van a decir que no podían invitar a alguno a completar el equipo de Atlas?
No sé, digo. Menos profesionalismo (en la niñez) y más humanismo. Por un “Mundialito” de la amistad.

Chinato Garda