Rezonga el fuelle asmático y canyengue sus quejas de bandoneón. Y no sólo el fuelle rezonga, sino varios de los afectados (y en este caso nunca mejor usada la palabra “afectados”) al Festival Nacional de Peñas. Si ustedes vieran la cantidad de reclamos que recibo por teléfono, SMS, e-mail, Twitter y Facebook.
De tanta queja que postean en el muro, más que un muro de Facebook, parece el muro de los lamentos. Y de todos los niveles, vienen los palos, che. Por caso, podemos mencionar a Jorge Rojas, número central de la noche del sábado. El cantante hizo las delicias del público femenino, que mientras escuchaba extasiado y liberaba feromonas encendidas que fueron a remplazar y muy bien a los fuegos artificiales que también estuvieron ausentes en la segunda noche, se abanicaba a cuatro manos, sofocado por el amor hacia el artista salteño y por el calorón que hace bajo ese techo de chapa, que quedará muy lindo en la foto pero cuando viene la calor no hay quién se la aguante ahí abajo. No estaría mal probar con un par de ventiladores de techo, alguna hélice de avión en desuso, o unos abanicos gigantes, porque la verdad, no se aguanta.
Pero volvamos a Jorge Rojas, que puso al público en éxtasis desde el inicio al fin de su show. Cuando se retiró, la popular se encendió en aplausos y gritos de ¡¡otra, otra, otra!!
Pero no hubo otra.
Y la gente se quedó con bronca.
Cuando los maestros de ceremonia salieron al escenario para hacer lo suyo (parar la bronca y chamuyar a la gente hasta el próximo número), recibieron una sonora silbatina. Y para colmo, a Sergio Zuliani no se le ocurrió mejor idea -para poner paños fríos y cambiar de tema ante el reclamo popular por la vuelta de Rojas- que anunciar que en la platea estaba el gobernador José Manuel de la Sota. La silbatina se amplificó y se le agregaron algunos epítetos. El pobre conductor quedó durante unos segundos balbuceando entre el telón y la popular y después, a la consigna de “huyamos hacia la derecha”, se tomó el primer bondi a Finisterra.
No sé por qué le silbaron al gobernador, dicho sea de paso, que pidió austeridad y está dando el ejemplo. En vez de irse de vacaciones a Cancún viene acá, y de garrón, porque no pagó ni el choripán ni la coca para cuidar las arcas provinciales.
Y no hubo otra de Jorge Rojas, nomás.
Y no sólo el público quedó calentito y decepcionado. También el propio artista, quien en la rueda de prensa se mostró bastante molesto porque no lo habían dejado hacer un bis. “No sé qué les costaba dejarme cantar tres minutos más”, se quejó el músico. Pero así nomás es la cosa. Donde manda Alfil, no manda naides más, por ídolo popular que sea.
Y no termina ahí la cosa. Resulta que mientras cantaba Rojas, integrantes de los ballets locales, que ya habían sido ninguneados y maltratados, intentaron ponerse bailar en los pasillos. Y entonces vinieron los de Seguridad y los sacaron como chicharra de un ala. Parece que en los pasillos del Anfi, ahora, no se puede bailar. Si quieren bailar chacareras, zambas, gatos, tienen que irse a un festival de peñas. Acá, naranja. Se me quedan quietitos en las butacas, manga de incivilizados. Y aplaudan, aunque no les guste.
El que me tiene medio desconcertado es el Miguelito Borsatto, che. Apareció sobre el escenario para anunciar a Cesar Isella y se puso a hablar de mi tía la lechuza. Cito: “La lechuza, símbolo de este Festival, está aturdida por tantas críticas, que escucha sin chistar” (¿?) y después se fue para la peña de Los Soñadores, (donde sí hay fuegos artificiales) y dijo: “En este escenario no existen las traiciones” y se despachó contra los poderosos. La verdad, es que no se entiende bien ni quién critica a mi tía la lechuza, símbolo de este Festival, ni quiénes son los traidores que hay alrededor del escenario Hernán Figueroa Reyes (¿se llama así, todavía?), ni quienes son los poderosos en cuestión. Y ayer a la mañana, en la peatonal, durante el homenaje que se le rindió a Cesar Isella, se desdijo y explicó que había sido malinterpretado. Explíquese, Miguelito, que la cosa no está muy clara y mientras no pongamos lo que hay que poner, las penas son de nosotros y el Festival, como las vaquitas, están en manos ajenas. Menos mal que, aparte de las penas están las peñas (que también son de nosotros), donde todo es más barato y hay folclore y la populi encuentra lo que no halla en el Anfi. Y ahí nadie te hace sentar si querés bailar. Y si te piden otra, tocás otra. Y la alegría popular se perfuma de vino tinto, locro y empañadas, y que se vaya la segunda.